Luís Baba Nakao (Marzo de 2008)
Hace unos siglos un famoso pensador griego dijo:
‘Lo único permanente es que vivimos en mundo de cambios’
¿Qué paradoja verdad? El mundo que nos ha tocado vivir es uno en que todo cambia a una velocidad que difícilmente podemos alcanzar. Las formas de comprar, producir, organizarnos para lograr el éxito, distribuir, promocionar y vender están cambiando permanentemente y cada vez a una velocidad mayor. Probablemente la respuesta principal a tanto cambio sea el impresionante avance de la tecnología, especialmente en dos actividades: la informática y las telecomunicaciones. Pero ¿cómo preparar a nuestros hijos para que puedan ser mejores ciudadanos del mundo?
A continuación les resumo un mensaje que recibí hace unas semanas de un buen amigo.
Debemos preparar a nuestros hijos para el mundo del futuro, no el mundo de nuestros padres ni el nuestro. En este mundo actual lo determinante para triunfar será el carácter, no exactamente el conocimiento, como muchos pudiéramos creer. Tener temple, salir de fracasos adecuadamente, hacer de los fracasos un desafío y no una tragedia…, eso será lo que buscarán los seleccionadores de personal
Para los trabajadores independientes será un auto requisito.
Un hijo forjará carácter si percibe claramente la autoridad de los padres . Con presencia de autoridad los niños y jóvenes a su vez actuarán con autoridad para resolver sus problemas; actuarán por determinaciones. Sin presencia de autoridad nuestros hijos serán débiles de carácter y actuarán por impulsos con los consecuentes problemas de adaptación.
¿Exceso de autoridad? Siempre será mejor exceso que falta de autoridad. El límite de autoridad lo pone la siguiente regla: ‘La autoridad no debe humillar’. Básicamente lo que es el niño o el joven hoy será el adulto del mañana. De vez en cuando hay que mirar al hijo como un adulto potencial.
¿ Queremos que nuestros hijos no sufran? Entonces hay que prepararlos para sufrir . No podemos estarle evitando todo el tiempo todo posible sufrimiento ¿si no cuándo aprenderá? Debe comprender la muerte, los problemas de la vida, los problemas en el trato de sus congéneres. No debemos resolverles todos los problemas, hay que ayudarlos a que poco a poco los resuelvan ellos mismos. Nadie logra metas exitosas y duraderas sin un poco de sufrimiento. ¿Alguien imagina a un campeón de atletismo que no sufra para lograr sus marcas? Eso se aplica a todo tipo de campeón y a todo tipo de actividad. Siempre hay que pensar que, en parte, no queremos que ellos sufran para no sufrir nosotros, pero les hacemos un daño con miras al futuro.
Hay que enseñarles a hacer ESFUERZOS SUPLEMENTARIOS. Que sepan que siempre se puede un poquito más. Recuerda que nadie recoge su cosecha sin sembrar muchas semillas y abonar mucha tierra.
Es muy importante enseñarles a carecer , es decir a ’sentir la falta de’ y arreglárselas por sí mismos. Hay chicos que no juegan su deporte si no tienen zapatillas de ‘marca’. Si no aprendes a carecer no aprendes a arreglártelas. Aunque tengamos para darles el 100%, los chicos deben saber el valor de las cosas. Si no lo hacen de chicos, les será muy difícil de adultos y allí sí que van a sufrir y nosotros también con ellos. ¿Cómo les enseñamos a carecer? ¡ Dándoles un poquito menos de lo que necesitan ! ¡No hay otra manera! Si no ¿cómo sienten la falta de? Así aprenden a apreciar lo que tienen. Aprenden a no ser ingratos. Aprenden a gozar de la vida porque muchas veces se goza en las cosas sencillas. Aprenden a no ser quejosos.
Una excelente escuela para aprender a carecer (sin morir en el intento) es la mesa del hogar, la comida. ¿Qué debemos darles de comer? ¡Lo que nosotros decidamos que es bueno para ellos! Es no sólo por su bien estomacal, sino que es una excelente forma de que aprendan a carecer, que no sean ingratos, que no sean quejosos.’Mami… no me gustan las lentejas’. Si quieren hacerles un bien para la vida, denles las lentejas. Habrá berrinches, no se exalten (autoridad no es gritar), que no coma si no quiere, pero cuando le vuelva el hambre: ¡SORPRESA! … ¡Las lentejas del refrigerador calentadas!
Parece increíble, pero si no hacemos este tipo de cosas no se podrá adaptar. La comida es una buena escuela del carecer, pues así no serán quisquillosos en sus relaciones sociales, en el trabajo y en el mundo real.
También hay que educarlos en el servicio. Una familia normal es un equipo de trabajo con pocas tareas: tender la cama, limpiar los cuartos, lavar los platos, pintar la casa, etc.Hay que educarlos para que realicen labores de hogar, aunque lo hagan mal al principio . Si no hacen este tipo de servicios luego tendrán problemas. Las escuelas más importantes de liderazgo del mundo enseñan a los jóvenes a carecer, para que sepan y entiendan el mundo y lo puedan liderar.
¿ Mesadas? Que sean una cantidad fija, más bien, semanales y algo menos de lo que creen que necesitan. Así aprenden a administrar el dinero. Claro que se deben aceptar excepciones, pero conversadas serenamente.
Construyamos hijos luchadores, no debiluchos sobreprotegidos . Que se superen a sí mismos. Que tomen los problemas como desafíos para mejorar. Recuerden que nadie alcanza altura con un solo vuelo. También hay que ilusionarlos con ideales, metas futuras, sueños para que sean buenos de corazón. Importante también es estar convencidos de que triunfador no equivale a tener ‘dinero o propiedades’, triunfadores son aquellos que son felices con lo que hacen, con su vida. Solamente así podrán hacer felices a otros.
Los hijos con carácter templado, conocimiento del carecer, educados en el servicio y plenos de amor e ilusiones serán hijos triunfadores
Los padres tenemos la gran responsabilidad de criar hijos que transformen nuestro país, en uno donde reine la libertad, la abundancia, la justicia y sobre todo la felicidad.
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martes, 27 de octubre de 2009
lunes, 26 de octubre de 2009
Jalogüin
Alberto Quiroga
No se que pienses tú, pero en lo personal, el jalogüin es algo más que una simple fiesta o moda venida de Estados Unidos.
Lo menos que puedo decir de ella, es que es un ardid mercantilista encaminado a fomentar el consumo. Por las calles de la ciudad de México cada vez son más frecuentes por estas fechas los puestos ambulantes y los comercios que se dedican a vender disfraces, dulces y calabazas con motivo del día de brujas.
En lo personal, y como está la crisis, gastar en disfraces de seres malignos no se me hace muy conveniente. Eso por el lado del consumismo.
Por el lado de mis creencias, idealizar demonios y brujas y disfrazarme de ellos sería el equivalente de disfrazarme de narcotraficante o secuestrador, es decir, no creo que sean seres que los niños deban emular. Habrá quien diga que es una broma inofensiva y si bien algunos no creen en la existencia del demonio, yo sigo pensando que su mayor travesura es la de hacernos creer que no existe, puesto que nadie se defiende de un enemigo que desconoce.
Uniendo ambos planteamientos: ¿Por qué no inventamos "La Noche del Narcosecuestrador" y vendemos armas, disfraces y drogas? Suena abominable, ¿Verdad? Pues así me suena la noche de brujas.
¿Te has preguntado por qué te disfrazas o por qué disfrazas a tus hijos?
Disfrazar a tus hijos con el argumento de que todos lo hacen no se me hace buen argumento. Las mayorías no siempre tienen la razón. Hace ya algunos siglos la mayoría pidio para Jesús la crucifixión. Hacerlo porque es la moda tampoco es argumento, porque también las estadísticas señalan que muchas mujeres son maltratadas, pero no por eso se vale lastimarlas.
"No tiene nada de malo" dicen algunos. Nos podemos autoengañar y pensar que es algo inofensivo, pero relajar los valores no los reafirma, antes los pierde.
¿Por qué a la sociedad se le facilita tanto disfrazarse de demonio pero al mismo tiempo se le haría ridículo que alguien saliera a la calle disfrazado de San Francisco de Asis?
Sutílmente, el Jalogüin va metiendo la idea en la mente de la sociedad de que lo malo no es tan malo y que lo bueno es aburrido, de que el demonio es un invento y que la brujería y lo oculto es un juego. Si hay una fiesta o evento en la actualidad en la que se note la ausencia de Dios, esa es el Jalogüin. Celebrarlo y de allí a creer otras cosas que nos sigan alejando de la Verdad, hay un solo paso.
