martes, 10 de abril de 2012

Empieza por algo



No saber por donde empezar es otra de las malas jugadas de la mente y podríamos decir también que del demonio. La pasividad ante los problemas suele causar más daño porque nos acostumbra a dar por bueno lo que no es.

El desorden, tanto físico como mental, abruma porque se ve en conjunto como algo sin principio ni fin. Tomemos por ejemplo una pila de trastes sucios de varios días, un monton de ropa, una oficina llena de papeles por ordenar, un cuarto por limpiar o una mente llena de recuerdos y preocupaciones. En todos esos casos da la tentación de prenderle un cartucho de dinamita a todo y que desapareciera el problema, pero sabemos que hacer eso nos acarrearía más broncas que beneficios.

Es muy tentador llegar a la oficina, pedir una caja y llenarla de papeles para desaparecerlos. Pero cuando pidan la factura X o el contrato Y, se lamentaría el haberlos desvanecido.

Lo ideal, por supuesto, es nunca caer en situaciones de este tipo, evitar que los problemas se acumulen, ya sean en forma de papel, trastes o documentos. Pero si se llega a dar el caso, el consejo más simple es empezar por algo.

¿Que tienes mil problemas? Comienza por resolver uno, para que solamente te queden 999. Elige los más sencillos de resolver en lo que tu mente se aclara lo suficiente para poder decidir mejor, pero ponte en marcha.

Un hombre estacionó su carro fuera de casa. Ya estaba fallando desde el camino y al día siguiente, cuando lo quiso arrancar no respondió. Sin dinero para repararlo, lo dejó allí por varios meses y las llantas se desinflaron un poco, se empezó a dañar la pintura y la vestidura y se llenó de polvo. La esposa le sugirió "lávalo". ¿Para qué, si no arranca? -Tú hazme caso y lávalo.

Mientras lo lavaba, le pasaron por la mente varias opciones. Tenía un viejo amigo de la secundaria que era mecánico y ya no lo frecuentaba, pero sabía en donde estaba su taller, podía irlo a buscar y pedirle el favor. Recordó que tenía un fondo de ahorro en la empresa, del cual podía echar mano para problemas de este tipo e incluso tal vez el mismo taller que le daba mantenimiento a los autos de la empresa se podía encargar de repararlo. Nada de eso se le había ocurrido embotado como estaba en los problemas.

Terminando de lavar decidió encerarlo, aprovechando una lata de cera olvidada en un rincón. La pintura recobró un brillo que parecía lejano en el tiempo. La verdad es que era un auto bonito.

Pasó un hombre caminando y preguntó si se vendía el auto. -Lo vendería pero no arranca-comentó el dueño.
-Si es algo pequeño no me importa, soy coleccionista de autos y tengo taller, me interesa el auto.Y se cerró un buen trato.

Una colección de problemas, mientras más se le observa más asusta, pero no es difícil que resolviendo algunos otros desaparezcan por sí mismos, como si fueran sombras de los primeros.

Así que si no sabes por donde empezar, no te compliques, sencillamente empieza por algo.
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