martes, 1 de febrero de 2011

Carta de una conciencia acallada



A quien corresponda:

Te quiero aclarar antes de leer esta carta que no va dirigida a ti, así que por favor no te ofendas. Considérala por favor escrita para otra persona.

Me animé a escribirla porque poco a poco has hecho todo lo posible por acallarme, ya no me dejas hablar, le subes al radio o marcas rápido por tu celular cada vez que intento hacerte reflexionar y sacarte de ese camino cuesta abajo. Por eso se me ha ocurrido hacer esta carta y tratar de por este medio ayudarte y que me dejes hacer mi labor.

Tal vez leyéndola y pensando que es para otra gente, no te cierres como te has cerrado últimamente, tachándome de mojigata cuando en realidad ni tú mismo estás convencido de que estás actuando bien, aunque te niegues a aceptarlo.

Así que piensa que es para otra persona y que ha caído en tus manos por casualidad y léela aunque sea por morbo, y ve en esa otra persona, a la que va dirigida la carta lo evidente que te niegas a aceptar.

Antes que nada me duele ver cómo te has alejado de tus verdaderos amigos, incluidos entre ellos Dios en primer lugar. No se lo dijiste a nadie, pero cuando estuvieron a punto de descubrir el desfalco que hiciste en la oficina le prometiste regresar a misa cada domingo y cambiar tu forma de ser con tu esposa y con tus hijos si eso no llegaba a descubrirse. A mí no me lo dijiste pero yo si te escuche. Después, te sacaste la lotería, cubriste ese dinero y hasta te sobró y te olvidaste de tu promesa y cada vez que te la recordaba me intentabas marear con torpes explicaciones de las leyes de la probabilidad en las que intentabas demostrar que ese dinero obtenido por azar te liberaba de tu promesa.

Te alejaste de G porque no te apoyaba en tu adulterio. El se preocupaba por ti y te llegó a insinuar que estabas tan idiotizado con esa mujer que serias capaz de robar y tú lo acusaste de tenerte envidia por no ser lo suficientemente hombre para tener una amante. Le dejaste de hablar, te le negabas en el teléfono y hasta inventaste una historia para que tu esposa se pusiera de tu lado y no le extrañara que lo abandonaras, cuando debiste abandonar a otra persona. Tal como te lo dijo G, los gastos adicionales y las exigencias de ella te llevaron a robar y pusieron en riesgo tu familia, tu casa y tu futuro, de no haber sido por esa providencial ayuda que te permitió cubrir ese faltante.

Pero a pesar de eso y de que la vida te dio una nueva oportunidad no entendiste, seguiste con ella y afortunadamente, cuando se te agotó el dinero y ya no quisiste robar más te dejó. Y aquí te tengo que echar en cara que te hayas vuelto entonces contra tu esposa, criticándola, agrediéndola y burlándote de su tolerancia porque a ella si la podías agredir y a la otra no.

Antes orabas por las noches y ahora te burlas de tus hijos cuando rezan. Sí tú no los estás apoyando ¿Por qué les quitas el consuelo de un Padre amable y bondadoso que ellos tienen en el cielo? Tú sabes muy bien que en tu caso, la verdadera razón de no querer rezar es que temes enfrentarte contigo mismo, con esa persona que se te ha vuelto despreciable pero tan soberbia que no es capaz de pedir ayuda ni de decir: Perdón.

Tu resentimiento te está encerrando en una pecera de odio que te permite ver a los demás pero no entrar en contacto con ellos. Lo sabes bien, esta forma de actuar te está llevando a bajar tu ritmo de trabajo cada vez más, has dejado de ser productivo, alegre, estás subiendo de peso y me duele decírtelo, pero estás a punto de que tu corazón te pase factura con un infarto. Tu alma es un fiel reflejo de lo que le está pasando a lo demás. Sabes que la estás perdiendo y quieres minimizarlo leyendo libros de New Age, esos mismos que criticaste en la juventud por lo incongruente de sus planteamientos, pero en los cuales quieres encontrar un consuelo que te libre de ese infierno que ves más cerca.

Quisiera seguir, porque no me han dejado expresarme, pero no quiero ni debo abrumar. Con que comencemos con el principio es suficiente. Detrás de la bruma sigues teniendo claros tus principios. Haz lo que tienes que hacer y lo que no, déjalo. Yo sigo aquí, a tu lado, enseñando un camino que a veces parece tortuoso pero es alegre y seguro. El otro, el cómodo y amplio que has tomado, ya sabes a donde llega...


Atentamente

Una conciencia
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