Si no tienes un plan, alguien más te hará parte de su plan. Si celebras Jalogüin ¿En qué plan lo haces? ¿Es tu plan o te lo impuso alguien más?
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No se que pienses tú, pero en lo personal, el jalogüin es algo más que una simple fiesta o moda venida de Estados Unidos.
Lo menos que puedo decir de ella, es que es un ardid mercantilista encaminado a fomentar el consumo. Por las calles de la ciudad de México cada vez son más frecuentes por estas fechas los puestos ambulantes y los comercios que se dedican a vender disfraces, dulces y calabazas con motivo del día de brujas.
En lo personal, y como está la crisis, gastar en disfraces de seres malignos no se me hace muy conveniente. Eso por el lado del consumismo.
Por el lado de mis creencias, idealizar demonios y brujas y disfrazarme de ellos sería el equivalente de disfrazarme de narcotraficante o secuestrador, es decir, no creo que sean seres que los niños deban emular. Habrá quien diga que es una broma inofensiva y si bien algunos no creen en la existencia del demonio, yo sigo pensando que su mayor travesura es la de hacernos creer que no existe, puesto que nadie se defiende de un enemigo que desconoce.
Uniendo ambos planteamientos: ¿Por qué no inventamos "La Noche del Narcosecuestrador" y vendemos armas, disfraces y drogas? Suena abominable, ¿Verdad? Pues así me suena la noche de brujas.
¿Te has preguntado por qué te disfrazas o por qué disfrazas a tus hijos?
Disfrazar a tus hijos con el argumento de que todos lo hacen no se me hace buen argumento. Las mayorías no siempre tienen la razón. Hace ya algunos siglos la mayoría pidio para Jesús la crucifixión. Hacerlo porque es la moda tampoco es argumento, porque también las estadísticas señalan que muchas mujeres son maltratadas, pero no por eso se vale lastimarlas.
"No tiene nada de malo" dicen algunos. Nos podemos autoengañar y pensar que es algo inofensivo, pero relajar los valores no los reafirma, antes los pierde.
¿Por qué a la sociedad se le facilita tanto disfrazarse de demonio pero al mismo tiempo se le haría ridículo que alguien saliera a la calle disfrazado de San Francisco de Asis?
Sutílmente, el Jalogüin va metiendo la idea en la mente de la sociedad de que lo malo no es tan malo y que lo bueno es aburrido, de que el demonio es un invento y que la brujería y lo oculto es un juego. Si hay una fiesta o evento en la actualidad en la que se note la ausencia de Dios, esa es el Jalogüin. Celebrarlo y de allí a creer otras cosas que nos sigan alejando de la Verdad, hay un solo paso.
Si no tienes un plan, alguien más te hará parte de su plan. Si celebras Jalogüin ¿En qué plan lo haces? ¿Es tu plan o te lo impuso alguien más?
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viernes, 23 de octubre de 2009
Pagando por la incompetencia
Alberto D. Quiroga V.
¿Qué sucede cuando quieres que los demás paguen por tu incompetencia? Te encaminas al fracaso.
Tomemos el ejemplo de un mecánico incompetente, que por desconocer el procedimiento de desmontaje de una pieza, la rompe. Seguramente lo primero que le pasa por la mente es que la debe reemplazar pues sino el auto no funcionará, pero difícilmente aceptará el cubrir el gasto y se lo cargará al cliente.
El resultado de la práctica anterior redunda en que el consumidor final acaba pagando un sobre precio por la falla del mecánico. Si por alguna razón el cliente acude con otro mecánico en el futuro y descubre que fue engañado, el mecánico incompetente automáticamente será vetado.
Hace poco comentaba la problemática de transferir nuestros errores a otros como una mala práctica debido a que al “quitarnos” la responsabilidad inconscientemente nos desobligamos de buscar soluciones.
De la misma manera, cuando nos acostumbramos a que los demás paguen por nuestra incompetencia tendemos a estancarnos pues hallamos una salida fácil a nuestros problemas.
Sin embargo, a veces se nos olvida que no estamos solos en este mundo y si bien es muy cómodo que los demás paguen por nuestros errores, por su parte los demás no están dispuestos a pagar por ellos, por lo menos conscientemente. Por lo tanto, cuando alguien descubre que está pagando de más, reacciona y busca otra opción.
Trabajé en una fábrica cuyo peso ideal de consumo era 700 gr para fabricar una pieza de 450 gr. Esto significaba que después de hacer los cortes y perforaciones, por cada 700 gr. de material nos quedaba una pieza de 450 gr. de producto terminado.
Pero en los libros y en los controles el peso de consumo estaba tasado en 975 gr. es decir, un 28% adicional. La cantidad se había calculado con base en los registros históricos, que incluían robos de material, desperdicios, malos almacenajes y mermas, y todo esto se justificaba diciendo que el proceso y el personal no estaba preparado para llegar a 700gr. y era mucho más cómodo tener un peso inflado que compensara errores, negligencia e incompetencia.
Obviamente, el precio de venta estaba en función de 950 gr.
Y así como este caso he sabido de otros, en los cuales, lejos de buscar mejoras se compensan las fallas, como la historia de aquel que cada vez que escuchaba un ruido en el motor de su auto le subía el volumen a la radio.
Cuando las empresas, personas o países acostumbradas a cobrar la incompetencia se enfrentan con otras que no la toleran, el resultado es que el cliente, el patrón o quien sirva de juez entre ambos toma una decisión lógica y se va con quien mejor le conviene.
Creo que todos en mayor o menor medida somos incompetentes, lo cual es bueno porque reafirmamos que somos perfectibles y podemos mejorar. Lo malo es cuando nos acostumbramos a ser incompetentes y encima queremos que los demás paguen por ello.
Tomemos el ejemplo de un mecánico incompetente, que por desconocer el procedimiento de desmontaje de una pieza, la rompe. Seguramente lo primero que le pasa por la mente es que la debe reemplazar pues sino el auto no funcionará, pero difícilmente aceptará el cubrir el gasto y se lo cargará al cliente.
El resultado de la práctica anterior redunda en que el consumidor final acaba pagando un sobre precio por la falla del mecánico. Si por alguna razón el cliente acude con otro mecánico en el futuro y descubre que fue engañado, el mecánico incompetente automáticamente será vetado.
Hace poco comentaba la problemática de transferir nuestros errores a otros como una mala práctica debido a que al “quitarnos” la responsabilidad inconscientemente nos desobligamos de buscar soluciones.
De la misma manera, cuando nos acostumbramos a que los demás paguen por nuestra incompetencia tendemos a estancarnos pues hallamos una salida fácil a nuestros problemas.
Sin embargo, a veces se nos olvida que no estamos solos en este mundo y si bien es muy cómodo que los demás paguen por nuestros errores, por su parte los demás no están dispuestos a pagar por ellos, por lo menos conscientemente. Por lo tanto, cuando alguien descubre que está pagando de más, reacciona y busca otra opción.
Trabajé en una fábrica cuyo peso ideal de consumo era 700 gr para fabricar una pieza de 450 gr. Esto significaba que después de hacer los cortes y perforaciones, por cada 700 gr. de material nos quedaba una pieza de 450 gr. de producto terminado.
Pero en los libros y en los controles el peso de consumo estaba tasado en 975 gr. es decir, un 28% adicional. La cantidad se había calculado con base en los registros históricos, que incluían robos de material, desperdicios, malos almacenajes y mermas, y todo esto se justificaba diciendo que el proceso y el personal no estaba preparado para llegar a 700gr. y era mucho más cómodo tener un peso inflado que compensara errores, negligencia e incompetencia.
Obviamente, el precio de venta estaba en función de 950 gr.
Y así como este caso he sabido de otros, en los cuales, lejos de buscar mejoras se compensan las fallas, como la historia de aquel que cada vez que escuchaba un ruido en el motor de su auto le subía el volumen a la radio.
Cuando las empresas, personas o países acostumbradas a cobrar la incompetencia se enfrentan con otras que no la toleran, el resultado es que el cliente, el patrón o quien sirva de juez entre ambos toma una decisión lógica y se va con quien mejor le conviene.
