lunes, 2 de noviembre de 2009

Un peligro que no se ve

Alberto Quiroga V.

Ayer estuve con mi esposa y mis hijos el Pachuca, la Bella Airosa. Fiel a su nombre, estuvo soplando un viento frió que nos recuerda el invierno cercano.

Entrando a la ciudad vi las instalaciones del Tec de Monterrey y recordé hace algunos años cuando montamos allí una exposición y los stands fueron tirados por el viento. Eso me ayudó a tratar de compartir un poco de cultura con mi familia y salió el tema de la Bella Airosa y el porque del sobrenombre.

Recordé que cuando monté la exposición le especifiqué al cliente que los stands no se podían montar a la intemperie.

No va a llover -me interrumpió.
No me preocupa la lluvia -le contesté- me preocupa el viento.

No ha soplado -contraatacó y sarcásticamente le respondí: ¿Sabes por qué a Pachuca le dice la Bella Airosa? No te puedo montar a la intemperie.

El cliente aceptó poner una carpa pero sin embargo y a pesar de la plática, se las arregló para obligar a mi gente a montar dos stands a la intemperie con el pretexto de que estaban entre dos edificios que le protegían del viento y como yo no fui en esa ocasión a supervisar ni me reportaron el detalle, el cliente se salió con la suya, pero sólo momentáneamente, porque a las pocas horas tuvo que avisar de los stands en el piso y todo se complicó por no atender las precauciones debidas.

Varias veces me he preguntado porque la gente no piensa en la fuerza del viento y llego a la conclusión de que lo hace porque no lo ve. El sentido al que más peso le damos es por lo general el de la vista y lo que no vemos suele ser menospreciado.

El viento puede tirar estructuras que en apariencia son sólidas tal como pasó en 1940 con el Puente de Tacoma (Foto de esta entrada), del cual incluso existe una filmación que se volvió un clásico en las escuelas de ingeniería para explicar estos fenómenos de fuerza y resonancia. En Estados Unidos, donde los tornados son devastadores, se contempla más la fuerza del viento, pero a nivel práctico en México no se le toma en cuenta a pesar de que derriba anuncios espectaculares, casas de madera, provoca accidentes de tráfico y llega a voltear camiones. Con todo ello, no es visto como un elemento peligroso por eso precisamente, porque no se ve.

Y así como no vemos el viento tampoco apreciamos el efecto de esa pérdida de valores disfrazada de libertad o de esa deficiencia en la educación que se ha trasladado de las aulas a la televisión. No vemos esos peligros y por ello son más peligrosos: Porque no los vemos.

Para proteger lo que queremos o valoramos debemos utilizar algo más que la vista, tenemos más sentidos y sobre todo tenemos una capacidad que nos lleva a interpretar lo que nuestros sentidos captan. Confiar sólo en lo que vemos nos puede llevar a resultar dañados por lo que no vemos.
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario