viernes, 29 de abril de 2011

Cuestión de amistad



Dicen que quien encuentra un amigo encuentra un tesoro. La primera vez que escuche la frase fue con referencia a una película de Terence Hill y Bud Spencer. Después en algún artículo me enteré que la frase también se encuentra en la Biblia, por lo que es bastante antigua.
 
Esto de los amigos suele ser a veces un tanto complejo. Recuerdo de un compañero de la Universidad que me hizo el comentario de que yo era su amigo pero él no era mi amigo, porque yo estaba dispuesto a hacer cosas por él que él a su vez no estaría dispuesto a hacer por mí. Aunque cínica, se me hizo coherente su explicación.

Un poco más atrás, en la primaria, recuerdo el típico "chócalas o córtalas", cuando alguien te ofrecía la mano derecha extendida y la izquierda formado un lazo con el pulgar y el índice. Tomar la derecha significaba aceptar la amistad y cortar el lazo significaba romperla.

Tengo muy presente algunos detalles en mi vida en los cuales personas que consideré mis amigos se desaparecieron cuando los problemas llegaron. Otros permanecieron. Unos se han ido porque se han muerto, pero los recuerdo y los extraño. Algunos han viajado lejos y jamás escriben, pero su presencia se siente constante. Están los que son siempre presentes, esos que sabes que están a una llamada de distancia y también están los que mágicamente ni siquiera deben ser llamados porque casi adivinan que los necesitas, haciendo verdadera la frase del tesoro.

En los tiempos actuales, te comentó como lo he hecho otras veces, no ser afecto a las redes sociales me hace no visitarlas. Sin embargo las tengo presentes porque muy seguido me llegan avisos de que Fulano o Zutana me han aceptado como amigo y requieren de mi confirmación. Al parecer un click me hace ganar un amigo y un click me hace rechazarlo: Depende del botón que elija.

Debo confesarles. Cada que recibo de alguien que no conozco la notificación de que he sido aceptado como amigo tiemblo, ya que tengo muy clara la enorme responsabilidad de la amistad, porque recordando a mi compañero de la Universidad, no quisiera fallarle no estando dispuesto a hacer por él lo que él sí estaría dispuesto a hacer por mí.

¿Enredada la idea? Sí, pero es cuestión de amistad...

miércoles, 27 de abril de 2011

El Interprete


Me platicaron de una forma un tanto humorística de un curso impartido en Estados Unidos a mexicanos. El instructor hablaba en inglés y le tocaba a un latinoamericano traducir al español. Lo chusco de ello es que mientras el instructor mostraba las partes de la máquina, decía unas diez frases y se emocionaba, el traductor lo resumía todo en una sola frase y no le ponía ninguna emoción al hacerlo. El curso resultó pésimo a causa de ello.

Aunque en nuestra anécdota la diferencia de idiomas era una barrera evidente, aun entre gente que hable un mismo idioma existen obstáculos de comunicación. Lo peor es en nosotros mismos cuando traducimos equivocadamente lo que escuchamos y observamos.

Si estamos deprimidos y vamos por la calle, un "Buenos días" puede ser traducido en nuestra mente como una burla y generar un resentimiento hacia quien solamente tuvo la intención de desearnos lo mejor en esa mañana.

Bien sabido es que la buena traducción no solo traslada palabras sino también emociones y sentidos. Un maestro en la universidad, torpemente, se la pasaba criticándonos por ser ingenieros industriales simplemente porque él era ingeniero químico. Un día llegó de buenas a la clase y nos dijo: Les voy a contar un chiste -hizo una pausa y agregó- No, mejor no, no está a su nivel.

El grupo no respondió a su provocación y el maestro volvió al ataque. -Bueno, está bien, se los voy a contar.

El chiste que nos contó en realidad no era malo pero tuvo en contra estar precedido de una burla. Al terminar todo el grupo permaneció en silencio y un compañero concluyó a nombre de todos: Tenía razón profesor, no está a nuestro nivel.