Creo que todos en mayor o menor medida somos incompetentes, lo cual es bueno porque reafirmamos que somos perfectibles y podemos mejorar. Lo malo es cuando nos acostumbramos a ser incompetentes y encima queremos que los demás paguen por ello.
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jueves, 22 de octubre de 2009
Las odiadas matemáticas
Alberto Quiroga V.
Acabo de leer un apasionante libro de matemáticas llamado "El hombre que calculaba" escrito por Malba Tahan, pseudónimo del escritor y profesor brasileño Julio César de Melo e Souza.
Entre muchas otras, la ventaja de tener hijos en edad escolar es que podemos repasar y recordar tiempos de aulas. Gracias a mi hijo he podido leer libros que no conocía y confieso que he tenido una agradable sorpresa con éste que les menciono.
Escrito como novela y entretejiendo problemas matemáticos, que hábilmente resuelve el protagonista Beremiz Samir, Malba Tahan cumple con creces el objetivo que se plateó al escribir el libro y que es desmitificar esa imagen equivocada de que las matemáticas son algo oscuro o complicado, a la par de demostrar que tiene sus grandes ventajas el saber de números.
En este mundo de hoy donde se juega con las cifras, las estadísticas se posicionan como una de las mentiras más socorridas de políticos y empresarios, por eso saber interpretar adecuadamente los números debería ser una de las constantes en todos nosotros.
¿Quien, por ejemplo, ve un poco más allá de los pagos chiquitos? Comprar una grabadora que vale $899.00 pagando solamente $26 semanales puede sonar atractivo, pero calcular que pagando en 52 semanas acabas pagando por ella $1,352.00 lo que da un 50% más por un producto que no es de vital importancia para sobrevivir puede ya no ser tan atractivo.
A nivel de economía nacional, tenemos el caso de los llamados excedentes petroleros. Jugando con números se calcula el precio del barril para un ejercicio fiscal en determinada cantidad, y si el precio real está por arriba del estimado y se vende más caro, a la diferencia se le considera un excedente, como si nos sacáramos la lotería y como buenos mexicanos a gastar... Y siempre existe la tentación de poner el precio más bajo de lo estimado ¡pos así ganamos más!
Plantear bien
En "El hombre que calculaba" se proponen varios ejercicios matemáticos que podríamos llamar engañosos, en los cuales, un planteamiento falso lleva un resultado erróneo.
Se narra en el libro que tres amigos estaban en una hostería, donde les cobran por el servicio 30 monedas de oro y cada uno de ellos coopera al pago con 10 monedas. Viendo que son buenos clientes, el dueño de la hostería les devuelve cinco monedas y siendo ellos tres, cada uno se queda con una moneda y dan dos de propina. Después de reflexionar uno de los clientes protesta: "Les han robado una moneda"
La molestia del huésped es la siguiente, si cada uno cooperó con diez monedas y le regresaron a cada uno una, eso significa que cada quien acabó pagando nueve. Como nueve por tres son 27 y dieron dos de propina, lo que hace un total de 29 ¿En donde está la moneda que hace falta?
Historias con problemas como éste, aderezados con datos históricos de los antiguos reinos árabes te llevan de la mano para convencerte de la importancia de saber matemáticas.
En nuestro México de hoy, así como se juegan con las cifras en las votaciones, excedentes petroleros, gastos de sindicatos y prestaciones, si todos supiéramos de números, no sólo como calculadores, que es una función mecánica, sino como analistas, que es una función pensante, entonces seríamos menos manipulables de lo que desgraciadamente somos.
Un niño que en la primaria se niega a saber de números y rehuye a los problemas matemáticos, queda a merced de aquellos que juegan con las cifras. Si a ti o a algún conocido no le gustan las matemáticas, estamos en buen momento para que les empiecen a gustar, digo, por si quieren saber en dónde quedó la moneda que hace falta.
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Acabo de leer un apasionante libro de matemáticas llamado "El hombre que calculaba" escrito por Malba Tahan, pseudónimo del escritor y profesor brasileño Julio César de Melo e Souza.
Entre muchas otras, la ventaja de tener hijos en edad escolar es que podemos repasar y recordar tiempos de aulas. Gracias a mi hijo he podido leer libros que no conocía y confieso que he tenido una agradable sorpresa con éste que les menciono.
Escrito como novela y entretejiendo problemas matemáticos, que hábilmente resuelve el protagonista Beremiz Samir, Malba Tahan cumple con creces el objetivo que se plateó al escribir el libro y que es desmitificar esa imagen equivocada de que las matemáticas son algo oscuro o complicado, a la par de demostrar que tiene sus grandes ventajas el saber de números.
En este mundo de hoy donde se juega con las cifras, las estadísticas se posicionan como una de las mentiras más socorridas de políticos y empresarios, por eso saber interpretar adecuadamente los números debería ser una de las constantes en todos nosotros.
¿Quien, por ejemplo, ve un poco más allá de los pagos chiquitos? Comprar una grabadora que vale $899.00 pagando solamente $26 semanales puede sonar atractivo, pero calcular que pagando en 52 semanas acabas pagando por ella $1,352.00 lo que da un 50% más por un producto que no es de vital importancia para sobrevivir puede ya no ser tan atractivo.
A nivel de economía nacional, tenemos el caso de los llamados excedentes petroleros. Jugando con números se calcula el precio del barril para un ejercicio fiscal en determinada cantidad, y si el precio real está por arriba del estimado y se vende más caro, a la diferencia se le considera un excedente, como si nos sacáramos la lotería y como buenos mexicanos a gastar... Y siempre existe la tentación de poner el precio más bajo de lo estimado ¡pos así ganamos más!
Plantear bien
En "El hombre que calculaba" se proponen varios ejercicios matemáticos que podríamos llamar engañosos, en los cuales, un planteamiento falso lleva un resultado erróneo.
Se narra en el libro que tres amigos estaban en una hostería, donde les cobran por el servicio 30 monedas de oro y cada uno de ellos coopera al pago con 10 monedas. Viendo que son buenos clientes, el dueño de la hostería les devuelve cinco monedas y siendo ellos tres, cada uno se queda con una moneda y dan dos de propina. Después de reflexionar uno de los clientes protesta: "Les han robado una moneda"
La molestia del huésped es la siguiente, si cada uno cooperó con diez monedas y le regresaron a cada uno una, eso significa que cada quien acabó pagando nueve. Como nueve por tres son 27 y dieron dos de propina, lo que hace un total de 29 ¿En donde está la moneda que hace falta?
Historias con problemas como éste, aderezados con datos históricos de los antiguos reinos árabes te llevan de la mano para convencerte de la importancia de saber matemáticas.
En nuestro México de hoy, así como se juegan con las cifras en las votaciones, excedentes petroleros, gastos de sindicatos y prestaciones, si todos supiéramos de números, no sólo como calculadores, que es una función mecánica, sino como analistas, que es una función pensante, entonces seríamos menos manipulables de lo que desgraciadamente somos.
Un niño que en la primaria se niega a saber de números y rehuye a los problemas matemáticos, queda a merced de aquellos que juegan con las cifras. Si a ti o a algún conocido no le gustan las matemáticas, estamos en buen momento para que les empiecen a gustar, digo, por si quieren saber en dónde quedó la moneda que hace falta.
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lunes, 19 de octubre de 2009
La bola de estambre
Alberto Quiroga V.
¿Has visto rodar una bola de estambre? Si no hay nada que detenga el extremo del estambre, la bola rodará completa, pero si algo lo atora, la bola rueda pero va dejando atrás hilo.
Si en nuestra vida nos aferramos a cosas que sólo nos detienen, comenzamos a deshacernos con nuestro rodar, al igual que la bola de estambre. Eso nos pasa con el resentimiento que nos ata al pasado mientras rodamos al futuro. Mientras más fuerte es el resentimiento, más rápida pasa la vida, más rápida rueda la bola y más pequeña se hace.
Si cortamos con el resentimiento, podemos seguir rodando sin el desgaste de quedar atados a lo que ya no podemos cambiar.
¿Has visto desaparecer una bola de estambre? Yo sí. La he visto desaparecer por las manos laboriosas de quien teje un sueter o una bufanda. Quien así lo hace transforma el hilo en una prenda que acaba por ser totalmente diferente y totalmente trascendente. Aumenta su valor y permanece.
No es lo mismo desgastarse por el piso, atado en un extremo que desgastarse transformado y vistiendo. Sin embargo el estambre es el mismo. Pero a diferencia de la bola de estambre, tú puedes decidir cómo te desgastas.
