Alberto D. Quiroga V.
Que curioso resulta saber que muchas veces los dueños de las empresas, altos directivos o gerentes, tienen más miedo de su propia gente que de la competencia o de los inspectores gubernamentales.
Quién no ha sabido, o padecido, de bloqueos a gente que llega con ganas de aportar a una organización, y que lejos de ser vista como un apoyo se le ve como una amenaza.
Abundan los casos en que gente talentosa se ve confinada a puestos de poca importancia, mientras que gente incapaz y manejable sube como la espuma dentro de la organización, solo porque mientras los primeros se ven como gente peligrosa, y los segundos son como piezas de ajedrez que pueden ser movidos al antojo.
Mala situación de aquel que cae en una organización donde demuestre que sabe más que quienes están arriba, porque dice el refrán: "A ningún jefe le cae bien un subalterno que siempre tiene la razón"
Entre las conclusiones que podemos sacar de lo anterior, está el que no siempre la gente brillante triunfa por si misma, a menos que coincidan una serie de factores que le permitan un cauce a su brillantez.
Por ejemplo, seguramente Pelé no hubiera sido estrella de Fútbol si hubiera nacido en los EU, donde hubiera sido visto de otra forma, y donde el fútbol no era tan popular en esos entonces.
Cuantas veces no hemos tenido gente talentosa a un lado, y lejos de aprender de ella, buscamos zafarnos de esa pesada losa que es estar en segundo plano. Y si a esta situación le agregamos que el que se sienta amenazado tenga poder, nos encontramos con jefes que bloquean a sus empleados, que los alejan de proyectos importantes, o a quienes inclusive les encargan tareas improductivas para señalarlos como poco importantes para la empresa.
No es sencillo aceptar el reto de aprender de quienes se debería considerar saben menos que nosotros. Sin embargo, cuando impere una cultura laboral en la que los jefes se sientan orgullosos de los éxitos de su equipo, y donde no exista el miedo al reconocimiento, seguramente estaremos entrando a una nueva y mejor etapa.
Que curioso resulta saber que muchas veces los dueños de las empresas, altos directivos o gerentes, tienen más miedo de su propia gente que de la competencia o de los inspectores gubernamentales.
Quién no ha sabido, o padecido, de bloqueos a gente que llega con ganas de aportar a una organización, y que lejos de ser vista como un apoyo se le ve como una amenaza.
Abundan los casos en que gente talentosa se ve confinada a puestos de poca importancia, mientras que gente incapaz y manejable sube como la espuma dentro de la organización, solo porque mientras los primeros se ven como gente peligrosa, y los segundos son como piezas de ajedrez que pueden ser movidos al antojo.
Mala situación de aquel que cae en una organización donde demuestre que sabe más que quienes están arriba, porque dice el refrán: "A ningún jefe le cae bien un subalterno que siempre tiene la razón"
Entre las conclusiones que podemos sacar de lo anterior, está el que no siempre la gente brillante triunfa por si misma, a menos que coincidan una serie de factores que le permitan un cauce a su brillantez.
Por ejemplo, seguramente Pelé no hubiera sido estrella de Fútbol si hubiera nacido en los EU, donde hubiera sido visto de otra forma, y donde el fútbol no era tan popular en esos entonces.
Cuantas veces no hemos tenido gente talentosa a un lado, y lejos de aprender de ella, buscamos zafarnos de esa pesada losa que es estar en segundo plano. Y si a esta situación le agregamos que el que se sienta amenazado tenga poder, nos encontramos con jefes que bloquean a sus empleados, que los alejan de proyectos importantes, o a quienes inclusive les encargan tareas improductivas para señalarlos como poco importantes para la empresa.
No es sencillo aceptar el reto de aprender de quienes se debería considerar saben menos que nosotros. Sin embargo, cuando impere una cultura laboral en la que los jefes se sientan orgullosos de los éxitos de su equipo, y donde no exista el miedo al reconocimiento, seguramente estaremos entrando a una nueva y mejor etapa.
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