viernes, 16 de octubre de 2009

Mi buena mala suerte

Alberto D. Quiroga Venegas

He estado haciendo un recuento de mi vida y veo que tengo una muy buena mala suerte.

Así es. A los ojos del mundo, durante mi vida, me han pasado cosas que en primera vista pueden parecer muy malas, pero que al tiempo he visto la conveniencia de ellas.

Me han despedido de trabajos en los que según yo he dado resultados, lo que me llevó a estados depresivos, pero de todos esos empleos saque la mejor parte, que fue la experiencia y el romper con una zona de confort que me llevó a tener nuevos retos.

No lo voy a negar, he sentido la desilusión, pero reconozco que esos episodios me han abierto la oportunidad de rozarme con otras personas que me dieron un crecimiento mucho mayor que el que hubiera podido tener si me hubiera quedado allí. A la distancia pienso en esos despidos y estoy seguro que fue lo mejor que me pudo haber pasado.

Tuve una muy buena mala suerte, porque de otra forma me hubiera estancado.

Dicen que lo bueno es enemigo de lo mejor y jugando con esa frase me he dado cuenta que lo malo es amigo de lo mejor porque lo malo que te pasa te puede ayudar a sacar lo mejor de ti mismo.

También me he topado con gente que me ha robado. No me refiero a delincuentes de la calle sino a otros más peligrosos, los de cuello blanco, que llegan contigo oliendo a colonia y bien presentados. También con ellos he tenido muy buena mala suerte, porque si bien me han robado, las cantidades no han sido como para dejarme en la ruina.

Cuando ha pasado eso, lo primero que he pensado es en la mala suerte que he tenido de ser estafado y me molesta el dinero perdido. Después, al tiempo, reconozco que mi mala suerte fue buena puesto que descubrí a tiempo los malos manejos y pude tener una salida menos lesiva que si no me hubiera percatado del problema.

Cuando alguien me pide dinero y no me lo paga pienso: Que mala suerte, mil pesos perdidos. Pero después, con el tiempo pienso Que buena suerte, me salió barato descubrir a un ladrón.

De igual forma con las falsas amistades, con las relaciones inconvenientes, con los accidentes de auto o con las enfermedades, he logrado descubrir que un aparente mal pequeño acaba por librarme de un mal enorme y real.

Y es curioso como uno mismo va por la vida malinterpretando los sucesos. En una ocasión, con mi esposa, comentábamos la coincidencia de que cada vez que lograba ganar un dinero extra se presentaba una situación que consumía ese dinero. Por poner un ejemplo, vendí dos cursos que no tenía contemplados lo que me representó un ingreso y a los pocos días el auto se descompuso necesitando una reparación mayor y cara.

-Que mala suerte -pensé- cada vez que tengo algo de dinero sale algo que se lo lleva.

Pero después descubrí un maravilloso secreto. Cada vez que me iba a pasar algo Dios me mandaba algo de trabajo extra para poder compensar ese gasto, lo que ha sido tan coincidente que en realidad me espanta porque no creo merecer tantas bendiciones.

Por ello te digo: Tengo muy buena mala suerte, por la cual le doy gracias a Dios.

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