viernes, 4 de febrero de 2011
Intima fidelidad
Estamos a pocos días de la beatificación de Juan Pablo II. Tal vez ningún otro papa había sido tan cercano a México y a los mexicanos.
Con sus visitas a nuestro país, Juan Pablo hizo cercana la figura de Cristo a quien representó en la Tierra. Antes de él, pocos mexicanos eran los que en su vida tenían la oportunidad de ver a un pontífice pero gracias a sus viajes millones de en todo el mundo tuvieron la oportunidad de sentirlo cerca y más aun cercano.
Y es precisamente por esa cercanía que muchos estamos muy contentos por su beatificación a pesar de que algunos aprovecharan el momento para tratar de socavar esa roca en la que está fundada nuestra Iglesia con falsedades que iran de lo perverso a lo ridículo pero...
Juan Pablo II ciertamente ha dejado su página escrita en la historia. Lo que hizo a nivel mundial, en temas como la justicia, la paz y la verdadera política se suman a su importante papel religioso que tuvo influencia no solamente en los católicos sino en otras denominaciones religiosas. En lo que a nuestro país respecta, nos hizo sentirlo propio. "Me han hecho sentir mexicano" fue una de las frases que quedarán grabadas, recordando ese México siempre fiel.
El ya no está físicamente con nosotros, pero puede permanecer aquí mientras su recuerdo y su trascendencia perduren. Ahora que estamos viviendo tiempos difíciles, la memoria me trae los comentarios que se hicieron durante esas visitas papales: La gente se comportaba mejor, se redujo la delincuencia, bajaron los accidentes y se llegó a respirar un aire de tranquilidad y mejora. "Debería quedarse para siempre" era la petición popular.
El Papa no vino representando al Papa, vino representando a Cristo y así nos lo hizo saber siempre. Estoy seguro que se debió marchar pero su intención fue recordarnos que Cristo sigue presente entre nosotros, en nuestros hermanos necesitados y más aun, en los mismos delincuentes que están tan desconectados del amor de Dios que necesitan que alguien se los recuerde.
Con esta beatificación, se nos da la oportunidad de recordar nuevamente que Cristo permanece, que la Iglesia perdura aunque las personas pasen.
Juan Pablo II ya está en el cielo, pero esa íntima fidelidad con Dios que él nos recordó buscar y mantener, es una excelente forma de conservarlo entre nosotros.
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