Nosotros interpretamos que estábamos por encima del nivel, el profesor por debajo. Cada quien se quedó con la interpretación deseada.

Recordando la vida de San Juan Bosco, cuando alojó a los primeros jóvenes en su escuela y éstos le robaron durante la noche, interpretó el hecho como una reacción natural de quienes no habían aprendido algo diferente a robar, lo que lo llevó a tomar con más fuerza su misión de educador. Jesús en la cruz nos sorprendió perdonando a quienes lo clavaban porque no sabían lo que hacían, interpretando que si supieran realmente que él era el hijo de Dios no lo hubieran tocado.

Los programas cómicos han hecho excelentes demostraciones de las confusiones que pueda causar una mala traducción. Las mismas acciones o palabras, interpretadas en un sentido u otro pueden llevarnos a extremos tan distantes como el amor o el odio, el perdón o el resentimiento. Siendo nuestros propios traductores, en mucho depende como interpretemos lo que vemos y escuchamos.
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martes, 19 de abril de 2011

Lo que le falta a la frase




Uno de los juegos que me gusta jugar es acompletar frases. Entendiendo que cuando las frases son de los demás es un juego meramente especulativo y a veces hasta calumnioso, extender las oraciones para conformar una idea oculta puede ayudar a entender algo más de cómo actuamos los seres humanos. Hay frases que suenan bonitas y aceptables mientras están incompletas, pero una vez que se complementan toman un sentido diferente.

Como ejemplo visito a un deudor para cobrarle y me suelta la consabida frase: No tengo dinero...
Y yo acompleto en mi mente: "...para pagarte a ti."

Porque viendo que gasta en otras cosas deduzco que no es la falta de dinero lo que le detiene pagarme.

Son muchas las frases que acompleto en mi mente y a pesar de ser una adivinanza, me sirve para recordar que puede existir una enorme brecha entre el decir, pensar y hacer.

Pero para no ser injusto las más de las veces juego exclusivamente conmigo mismo y descubro como trato de engañarme. Con ello voy demoliendo mis trincheras de excusas y soltando lastres con este ejercicio de acompletar las frases.

Así que cuando me intento justificar con la mitad... busco el complemento.

-No he tenido tiempo de hacer tu proyecto... porque me he pasado perdiendo las horas en otras cosas.

-Aun no he contactado al cliente que me recomendaste... ya que ni siquiera he hecho el intento de llamarle.

-Te recomiendo que esperes a tomar esta decisión... porque ni siquiera he leído lo que me mandaste.

-Se extravió el documento que me entregaste... pues me valió un cacahuate desde el principio.

Detrás de nuestras excusas siempre hay puntos suspensivos. Nadie mejor que uno mismo para saber qué es lo que acompleta la frase.

viernes, 15 de abril de 2011

Los mismos chistes



Se acercan las elecciones presidenciales, "las grandes". Nuevamente mi correo se va a llenar de los mismos chistes que escuche y leí hace años, teniendo de protagonistas a Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas, Zedillo, Ronald Reagan, Bush, Obama, Fox, Labastida, Madrazo, Cuauhtémoc Cárdenas, López Obrador y Calderón. La historia será exactamente la misma y solamente cambiarán los actores: Ahora serán los nuevos candidatos.

Alguien recuerda un chiste que escucho hace 6, 12 o 18 años o lee una revista Selecciones de los años 70´s y ve un chiste de un político, le pone el nombre del candidato del partido contrario a su preferencia e inunda la red aprovechándose de la costumbre de reenviar por reenviar. Alguno lo recibirá, cambiará el protagonista y lo seguirá reenviando. El mismo chiste tendrá diferentes protagonistas pero la misma sustancia: La salida fácil a problemas difíciles.
Estos viejos chistes repetidos me dan una idea de por qué a los mexicanos nos va tan mal en política. La agarramos de chiste y ni siquiera tenemos la originalidad de hacerlo nuevo.

