jueves, 11 de noviembre de 2010

El principio del desorden



Uno de los trabajos más extenuantes y menos reconocidos es el del hogar. Quien hace el quehacer suele decir que nunca se acaba, que siempre hay algo que limpiar, arreglar o corregir. Por ser desgastante, en ocasiones se buscan alternativas y una que he escuchado muchas veces es la de cerrar un cuarto o varios para evitar tener que arreglar.

En teoría suena como una buena alternativa. Cerrar un cuarto una vez que se ha limpiado para descansar de su acomoda diario puede parecer atractivo, pero lo que se conoce como "el principio del desorden" se presenta aun sin la intervención humana. Un cuarto cerrado se llena de polvo, el aire se envicia, los insectos se enseñorean saliendo de quien sabe dónde, los materiales se vencen y se rompen, dañando los muebles y adornos. Abrir un cuarto cerrado es encontrarse con trabajo de limpieza.

Y si esto sucede con un cuarto arreglado y cerrado, en instalaciones abandonadas el desgaste es más dramático. Crece la vegetación, se cuartean las paredes y pisos, se zafan tornillos, se pudre la madera y el óxido corroe los metales.

La única manera de mantener el orden es inyectándole energía porque no hacer nada ayuda al desorden.

En la física se tiene muy claro este Principio del desorden, también conocido como Principio de Irreversibilidad. Para explicarlo se usan algunos ejemplos como es el caso de una baraja acomodada con todas las cartas cara arriba. Si la metemos dentro de una bolsa y la agitamos, al sacar las cartas estarán en desorden y para volverlas a ordenar se requerirá mucho más trabajo que el que invertimos para desordenarlas. Nadie podría pensar que un buen método para volverlas a acomodar sería el meterlas nuevamente a la bolsa y repetir los movimientos que hicimos en la primera agitación.

Estas son las reglas del juego. Desordenar es fácil, ordenar requiere de esfuerzo.

Pero el hombre, acostumbrado a violar leyes, intenta hacerlo también con este principio del desorden. Llegamos a creer que las cosas se arreglan por si solas, que si cerramos los ojos los problemas van a desaparecer y muchas veces se clausuran "cuartos" confiando en que permanecerán ordenados.

Hay situaciones que tienen implicaciones y en las que es muy seductora la idea de mirar hacia otro lado. Pero cerrar un cuarto significa ceder espacio y abrirlo tiempo después significa decepción.

¿Cuándo cerramos un cuarto? A veces lo hacemos cuando decimos "ese no es mi problema" a pesar de que sabemos que sí lo es y cuando en nuestro interior algo nos dice que lo que está pasando está mal pero nos zafamos de hablar en contra de ello con un "cada quien su vida".

Aunque la teoría nos tiente para hacernos de lado el principio nos recuerda que quien no ayuda al orden está cooperando con el desorden.
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