Quisiera compartir con ustedes una reflexión que ha estado dando vueltas en mi cabeza desde hace unos días, en que tuve oportunidad de leer un artículo en la revista Selecciones. Y me gustaría saber qué opinan ustedes.
El artículo cuenta de manera muy breve la historia de la doctora Daniela García, una médica chilena quien sufrió un accidente espantoso cuando estaba por terminar la carrera de medicina y perdió las cuatro extremidades. Ella escribió un libro llamado "Elegí vivir", donde narra su experiencia a través de las operaciones y la rehabilitación para poder retomar su vida y convertirse, tras muchos meses de dolor y esfuerzo, en la primera médica con amputación cuadrilateral en el mundo.
Estoy segura de que no les será difícil tratar de imaginar cómo puede ser esta clase de relatos. Quizá todos hayamos tenido oportunidad antes de leer acerca de gente que ha conseguido sobreponerse a limitaciones físicas o mentales que parecerían insuperables. Sin embargo, hubo un detalle en particular que me llamó muchísimo la atención:
Cuenta la doctora García que cuando los paramédicos acudieron en su ayuda, ella, como estudiante de medicina, sabía que debía tratar de permanecer consciente a pesar de la enorme pérdida de sangre, de manera que pasó mucho tiempo recitando casi a gritos los nombres y datos personales de su familia y amigos. De pronto, viendo los rostros apenados de los paramédicos, les preguntó: "¿Voy a estar bien?" Ellos no le respondieron, sino que voltearon el rostro, espantados por lo que veían. La escena se repitió al llegar al hospital, donde las enfermeras y médicos de urgencias tampoco se atrevieron a responder a su insistente pregunta: "¿Voy a estar bien?". De pronto llegó un cirujano, "ya mayor y de mirada bondadosa", quien puso una mano en su hombro y le dijo con voz amable: "Vas a estar muy bien". Fue hasta entonces, sigue contando la doctora García, que pudo tranquilizarse un poco.
Como les comento, el artículo es muy breve y no menciona el nombre del cirujano "ya mayor y de mirada bondadosa". No dice tampoco si su pericia como médico influyó notablemente en el curso de la rehabilitación de Daniela García; quizá en el libro ella dé esos detalles. Pero yo me quedé muy impresionada por la sensibilidad del médico, quien le dio a la muchacha exactamente lo que necesitaba: la frase que le ayudara a encontrar dentro de sí misma la fuerza que con el tiempo la sacó adelante. Los paramédicos, las enfermeras y los urgenciólogos tuvieron esa misma oportunidad, pero no la notaron o no supieron cómo aprovecharla. Este médico sí e hizo la diferencia. Él no fue quien la sacó adelante, sólo le recordó que ella podría hacerlo: "Vas a estar muy bien."
Eso me ha hecho meditar mucho en cuántas veces nuestro prójimo se nos acerca preguntando "¿Voy a estar bien?" (con ésas u otras palabras), pero no nos damos cuenta y no respondemos algo que podría marcar la diferencia: "Vas a estar muy bien". Cuántas veces habremos nosotros mismos preguntado: "¿Voy a estar bien?" Y nuestro prójimo no ha sabido contestarnos.
Cada uno de nosotros es responsable de su bienestar, de su felicidad, de su paz mental, de su evolución y su prosperidad; de alcanzar sus metas, en una palabra. Pero, gracias a Dios, no estamos solos en este mundo, y a veces sólo nos hace falta ser caritativos y decir (o que alguien nos diga): "Vas a estar muy bien".
Como les comento, el artículo es muy breve y no menciona el nombre del cirujano "ya mayor y de mirada bondadosa". No dice tampoco si su pericia como médico influyó notablemente en el curso de la rehabilitación de Daniela García; quizá en el libro ella dé esos detalles. Pero yo me quedé muy impresionada por la sensibilidad del médico, quien le dio a la muchacha exactamente lo que necesitaba: la frase que le ayudara a encontrar dentro de sí misma la fuerza que con el tiempo la sacó adelante. Los paramédicos, las enfermeras y los urgenciólogos tuvieron esa misma oportunidad, pero no la notaron o no supieron cómo aprovecharla. Este médico sí e hizo la diferencia. Él no fue quien la sacó adelante, sólo le recordó que ella podría hacerlo: "Vas a estar muy bien."
Eso me ha hecho meditar mucho en cuántas veces nuestro prójimo se nos acerca preguntando "¿Voy a estar bien?" (con ésas u otras palabras), pero no nos damos cuenta y no respondemos algo que podría marcar la diferencia: "Vas a estar muy bien". Cuántas veces habremos nosotros mismos preguntado: "¿Voy a estar bien?" Y nuestro prójimo no ha sabido contestarnos.
Cada uno de nosotros es responsable de su bienestar, de su felicidad, de su paz mental, de su evolución y su prosperidad; de alcanzar sus metas, en una palabra. Pero, gracias a Dios, no estamos solos en este mundo, y a veces sólo nos hace falta ser caritativos y decir (o que alguien nos diga): "Vas a estar muy bien".
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