Por: Fr. Phil Bloom
Cuando yo estaba en el seminario en los años sesenta, siempre oía esta cita de San Agustín, “Ama y haz lo que quieras.” Unos también la sabían en Latin: “Dilige, et quod vis fac.” Sin embargo, nunca conocí a alguien que la leyó en su contexto. Gracias a la Internet, las obras de Agustín están disponibles en su latín original y en varios idiomas. Cuando por primera vez leí su Séptima Homilía en la Carta de San Juan que contiene la cita famosa, vi en ella un ejemplo que me sorprendió.
Agustín dijo que si una persona tuviera que escoger entre recibir disciplina y ser tratada con cariño, todo el mundo elegiría el segundo. Pero supone en su ejemplo que él que disciplina es el papá del niño y el que da la caricia es un secuestrador. “En ese caso,” dijo, “es el amor que disciplina y la maldad que acaricia.” Este domingo quisiera leerles una cita más amplia de la homilía:
“Los hechos de hombres se saben solamente por la raíz de caridad. Porque muchas cosas tienen buena apariencia, y sin embargo no proceden de raíz de caridad. Espinas también tienen las flores: unas acciones parecen duras, aun salvajes; pero son hechas para disciplina inspirada por la caridad. Entonces, un precepto breve: Ama y haz lo que quieras - si te callas, hazlo por amor; si gritas, también hazlo por amor; si corriges, también por amor; si te abstienes, por amor. Que la raíz de amor esté dentro de ti y nada puede salir sino lo que es bueno.” (Homilía VII, párrafo 8)
San Pablo expresa un pensamiento semejante. “No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido toda la ley.” Es interesante lo que se habla en el evangelio sobre la corrección fraternal. Agustín lo refiere al explicar el significado del amor. Obviamente no es la única forma de amor, pero es una de las más difíciles. A nadie le gusta ser corregido - y a pocos les gusta corregir a otros. Requiere táctica, paciencia, oración, valentía y seguimiento, también llamado perseverancia. Además, requiere humildad porque el que corrige a otros debe abrirse a la corrección.
Las cualidades de corrección fraternal son las mismas que componen cualquier acto de amor. En los años sesenta tuvimos una idea truncada de amor. Básicamente era un asunto de sentimientos bondadosos. Si me sentía amable con otros, entonces estaba cumpliendo el mandato del amor. Como el ejemplo de San Agustin demuestra, requiere mucho más. Un secuestrador puede sentirse amable a su victima, pero ¿quien diría que realmente ama al niño? Una idea distorcionada nos ha llevado a problemas. El amor verdadero implica un examen diario de conciencia; no solamente sentimientos calurosos sino evitar tendencias malas y el cultivo de habitos positivos. Así podemos comenzar a amar y experimentar la libertad del evangelio, “Haz lo que quieras.”
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Cuando yo estaba en el seminario en los años sesenta, siempre oía esta cita de San Agustín, “Ama y haz lo que quieras.” Unos también la sabían en Latin: “Dilige, et quod vis fac.” Sin embargo, nunca conocí a alguien que la leyó en su contexto. Gracias a la Internet, las obras de Agustín están disponibles en su latín original y en varios idiomas. Cuando por primera vez leí su Séptima Homilía en la Carta de San Juan que contiene la cita famosa, vi en ella un ejemplo que me sorprendió.
Agustín dijo que si una persona tuviera que escoger entre recibir disciplina y ser tratada con cariño, todo el mundo elegiría el segundo. Pero supone en su ejemplo que él que disciplina es el papá del niño y el que da la caricia es un secuestrador. “En ese caso,” dijo, “es el amor que disciplina y la maldad que acaricia.” Este domingo quisiera leerles una cita más amplia de la homilía:
“Los hechos de hombres se saben solamente por la raíz de caridad. Porque muchas cosas tienen buena apariencia, y sin embargo no proceden de raíz de caridad. Espinas también tienen las flores: unas acciones parecen duras, aun salvajes; pero son hechas para disciplina inspirada por la caridad. Entonces, un precepto breve: Ama y haz lo que quieras - si te callas, hazlo por amor; si gritas, también hazlo por amor; si corriges, también por amor; si te abstienes, por amor. Que la raíz de amor esté dentro de ti y nada puede salir sino lo que es bueno.” (Homilía VII, párrafo 8)
San Pablo expresa un pensamiento semejante. “No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido toda la ley.” Es interesante lo que se habla en el evangelio sobre la corrección fraternal. Agustín lo refiere al explicar el significado del amor. Obviamente no es la única forma de amor, pero es una de las más difíciles. A nadie le gusta ser corregido - y a pocos les gusta corregir a otros. Requiere táctica, paciencia, oración, valentía y seguimiento, también llamado perseverancia. Además, requiere humildad porque el que corrige a otros debe abrirse a la corrección.
Las cualidades de corrección fraternal son las mismas que componen cualquier acto de amor. En los años sesenta tuvimos una idea truncada de amor. Básicamente era un asunto de sentimientos bondadosos. Si me sentía amable con otros, entonces estaba cumpliendo el mandato del amor. Como el ejemplo de San Agustin demuestra, requiere mucho más. Un secuestrador puede sentirse amable a su victima, pero ¿quien diría que realmente ama al niño? Una idea distorcionada nos ha llevado a problemas. El amor verdadero implica un examen diario de conciencia; no solamente sentimientos calurosos sino evitar tendencias malas y el cultivo de habitos positivos. Así podemos comenzar a amar y experimentar la libertad del evangelio, “Haz lo que quieras.”
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