¿Has visto rodar una bola de estambre? Si no hay nada que detenga el extremo del estambre, la bola rodará completa, pero si algo lo atora, la bola rueda pero va dejando atrás hilo.
Si en nuestra vida nos aferramos a cosas que sólo nos detienen, comenzamos a deshacernos con nuestro rodar, al igual que la bola de estambre. Eso nos pasa con el resentimiento que nos ata al pasado mientras rodamos al futuro. Mientras más fuerte es el resentimiento, más rápida pasa la vida, más rápida rueda la bola y más pequeña se hace.
Si cortamos con el resentimiento, podemos seguir rodando sin el desgaste de quedar atados a lo que ya no podemos cambiar.
¿Has visto desaparecer una bola de estambre? Yo sí. La he visto desaparecer por las manos laboriosas de quien teje un sueter o una bufanda. Quien así lo hace transforma el hilo en una prenda que acaba por ser totalmente diferente y totalmente trascendente. Aumenta su valor y permanece.
No es lo mismo desgastarse por el piso, atado en un extremo que desgastarse transformado y vistiendo. Sin embargo el estambre es el mismo. Pero a diferencia de la bola de estambre, tú puedes decidir cómo te desgastas.
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viernes, 16 de octubre de 2009
Mi buena mala suerte
Alberto D. Quiroga Venegas
He estado haciendo un recuento de mi vida y veo que tengo una muy buena mala suerte.
Así es. A los ojos del mundo, durante mi vida, me han pasado cosas que en primera vista pueden parecer muy malas, pero que al tiempo he visto la conveniencia de ellas.
Me han despedido de trabajos en los que según yo he dado resultados, lo que me llevó a estados depresivos, pero de todos esos empleos saque la mejor parte, que fue la experiencia y el romper con una zona de confort que me llevó a tener nuevos retos.
No lo voy a negar, he sentido la desilusión, pero reconozco que esos episodios me han abierto la oportunidad de rozarme con otras personas que me dieron un crecimiento mucho mayor que el que hubiera podido tener si me hubiera quedado allí. A la distancia pienso en esos despidos y estoy seguro que fue lo mejor que me pudo haber pasado.
Tuve una muy buena mala suerte, porque de otra forma me hubiera estancado.
Dicen que lo bueno es enemigo de lo mejor y jugando con esa frase me he dado cuenta que lo malo es amigo de lo mejor porque lo malo que te pasa te puede ayudar a sacar lo mejor de ti mismo.
También me he topado con gente que me ha robado. No me refiero a delincuentes de la calle sino a otros más peligrosos, los de cuello blanco, que llegan contigo oliendo a colonia y bien presentados. También con ellos he tenido muy buena mala suerte, porque si bien me han robado, las cantidades no han sido como para dejarme en la ruina.
Cuando ha pasado eso, lo primero que he pensado es en la mala suerte que he tenido de ser estafado y me molesta el dinero perdido. Después, al tiempo, reconozco que mi mala suerte fue buena puesto que descubrí a tiempo los malos manejos y pude tener una salida menos lesiva que si no me hubiera percatado del problema.
Cuando alguien me pide dinero y no me lo paga pienso: Que mala suerte, mil pesos perdidos. Pero después, con el tiempo pienso Que buena suerte, me salió barato descubrir a un ladrón.
De igual forma con las falsas amistades, con las relaciones inconvenientes, con los accidentes de auto o con las enfermedades, he logrado descubrir que un aparente mal pequeño acaba por librarme de un mal enorme y real.
Y es curioso como uno mismo va por la vida malinterpretando los sucesos. En una ocasión, con mi esposa, comentábamos la coincidencia de que cada vez que lograba ganar un dinero extra se presentaba una situación que consumía ese dinero. Por poner un ejemplo, vendí dos cursos que no tenía contemplados lo que me representó un ingreso y a los pocos días el auto se descompuso necesitando una reparación mayor y cara.
-Que mala suerte -pensé- cada vez que tengo algo de dinero sale algo que se lo lleva.
Pero después descubrí un maravilloso secreto. Cada vez que me iba a pasar algo Dios me mandaba algo de trabajo extra para poder compensar ese gasto, lo que ha sido tan coincidente que en realidad me espanta porque no creo merecer tantas bendiciones.
Por ello te digo: Tengo muy buena mala suerte, por la cual le doy gracias a Dios.
Así es. A los ojos del mundo, durante mi vida, me han pasado cosas que en primera vista pueden parecer muy malas, pero que al tiempo he visto la conveniencia de ellas.
Me han despedido de trabajos en los que según yo he dado resultados, lo que me llevó a estados depresivos, pero de todos esos empleos saque la mejor parte, que fue la experiencia y el romper con una zona de confort que me llevó a tener nuevos retos.
No lo voy a negar, he sentido la desilusión, pero reconozco que esos episodios me han abierto la oportunidad de rozarme con otras personas que me dieron un crecimiento mucho mayor que el que hubiera podido tener si me hubiera quedado allí. A la distancia pienso en esos despidos y estoy seguro que fue lo mejor que me pudo haber pasado.
Tuve una muy buena mala suerte, porque de otra forma me hubiera estancado.
Dicen que lo bueno es enemigo de lo mejor y jugando con esa frase me he dado cuenta que lo malo es amigo de lo mejor porque lo malo que te pasa te puede ayudar a sacar lo mejor de ti mismo.
También me he topado con gente que me ha robado. No me refiero a delincuentes de la calle sino a otros más peligrosos, los de cuello blanco, que llegan contigo oliendo a colonia y bien presentados. También con ellos he tenido muy buena mala suerte, porque si bien me han robado, las cantidades no han sido como para dejarme en la ruina.
Cuando ha pasado eso, lo primero que he pensado es en la mala suerte que he tenido de ser estafado y me molesta el dinero perdido. Después, al tiempo, reconozco que mi mala suerte fue buena puesto que descubrí a tiempo los malos manejos y pude tener una salida menos lesiva que si no me hubiera percatado del problema.
Cuando alguien me pide dinero y no me lo paga pienso: Que mala suerte, mil pesos perdidos. Pero después, con el tiempo pienso Que buena suerte, me salió barato descubrir a un ladrón.
De igual forma con las falsas amistades, con las relaciones inconvenientes, con los accidentes de auto o con las enfermedades, he logrado descubrir que un aparente mal pequeño acaba por librarme de un mal enorme y real.
Y es curioso como uno mismo va por la vida malinterpretando los sucesos. En una ocasión, con mi esposa, comentábamos la coincidencia de que cada vez que lograba ganar un dinero extra se presentaba una situación que consumía ese dinero. Por poner un ejemplo, vendí dos cursos que no tenía contemplados lo que me representó un ingreso y a los pocos días el auto se descompuso necesitando una reparación mayor y cara.
-Que mala suerte -pensé- cada vez que tengo algo de dinero sale algo que se lo lleva.
Pero después descubrí un maravilloso secreto. Cada vez que me iba a pasar algo Dios me mandaba algo de trabajo extra para poder compensar ese gasto, lo que ha sido tan coincidente que en realidad me espanta porque no creo merecer tantas bendiciones.
Por ello te digo: Tengo muy buena mala suerte, por la cual le doy gracias a Dios.
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miércoles, 14 de octubre de 2009
¡Ay dolor!
Alberto D. Quiroga V.
Ya en otras ocasiones he mencionado que la forma de ver o plantear un problema, es determinante para encontrarle un solución o para que se quede incluso, sin resolver.
Cuando en un planteamiento se confunden las causas y los efectos, interpretándose unos por otras, quien intenta resolver el problema puede desgastarse tratando de eliminar un efecto que será recurrente mientras no se elimine la causa.
Recuerdo de mis clases de Anatomía los esfuerzos que hacía el Dr. Octavio Ríos para convencernos de estudiar algo que a la mayoría le parecía intrascendente y que era el estudio del funcionamiento del cuerpo humano. Entre otras ideas nos planteaba que si no sabíamos como funcionaba nuestro cuerpo podíamos desgastarnos inútilmente tratando de curar una tos (síntoma) provocada por una infección (causa) puesto que la mayoría de los remedios para la tos no sirven para acabar con todos los virus que pueden causar una infección.