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miércoles, 13 de abril de 2011

Parangón político




En este país es muy común hablar mal de los políticos y de la gente que trabaja en el gobierno; el pueblo gusta de expresarse con enojo de muchas de sus prácticas.
Pero mientras nada más nos dediquemos a criticar viviremos lo mismo en cada elección y periodo: Promesas, ataques al competidor, deslealtades, evidencias de incompetencia, declaraciones inoportunas, peculados y muchas más barbaridades.

Quien se pueda dar un buen paseo por México notará que el ambiente político y electoral es un reflejo de nuestra sociedad.

¿Cómo nos atrevemos lo mexicanos a hablar mal de nuestros políticos si nosotros, como sociedad, tenemos los mismos vicios que criticamos?

Que ellos mienten...
...tal como miente el albañil, el plomero, el ingeniero, etc. que queda de reparar algo el lunes y se presenta -si es que lo hace- cínicamente hasta el jueves.

Que son faltistas...
...muchos con cualquier pretexto se reportan enfermos en sus trabajos y han matado cinco veces al abuelo para pedir el día.

Que no cumplen lo que prometen...
...también se les debe "rogar" a proveedores para que entreguen lo que ya está pagado.

Que roban...
...muchas empresas hacen de su contratación un robo disfrazado y muchos empleados ocupan el tiempo de su sueldo en cosas por las que no les pagan.

Que abusan de sus privilegios...
...analiza a "ejecutivos" de nivel medio para arriba y encontrarás en muchos de ellos ese mismo abuso.

Casi cualquier situación que les criticamos a los políticos tiene su parangón en algún punto de la sociedad.

Estoy de acuerdo en que critiquemos objetivamente a los políticos. Pero de la mano también debemos criticarnos como sociedad y como personas. Nuestros políticos no van a cambiar por gusto, lo van a hacer cuando los presione o se les sustituya por una sociedad que no se preste a avalar con la indiferencia o la complicidad. Por mucho que los maltratemos de palabra, mientras no tomemos acciones de mayor fondo, sin entrar en contubernio con ellos cuando nos "convenga" y no seamos mejores en lo que a nosotros corresponde, nuestros políticos seguirán siendo el fiel reflejo de nuestras malas prácticas.
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martes, 5 de abril de 2011

La Curiosidad.


Un día me dijeron que la curiosidad mató al gato. Siendo muy pequeño, no entendía de conceptos así que pregunté:

¿Por qué la curiosidad mató al gato?

Porque sí - fue la respuesta adulta que consideraron más acertada.

- ¿Pero por qué lo mató?

-Porque se metió en una máquina que hacia ruido para ver que era y por eso se murió.

Entonces supuse que la curiosidad era parte de una maquinaría y que era algo fuerte y rápido que había destrozado al pobre.

Días después, mientras me compraban una paleta helada el motor del refrigerador arrancó. Con curiosidad me agaché y vi una pequeña puerta desde donde se apreciaban las bandas y poleas en movimiento. ¿Eso es la curiosidad? - el dependiente no se dignó a contestarme.

De regreso a casa me volaban las preguntas y las conclusiones: Claro, por esa puerta había entrado el gato, escuchando el ruido o tratando de llegar a las paletas desde abajo y las ruedas esas que se movían lo aplastaron justo como veía que se aplastaba la ropa en los rodillos de la lavadora para secarla. ¿Por qué la gente era tan desconsiderada para dejar la puerta abierta? ¿No era feo eso de dejar que la curiosidad matara al gato si lo dejaban que se le acercara? ¿Acaso los refrigeradores eran a la vez trampas para gatos?

Tuve varios de estos animalitos en mi vida y aun cuando no me gustaban mucho porque eran huraños y evasivos, no quería que la curiosidad matara a ninguno de ellos, así que los mantenía lejos de cuanta polea podía.

