martes, 29 de diciembre de 2009

Dios es el médico.

Alberto Quiroga V.

Hoy se cumplen nueve años de la muerte de mi padre a quien mucho suelo recordar.


Entre las cosas que constantemente se pasean por mi memoria, está la imagen de un antiguo cartel colgado en la pared de su consultorio donde se podía leer la frase:


Dios es el médico, yo soy su criado.
Si a El le place, trabajaré con provecho.



Siendo yo niño, le pregunté a mi padre el significado de la frase, puesto que a mi eso de “le place” me sonaba a algo así como: “Si a Dios le da la gana”.

Afortunadamente mi padre tenía casi todas las respuestas a mis preguntas infantiles y me explicó que lo que significaba era que si lo que él hacía como médico era agradable a Dios, entonces era provechoso.

Son muchas las enseñanzas que me dejó mi padre a través de esta sencilla frase colgada en la pared de su consultorio.

Me enseñó a reconocerse abiertamente creyente, aun a riesgo de perder pacientes.

También me recuerda que tanto nuestros conocimientos, capacidades y cuerpo están solamente prestados, que lo que somos y sabemos de nuestra profesión es efímero y en resumen, Dios es el patrón, El decide si nos mantiene o nos despide.

En la segunda parte va la invitación a reflexionar: Nuestros actos no son indiferentes y nuestras decisiones jamás se quedan sin repercusiones. Lo que agrada a Dios nos engrandece y lo que no, nos envilece. Así que aun cuando mi profesión no es tan humana como la medicina, también Dios es el ingeniero y yo soy su criado y si lo que hago no es agradable a El, estoy trabajando en vano.

Han pasado nueve años y ahora que muchos médicos se han convertido en asesinos y mercenarios, que sus pacientes no son sino estadísticas o simples clientes que valen en cuanto dinero tienen, la frase regresa constantemente a mi memoria.

Y junto con la frase veo la bata blanca de mi padre, sus manos siempre limpias oliendo a jabón; lo recuerdo curando a sus pacientes a veces sin cobrar y retrasando las salidas de paseo por una urgencia. Ahí sigue, manejando a altas horas de la noche, con su maletín al lado en el asiento del auto o limpiando las muestras de medicina que solía regalar a sus pacientes.

Y recuerdo…

… que Dios es el médico y que mi padre fue su criado.

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