Cosa similar sucede con el dolor. Actualmente, en la televisión se ofrecen medicamentos que ayudan a disminuir el dolor tal como si este fuera una causa y no un efecto. Por su parte, los médicos suelen reconocer en el dolor un gran aliado puesto que es una señal de alerta que permite detectar y descubrir en donde hay un problema. Tomar analgésicos o cualquier otra medicina antes de visitar al médico puede entorpecer la búsqueda de la verdadera causa y así evitar o retrasar su eliminación.
¡Ya no quiero sentir dolor! Palabras más o menos he escuchado varias veces esta súplica que es entendible pero a la vez distractora, porque suele enfocar a la gente a centrarse en el dolor (efecto) y no en la causa que lo produce. Y debido a que el dolor puede tener muchos inhibidores cómodos, la gente los busca para corregir en el inmediato plazo. Y en este caso me refiero tanto dolores físicos como mentales y espirituales.
Muchos alcohólicos reconocen que se refugiaban en la bebida para olvidar el dolor causado por problemas, pero no tenían claro que una vez pasado el efecto del alcohol el dolor regresaría más fuerte porque paradójicamente, la verdadera causa se había agravado a causa del alcoholismo.
En la mecánica automotriz existe un ejemplo claro de esta afición a tratar de desaparecer los efectos sin atacar las causas. Todos los autos traen luces indicadoras en el tablero, llamadas también testigos. Se encienden cuando se presenta un problema en alguno de los sistemas o cuando se activa un elemento, como el freno de mano. Debido a lo sofisticado de los sistemas, algunos mecánicos poco capacitados son incapaces de corregir la falla y por lo tanto, el foco permanece encendido indicándole al propietario que la falla persiste. Por lo tanto, los mecánicos toman el camino fácil y desconectan el foco en cuestión, desapareciendo el efecto pero permaneciendo la causa.
A semejanza de estos mecánicos, a veces caemos en la comodidad o falta de visión de tratar de desaparecer el dolor sin atacar sus causas. Al pensar que el dolor es lo que debemos de eliminar, dejamos de lado lo que lo está provocando y permitiéndole seguir causando daño.
En el ámbito deportivo, son recurrentes las historias de deportistas que han jugado prácticamente anestesiados, para engañar a un cuerpo que les está avisando que algo está mal. Pero el deseo de jugar para no perder la titularidad, la fama o lo que sea, al final acaba con su carrera cuando el problema es tan grave que ya no es posible corregirlo con una inyección.
Regresando a la comparación con los autos, circular en uno que cuente con malos indicadores puede ser muy peligroso. Pensar que el tanque de gasolina está lleno porque así lo marca un gasómetro defectuoso puede provocar que nos quedemos sin combustible a medio del camino a pesar de que el medidor indique que no hay problema.
De igual manera, en esta vida podemos quedarnos varados si seguimos pensando que el dolor es el enemigo a vencer y no un aliado que nos indique en donde están los problemas que debemos corregir.
.
Cuando en un planteamiento se confunden las causas y los efectos, interpretándose unos por otras, quien intenta resolver el problema puede desgastarse tratando de eliminar un efecto que será recurrente mientras no se elimine la causa.
Recuerdo de mis clases de Anatomía los esfuerzos que hacía el Dr. Octavio Ríos para convencernos de estudiar algo que a la mayoría le parecía intrascendente y que era el estudio del funcionamiento del cuerpo humano. Entre otras ideas nos planteaba que si no sabíamos como funcionaba nuestro cuerpo podíamos desgastarnos inútilmente tratando de curar una tos (síntoma) provocada por una infección (causa) puesto que la mayoría de los remedios para la tos no sirven para acabar con todos los virus que pueden causar una infección.
Cosa similar sucede con el dolor. Actualmente, en la televisión se ofrecen medicamentos que ayudan a disminuir el dolor tal como si este fuera una causa y no un efecto. Por su parte, los médicos suelen reconocer en el dolor un gran aliado puesto que es una señal de alerta que permite detectar y descubrir en donde hay un problema. Tomar analgésicos o cualquier otra medicina antes de visitar al médico puede entorpecer la búsqueda de la verdadera causa y así evitar o retrasar su eliminación.
¡Ya no quiero sentir dolor! Palabras más o menos he escuchado varias veces esta súplica que es entendible pero a la vez distractora, porque suele enfocar a la gente a centrarse en el dolor (efecto) y no en la causa que lo produce. Y debido a que el dolor puede tener muchos inhibidores cómodos, la gente los busca para corregir en el inmediato plazo. Y en este caso me refiero tanto dolores físicos como mentales y espirituales.
Muchos alcohólicos reconocen que se refugiaban en la bebida para olvidar el dolor causado por problemas, pero no tenían claro que una vez pasado el efecto del alcohol el dolor regresaría más fuerte porque paradójicamente, la verdadera causa se había agravado a causa del alcoholismo.
En la mecánica automotriz existe un ejemplo claro de esta afición a tratar de desaparecer los efectos sin atacar las causas. Todos los autos traen luces indicadoras en el tablero, llamadas también testigos. Se encienden cuando se presenta un problema en alguno de los sistemas o cuando se activa un elemento, como el freno de mano. Debido a lo sofisticado de los sistemas, algunos mecánicos poco capacitados son incapaces de corregir la falla y por lo tanto, el foco permanece encendido indicándole al propietario que la falla persiste. Por lo tanto, los mecánicos toman el camino fácil y desconectan el foco en cuestión, desapareciendo el efecto pero permaneciendo la causa.
A semejanza de estos mecánicos, a veces caemos en la comodidad o falta de visión de tratar de desaparecer el dolor sin atacar sus causas. Al pensar que el dolor es lo que debemos de eliminar, dejamos de lado lo que lo está provocando y permitiéndole seguir causando daño.
En el ámbito deportivo, son recurrentes las historias de deportistas que han jugado prácticamente anestesiados, para engañar a un cuerpo que les está avisando que algo está mal. Pero el deseo de jugar para no perder la titularidad, la fama o lo que sea, al final acaba con su carrera cuando el problema es tan grave que ya no es posible corregirlo con una inyección.
Regresando a la comparación con los autos, circular en uno que cuente con malos indicadores puede ser muy peligroso. Pensar que el tanque de gasolina está lleno porque así lo marca un gasómetro defectuoso puede provocar que nos quedemos sin combustible a medio del camino a pesar de que el medidor indique que no hay problema.
De igual manera, en esta vida podemos quedarnos varados si seguimos pensando que el dolor es el enemigo a vencer y no un aliado que nos indique en donde están los problemas que debemos corregir.
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martes, 13 de octubre de 2009
Durmiendo con el enemigo.
Alberto D. Quiroga V.
Que curioso resulta saber que muchas veces los dueños de las empresas, altos directivos o gerentes, tienen más miedo de su propia gente que de la competencia o de los inspectores gubernamentales.
Quién no ha sabido, o padecido, de bloqueos a gente que llega con ganas de aportar a una organización, y que lejos de ser vista como un apoyo se le ve como una amenaza.
Abundan los casos en que gente talentosa se ve confinada a puestos de poca importancia, mientras que gente incapaz y manejable sube como la espuma dentro de la organización, solo porque mientras los primeros se ven como gente peligrosa, y los segundos son como piezas de ajedrez que pueden ser movidos al antojo.
Mala situación de aquel que cae en una organización donde demuestre que sabe más que quienes están arriba, porque dice el refrán: "A ningún jefe le cae bien un subalterno que siempre tiene la razón"
Entre las conclusiones que podemos sacar de lo anterior, está el que no siempre la gente brillante triunfa por si misma, a menos que coincidan una serie de factores que le permitan un cauce a su brillantez.
Por ejemplo, seguramente Pelé no hubiera sido estrella de Fútbol si hubiera nacido en los EU, donde hubiera sido visto de otra forma, y donde el fútbol no era tan popular en esos entonces.
Cuantas veces no hemos tenido gente talentosa a un lado, y lejos de aprender de ella, buscamos zafarnos de esa pesada losa que es estar en segundo plano. Y si a esta situación le agregamos que el que se sienta amenazado tenga poder, nos encontramos con jefes que bloquean a sus empleados, que los alejan de proyectos importantes, o a quienes inclusive les encargan tareas improductivas para señalarlos como poco importantes para la empresa.
No es sencillo aceptar el reto de aprender de quienes se debería considerar saben menos que nosotros. Sin embargo, cuando impere una cultura laboral en la que los jefes se sientan orgullosos de los éxitos de su equipo, y donde no exista el miedo al reconocimiento, seguramente estaremos entrando a una nueva y mejor etapa.