Hoy sigo preguntando aun cuando ya entiendo que se les llama poleas a esos mecanismos para transmitir fuerza, que las personas cuando se les pregunta y no saben adoptan un aire de superioridad para esconder su ignorancia, que los gatos rehúyen las maquinarias ruidosas y que las puertas de mantenimiento de los refrigeradores no son trampas para felinos.

También sé que la sana curiosidad es el camino que la ignorancia no quiere que recorramos y que por confundirla entrometida la acusaron injustamente de matar al gato.
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viernes, 1 de abril de 2011

Cambiando las preguntas

A

Hace algunos años desayuné un día con un conocido mio, propietario de un pequeño negocio. Durante la comida hizo un comentario: "No sé por qué me va mal en mi negocio".

Y comenzó a hacer un listado de tooodaaas las cosas buenas que le ofrecía a sus clientes. Mientras él hacía su relación de bondades y yo lo escuchaba a medias, pues me la sabía casi de memoria, cambié un poco la pregunta y mentalmente me cuestioné: "¿Por qué te tendría que ir bien?

La persona en cuestión, como todos nosotros y como cualquier situación, poseía virtudes, pero también defectos. Y en su caso los defectos pesaban sobre el negocio de tal manera que lo estaban llevando al fracaso. Concretamente, el señor aducía que era muy respetuoso con el cliente, cobraba barato, su servicio era honesto y siempre se preocupaba por ayudar al cliente, aun en horarios nocturnos. Todo eso era verdad, pero en el balance se opacaba porque el señor abría su negocio a la hora que quería (en los momentos de esta charla estábamos desayunando tranquilamente mientras su local permanecía cerrado), se tardaba mucho en responder, sobrecargándose de trabajo que derivaba en la impuntualidad en la entrega a veces de semanas. Resultado, los clientes no estaban dispuestos a pagar lo bueno a costa de lo malo.

Cuando evaluamos una situación generalmente el proceso incluye preguntas que subjetivamente y sin darnos cuenta las inclinamos en el sentido que nos dará las respuestas que estamos esperando.
Si se quiere comprar algo, la pregunta ¿Verdad que sí me lo debo comprar? tendrá una serie de respuestas enfocadas a apoyar la compra. Conscientes de esto, los humanos nos acostumbramos a dar y darnos las respuestas esperadas y no las correctas. Es por ello que en las entrevistas de trabajo, cuando se le pregunta a una persona si fuma, más adelante en la misma entrevista se le preguntará su marca favorita de cigarrillos y al final le pedirán prestado un encendedor. Somos maestros en el arte de engañarnos y eso nos impide la sinceridad que requiere cualquier cambio.

Entendiendo que ser objetivo es algo prácticamente imposible de lograr, podemos quitar algo o mucho de subjetividad sí en lo que a nosotros corresponde, nos hacemos más de una sola pregunta y en más de un sentido.
La pregunta de "¿Por qué me va mal? puede ir acompañada de otras tales como:

¿Por qué te debe ir bien?
¿Qué es lo que estás haciendo mal y provoca los malos resultados? ¿Qué haces bien?
¿Qué deberías hacer o cambiar para que te vaya mejor?
¿A quién estás culpando erróneamente de que te vaya mal y te está distrayendo de tu responsabilidad?
Lo que dices que está bien ¿Realmente está bien?
¿Tu esfuerzo corresponde a tus resultados? ¿Por qué?
¿Estás sobrevalorando tus esfuerzos?
¿Eres sincero cuando dices que estás haciendo las cosas lo mejor posible?
¿Estás dispuesto a someterte a una evaluación externa y despiadada?
¿Realmente estás trabajando para que te vaya mejor?

Después de la décima pregunta tal vez nos descubramos a nosotros mismos metiendo la mano en el bolsillo inconscientemente a buscar el encendedor.
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