Que curioso resulta saber que muchas veces los dueños de las empresas, altos directivos o gerentes, tienen más miedo de su propia gente que de la competencia o de los inspectores gubernamentales.
Quién no ha sabido, o padecido, de bloqueos a gente que llega con ganas de aportar a una organización, y que lejos de ser vista como un apoyo se le ve como una amenaza.
Abundan los casos en que gente talentosa se ve confinada a puestos de poca importancia, mientras que gente incapaz y manejable sube como la espuma dentro de la organización, solo porque mientras los primeros se ven como gente peligrosa, y los segundos son como piezas de ajedrez que pueden ser movidos al antojo.
Mala situación de aquel que cae en una organización donde demuestre que sabe más que quienes están arriba, porque dice el refrán: "A ningún jefe le cae bien un subalterno que siempre tiene la razón"
Entre las conclusiones que podemos sacar de lo anterior, está el que no siempre la gente brillante triunfa por si misma, a menos que coincidan una serie de factores que le permitan un cauce a su brillantez.
Por ejemplo, seguramente Pelé no hubiera sido estrella de Fútbol si hubiera nacido en los EU, donde hubiera sido visto de otra forma, y donde el fútbol no era tan popular en esos entonces.
Cuantas veces no hemos tenido gente talentosa a un lado, y lejos de aprender de ella, buscamos zafarnos de esa pesada losa que es estar en segundo plano. Y si a esta situación le agregamos que el que se sienta amenazado tenga poder, nos encontramos con jefes que bloquean a sus empleados, que los alejan de proyectos importantes, o a quienes inclusive les encargan tareas improductivas para señalarlos como poco importantes para la empresa.
No es sencillo aceptar el reto de aprender de quienes se debería considerar saben menos que nosotros. Sin embargo, cuando impere una cultura laboral en la que los jefes se sientan orgullosos de los éxitos de su equipo, y donde no exista el miedo al reconocimiento, seguramente estaremos entrando a una nueva y mejor etapa.
Alianzas Estratégicas
Alberto D. Quiroga V.
La batalla para ganar más no necesariamente se debe pelear a solas...
-Pedro es propietario de un taller. Para ganar más dinero se ha enfocado en buscar compañías que le envíen autos de sus flotillas. Después de mucho batallar consiguió una cita con el gerente de mantenimiento de una gran empresa, pero debió rechazar el trabajo por falta de capacidad.
-Antonio sufre mucho con las variaciones del mercado. Hay días que le llegan tantos autos que no se da abasto, aún cuando él y sus muchachos se queden hasta tarde. Pero en otras ocasiones no cae nada al taller, y debe sacar dinero del banco para pagar la nómina. Cuando esto pasa suele recordar la frase: Hay veces que nada el pato y hay veces que ni agua bebe.
-Roberto ha notado que sus clientes suelen pedirle servicios que no maneja. Por ejemplo, uno de ellos le solicitó el año pasado que le hicieran limpieza al radiador, pero como es algo que no hace ni conoce a nadie confiable, le negó el servicio al cliente. Después se enteró que este cliente probó con otro taller y ya no regresó.
Los tres ejemplos arriba mencionados son la muestra de situaciones que no puede manejar un taller solo. Pedro, Antonio y Roberto pierden oportunidades por no tener la capacidad y los elementos necesarios para tomarlas.
Uniendo fuerzas
Cuando reflexionamos acerca del principio de sinergia para potenciar los esfuerzos individuales parece ser que se habla exclusivamente de personas, pero lo que se aplica para los individuos, también se puede aplicar para las empresas.
¿Qué pasaría con Pedro, si antes de empezar su búsqueda de nuevos clientes, se hubiera reunido con otros propietarios de talleres para formar un equipo con el cual pudiera atender no 10, sino 50 autos a la semana? Pues seguramente se hubiera sentido confiado cuando la gran empresa le planteó la atención a más autos de los que él solo puede reparar, pero en equipo resulta una tarea manejable.
Y qué decir de Antonio, que a veces tiene mucho trabajo, y a veces nada. Si él logra ponerse de acuerdo con otros talleres para facilitarse entre ellos a los mecánicos, se podrían apoyar prestándose personal para evitar tenerlo ocioso, con el respectivo pago de sueldos.
En cuanto a Roberto, si él lograra formar una red de talleres con servicios complementarios, no dejaría que sus clientes buscaran opciones por otro lado y aumentaría sus ingresos promedio por cada visita.
Planteando una alianza
Es una realidad innegable que así como dos cabezas piensan más que una, dos talleres deben ser más fuertes que uno solo.
Desafortunadamente, algo que es tan obvio el teoría en la realidad tiene muchos obstáculos.
El primero de ellos es el egoísmo. Nos cuesta mucho trabajar en conjunto porque tendemos a ver las cosas exclusivamente desde nuestro punto de vista. En pocas palabras, queremos recibir pero estamos muy poco dispuestos a dar.
Nos encanta que nos recomienden clientes, pero nos es muy difícil dar recomendaciones. Podemos solicitar ayuda, pero pocas veces las brindamos.
Pero si vencemos el egoísmo y sabemos ver a largo plazo, las ventajas de trabajar con aliados saltan a la vista.
Por ejemplo, es una realidad que cada vez son más las marcas y modelos que se fabrican o comercializan en México, por lo tanto, es muy difícil que un taller cuente con toda la gama necesaria de Computadoras de Diagnóstico (Scanner) e información para atender a cualquier los autos. Si un taller quisiera estar preparado para poder diagnosticar todo tipo de vehículo lo tendría que hacer a un costo muy alto, y la inversión probablemente no se vería recompensada. Pero si en lugar de adquirir diez equipos, compra 3 y busca un convenio con otros talleres que tengan o adquieran otros diferentes., entonces recuperará más rápidamente su inversión.
Buscando ingredientes
En la receta de las Alianzas estratégicas podemos encontrar los siguientes ingredientes:
Lealtad, compromiso, visión de largo plazo y gusto por el trabajo en conjunto.
A lo largo de los años, he podido ver intentos de formar alianzas entre talleres y/o reaccionarias y cuando faltan los ingredientes arriba mencionados éstas se vienen abajo.
Recuerdo el caso de un grupo de Rectificadoras y Reconstructoras de Motor que se pusieron de acuerdo para realizar compras en conjunto para obtener precios de mayoreo. Al principio, no importaba la cantidad que comprara cada miembro porque todos estaban conscientes de los precios que pagaban cuando lo hacían en forma individual. Pero después de unos meses, los que compraban más empezaron a exigir que los que compraban menos tuvieran un menor descuento. Por su parte, estos últimos se sentían afectados porque consideraban que si bien compraban menos, a final de cuentas sumando todas las cantidades llegaban a buenos volúmenes de compra.
Las discusiones acabaron por disolver el grupo, y todos volvieron a pagar precios de menudeo.
Esto que se platica en dos párrafos condensa la falta de visión del trabajo conjunto y es un ejemplo de egoísmo.
También he conocido el caso de talleres que han pedido apoyo de otro para reparar un auto cuando se carga el trabajo, y el que lo repara aprovecha para dejar publicidad, ya sea con un volante en la guantera o una calcomanía en la puerta, lo cual le deja ver al dueño del vehículo que el auto no fue reparado en el taller al que lo llevó, sembrando duda y desconfianza.
En este caso, hablamos de un ejemplo de deslealtad.
En cuanto al compromiso, recuerdo un intento de algunos talleres que se encontraban repartidos por la zona metropolitana de la Ciudad de México, y que plantearon el ofrecer un servicio de rescate por zonas dando a los clientes una serie de teléfonos de atención para solicitar apoyo según se encontraran, con la obligación de apoyar sin hacer labor de venta.
Sin embargo, cuando llamaban para solicitar servicio, no todos los talleres participantes tenían el mismo nivel de compromiso para ayudar y le daban preferencia a sus propios clientes, lo que hizo perder la credibilidad del proyecto.
Como empezar una alianza
Primero que nada detecte una oportunidad. Ubique sus capacidades y descubra sus debilidades, y piense en alguien con quien podría compensar sus puntos débiles. Evalúe a su posible aliado pensando en su nivel de lealtad, compromiso y analice la capacidad de visión y de trabajo que tiene él.
Si considera que puede confiar en él, realice un esquema en donde le ofrezca algo equivalente a lo que usted está pidiendo, para establecer la alianza en un clima de ganancia mutua, en el famoso esquema de ganar-ganar.
Si su posible aliado acepta trabajar en conjunto con usted, definan claramente las bases sobre las cuales se desarrollará el trabajo conjunto, los compromisos y responsabilidades de cada quien y no inicien hasta que lleguen a un acuerdo.
Cuando comiencen a trabajar aliados dense un plazo de prueba para evaluar el funcionamiento y mantengan una comunicación estrecha para hacer los ajustes necesarios.
Revisen los resultados periódicamente, esto además de ser un indicador, puede ser motivante.
Establecer una alianza es como cualquier proyecto, requiere de un diagnóstico, análisis, propuestas y evaluaciones. Si de momento no existen las condiciones para realizar una, manténgase atento, y cuando se presente la oportunidad, aprovéchela.
La batalla para ganar más no necesariamente se debe pelear a solas...
-Pedro es propietario de un taller. Para ganar más dinero se ha enfocado en buscar compañías que le envíen autos de sus flotillas. Después de mucho batallar consiguió una cita con el gerente de mantenimiento de una gran empresa, pero debió rechazar el trabajo por falta de capacidad.
-Antonio sufre mucho con las variaciones del mercado. Hay días que le llegan tantos autos que no se da abasto, aún cuando él y sus muchachos se queden hasta tarde. Pero en otras ocasiones no cae nada al taller, y debe sacar dinero del banco para pagar la nómina. Cuando esto pasa suele recordar la frase: Hay veces que nada el pato y hay veces que ni agua bebe.
-Roberto ha notado que sus clientes suelen pedirle servicios que no maneja. Por ejemplo, uno de ellos le solicitó el año pasado que le hicieran limpieza al radiador, pero como es algo que no hace ni conoce a nadie confiable, le negó el servicio al cliente. Después se enteró que este cliente probó con otro taller y ya no regresó.
Los tres ejemplos arriba mencionados son la muestra de situaciones que no puede manejar un taller solo. Pedro, Antonio y Roberto pierden oportunidades por no tener la capacidad y los elementos necesarios para tomarlas.
Uniendo fuerzas
Cuando reflexionamos acerca del principio de sinergia para potenciar los esfuerzos individuales parece ser que se habla exclusivamente de personas, pero lo que se aplica para los individuos, también se puede aplicar para las empresas.
¿Qué pasaría con Pedro, si antes de empezar su búsqueda de nuevos clientes, se hubiera reunido con otros propietarios de talleres para formar un equipo con el cual pudiera atender no 10, sino 50 autos a la semana? Pues seguramente se hubiera sentido confiado cuando la gran empresa le planteó la atención a más autos de los que él solo puede reparar, pero en equipo resulta una tarea manejable.
Y qué decir de Antonio, que a veces tiene mucho trabajo, y a veces nada. Si él logra ponerse de acuerdo con otros talleres para facilitarse entre ellos a los mecánicos, se podrían apoyar prestándose personal para evitar tenerlo ocioso, con el respectivo pago de sueldos.
En cuanto a Roberto, si él lograra formar una red de talleres con servicios complementarios, no dejaría que sus clientes buscaran opciones por otro lado y aumentaría sus ingresos promedio por cada visita.
Planteando una alianza
Es una realidad innegable que así como dos cabezas piensan más que una, dos talleres deben ser más fuertes que uno solo.
Desafortunadamente, algo que es tan obvio el teoría en la realidad tiene muchos obstáculos.
El primero de ellos es el egoísmo. Nos cuesta mucho trabajar en conjunto porque tendemos a ver las cosas exclusivamente desde nuestro punto de vista. En pocas palabras, queremos recibir pero estamos muy poco dispuestos a dar.
Nos encanta que nos recomienden clientes, pero nos es muy difícil dar recomendaciones. Podemos solicitar ayuda, pero pocas veces las brindamos.
Pero si vencemos el egoísmo y sabemos ver a largo plazo, las ventajas de trabajar con aliados saltan a la vista.
Por ejemplo, es una realidad que cada vez son más las marcas y modelos que se fabrican o comercializan en México, por lo tanto, es muy difícil que un taller cuente con toda la gama necesaria de Computadoras de Diagnóstico (Scanner) e información para atender a cualquier los autos. Si un taller quisiera estar preparado para poder diagnosticar todo tipo de vehículo lo tendría que hacer a un costo muy alto, y la inversión probablemente no se vería recompensada. Pero si en lugar de adquirir diez equipos, compra 3 y busca un convenio con otros talleres que tengan o adquieran otros diferentes., entonces recuperará más rápidamente su inversión.
Buscando ingredientes
En la receta de las Alianzas estratégicas podemos encontrar los siguientes ingredientes:
Lealtad, compromiso, visión de largo plazo y gusto por el trabajo en conjunto.
A lo largo de los años, he podido ver intentos de formar alianzas entre talleres y/o reaccionarias y cuando faltan los ingredientes arriba mencionados éstas se vienen abajo.
Recuerdo el caso de un grupo de Rectificadoras y Reconstructoras de Motor que se pusieron de acuerdo para realizar compras en conjunto para obtener precios de mayoreo. Al principio, no importaba la cantidad que comprara cada miembro porque todos estaban conscientes de los precios que pagaban cuando lo hacían en forma individual. Pero después de unos meses, los que compraban más empezaron a exigir que los que compraban menos tuvieran un menor descuento. Por su parte, estos últimos se sentían afectados porque consideraban que si bien compraban menos, a final de cuentas sumando todas las cantidades llegaban a buenos volúmenes de compra.
Las discusiones acabaron por disolver el grupo, y todos volvieron a pagar precios de menudeo.
Esto que se platica en dos párrafos condensa la falta de visión del trabajo conjunto y es un ejemplo de egoísmo.
También he conocido el caso de talleres que han pedido apoyo de otro para reparar un auto cuando se carga el trabajo, y el que lo repara aprovecha para dejar publicidad, ya sea con un volante en la guantera o una calcomanía en la puerta, lo cual le deja ver al dueño del vehículo que el auto no fue reparado en el taller al que lo llevó, sembrando duda y desconfianza.
En este caso, hablamos de un ejemplo de deslealtad.
En cuanto al compromiso, recuerdo un intento de algunos talleres que se encontraban repartidos por la zona metropolitana de la Ciudad de México, y que plantearon el ofrecer un servicio de rescate por zonas dando a los clientes una serie de teléfonos de atención para solicitar apoyo según se encontraran, con la obligación de apoyar sin hacer labor de venta.
Sin embargo, cuando llamaban para solicitar servicio, no todos los talleres participantes tenían el mismo nivel de compromiso para ayudar y le daban preferencia a sus propios clientes, lo que hizo perder la credibilidad del proyecto.
Como empezar una alianza
Primero que nada detecte una oportunidad. Ubique sus capacidades y descubra sus debilidades, y piense en alguien con quien podría compensar sus puntos débiles. Evalúe a su posible aliado pensando en su nivel de lealtad, compromiso y analice la capacidad de visión y de trabajo que tiene él.
Si considera que puede confiar en él, realice un esquema en donde le ofrezca algo equivalente a lo que usted está pidiendo, para establecer la alianza en un clima de ganancia mutua, en el famoso esquema de ganar-ganar.
Si su posible aliado acepta trabajar en conjunto con usted, definan claramente las bases sobre las cuales se desarrollará el trabajo conjunto, los compromisos y responsabilidades de cada quien y no inicien hasta que lleguen a un acuerdo.
Cuando comiencen a trabajar aliados dense un plazo de prueba para evaluar el funcionamiento y mantengan una comunicación estrecha para hacer los ajustes necesarios.
Revisen los resultados periódicamente, esto además de ser un indicador, puede ser motivante.
Establecer una alianza es como cualquier proyecto, requiere de un diagnóstico, análisis, propuestas y evaluaciones. Si de momento no existen las condiciones para realizar una, manténgase atento, y cuando se presente la oportunidad, aprovéchela.
martes, 6 de octubre de 2009
El billete falso
Alberto Quiroga Venegas
Una mañana de camino al trabajo me detuve en la tienda de costumbre a comprar mi desayuno, ese que los estadounidenses llaman "On go" y que consiste en comer lo que se pueda mientras manejamos por horas en el tránsito cargado de la ciudad de México.
Me dice el dependiente que son 35 pesos y pago distraído con un billete de 200.
Tienes suerte -me dice- solamente tengo un billete de 100 y no tengo suficientes monedas.
¿Por qué tengo suerte? -pienso mientras recibo el cambio y noto una extraña textura en el billete. Lo reviso y veo una burda y borrosa imagen de Netzahualcoyotl. Trato de observar la marca de agua y la percibo de lodo, porque es visible a simple vista y no solamente a contraluz y determino.
Este billete es falso- y lo devuelvo.
¿En que es falso? me alega. Y respondo que basta mirarlo.
-Pues no es falso.
-Pues no lo quiero- y pongo sobre el mostrador la mercancía.
El tendero toma el billete y pide a gritos a su mujer otro billete de a 100 - ¿no que nada más tenías uno? y la mujer pregunta desde dentro. ¿Y ora por qué?
-Pues quesque es falso...
Recibo otro billete de a 100, recojo mi desayuno del mostrador y me marcho para jamás regresar a esa tienda.
Mientras tomo mis alimentos, solo y rodeado de miles de automovilistas, pienso en el billete falso. Si hay alguien distraído ese soy yo, que me tenía que encadenar las llaves de la casa al pantalón para no perderlas, pero a pesar de mi distracción la falsificación era tan burda que la he notado.
¿Cuántas veces -me pregunto- habrán pasado por mis manos billetes falsos sin que haya dado cuenta?
Entonces recuerdo que en alguna ocasión pase por una tienda y pagué con un billete de a 20 que me fue devuelto de inmediato.
Es falso -me dijeron- no sirve.
¿En que es falso? -pregunté y me responden que le hace falta un pequeño detalle en el águila.
Lo cambié por uno bueno y después revisé mi billete falso. Efectivamente, parecía bueno, pero faltaba un detalle en el ave y el papel, aunque similar, no era el que debiera. Lo doblé en cuatro y lo guardé en el fondo de mi cartera al tiempo que traté de recordar donde lo obtuve sin dar con la respuesta.
Un buen billete falso
Para que un billete falso sea tomado por bueno, debe ser lo más parecido posible a uno legal. Pero aun si esta hecho con los mismos materiales, prensas y tintas, el billete sería falso si no tiene el respaldo de un gobierno que lo emita.
Algunas personas o ideas parecen ser buenas, y es solamente un pequeño detalle el que nos demuestra su falsedad. Pero a veces por pequeño lo minimizamos y le quitamos importancia.
Circula por allí una historia de una persona deprimida que se encuentra con un amigo, quien le muestra un billete nuevo. Para demostrar que aun cuando la persona se deprima no pierde su valor, el amigo animoso arruga el billete y lo ensucia para demostrar que sigue valiendo a pesar de lo ajado. Aun cuando un billete legal esté roto, puede recuperar su valor con cinta adhesiva transparente.
En el extremo contrario, tenemos a billetes que parecen ser buenos, pero a la hora de la verdad, una leve diferencia revela su falsedad.
Todos identificamos a personas malas que nos quieren dañar cuando son muy obvias, como sería el caso de un asaltante que en una calle vacía se nos acerca con cuchillo en mano. Pero no todos identificamos a tiempo a personas que nos quieren dañar y se nos acercan con la sonrisa en la boca y la mano extendida.
De igual forma en que un billete falso se revela por pequeños detalles, aun cuando esté muy bien hecho, así los falsos amigos se revelan por pequeños detalles. La mentira y la incongruencia entre el decir y el actuar son dos de los denominadores de los falsos amigos. La ausencia en momentos de necesidad es otro de los indicadores. El ataque a nuestros valores también, aunque esto lo suelen hacer de manera velada. Por último los resultados: Un mal amigo siempre te lleva a resultados lamentables en el mediano y largo plazo.
Tintas especiales, máquinas de luz ultravioleta, marcas de agua y micro impresiones son detalles que nos ayudan a distinguir un billete falso de uno bueno. También los pequeños detalles nos ayudan a distinguir una idea o persona falsa de una buena, pero debemos estar atentos. Así como en los negocios cuidan su dinero revisando los billetes así en nuestra vida cuidemos nuestra tranquilidad revisando a quien llamamos amigo y le otorgamos nuestra confianza.
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Una mañana de camino al trabajo me detuve en la tienda de costumbre a comprar mi desayuno, ese que los estadounidenses llaman "On go" y que consiste en comer lo que se pueda mientras manejamos por horas en el tránsito cargado de la ciudad de México.
Me dice el dependiente que son 35 pesos y pago distraído con un billete de 200.
Tienes suerte -me dice- solamente tengo un billete de 100 y no tengo suficientes monedas.
¿Por qué tengo suerte? -pienso mientras recibo el cambio y noto una extraña textura en el billete. Lo reviso y veo una burda y borrosa imagen de Netzahualcoyotl. Trato de observar la marca de agua y la percibo de lodo, porque es visible a simple vista y no solamente a contraluz y determino.
Este billete es falso- y lo devuelvo.
¿En que es falso? me alega. Y respondo que basta mirarlo.
-Pues no es falso.
-Pues no lo quiero- y pongo sobre el mostrador la mercancía.
El tendero toma el billete y pide a gritos a su mujer otro billete de a 100 - ¿no que nada más tenías uno? y la mujer pregunta desde dentro. ¿Y ora por qué?
-Pues quesque es falso...
Recibo otro billete de a 100, recojo mi desayuno del mostrador y me marcho para jamás regresar a esa tienda.
Mientras tomo mis alimentos, solo y rodeado de miles de automovilistas, pienso en el billete falso. Si hay alguien distraído ese soy yo, que me tenía que encadenar las llaves de la casa al pantalón para no perderlas, pero a pesar de mi distracción la falsificación era tan burda que la he notado.
¿Cuántas veces -me pregunto- habrán pasado por mis manos billetes falsos sin que haya dado cuenta?
Entonces recuerdo que en alguna ocasión pase por una tienda y pagué con un billete de a 20 que me fue devuelto de inmediato.
Es falso -me dijeron- no sirve.
¿En que es falso? -pregunté y me responden que le hace falta un pequeño detalle en el águila.
Lo cambié por uno bueno y después revisé mi billete falso. Efectivamente, parecía bueno, pero faltaba un detalle en el ave y el papel, aunque similar, no era el que debiera. Lo doblé en cuatro y lo guardé en el fondo de mi cartera al tiempo que traté de recordar donde lo obtuve sin dar con la respuesta.
Un buen billete falso
Para que un billete falso sea tomado por bueno, debe ser lo más parecido posible a uno legal. Pero aun si esta hecho con los mismos materiales, prensas y tintas, el billete sería falso si no tiene el respaldo de un gobierno que lo emita.
Algunas personas o ideas parecen ser buenas, y es solamente un pequeño detalle el que nos demuestra su falsedad. Pero a veces por pequeño lo minimizamos y le quitamos importancia.
Circula por allí una historia de una persona deprimida que se encuentra con un amigo, quien le muestra un billete nuevo. Para demostrar que aun cuando la persona se deprima no pierde su valor, el amigo animoso arruga el billete y lo ensucia para demostrar que sigue valiendo a pesar de lo ajado. Aun cuando un billete legal esté roto, puede recuperar su valor con cinta adhesiva transparente.
En el extremo contrario, tenemos a billetes que parecen ser buenos, pero a la hora de la verdad, una leve diferencia revela su falsedad.
Todos identificamos a personas malas que nos quieren dañar cuando son muy obvias, como sería el caso de un asaltante que en una calle vacía se nos acerca con cuchillo en mano. Pero no todos identificamos a tiempo a personas que nos quieren dañar y se nos acercan con la sonrisa en la boca y la mano extendida.
De igual forma en que un billete falso se revela por pequeños detalles, aun cuando esté muy bien hecho, así los falsos amigos se revelan por pequeños detalles. La mentira y la incongruencia entre el decir y el actuar son dos de los denominadores de los falsos amigos. La ausencia en momentos de necesidad es otro de los indicadores. El ataque a nuestros valores también, aunque esto lo suelen hacer de manera velada. Por último los resultados: Un mal amigo siempre te lleva a resultados lamentables en el mediano y largo plazo.
Tintas especiales, máquinas de luz ultravioleta, marcas de agua y micro impresiones son detalles que nos ayudan a distinguir un billete falso de uno bueno. También los pequeños detalles nos ayudan a distinguir una idea o persona falsa de una buena, pero debemos estar atentos. Así como en los negocios cuidan su dinero revisando los billetes así en nuestra vida cuidemos nuestra tranquilidad revisando a quien llamamos amigo y le otorgamos nuestra confianza.
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