lunes, 28 de febrero de 2011
El tributo
Pagar tributo empobrecía a los pueblos. Ocasionó que muchos desaparecieran y que otros buscaran su libertad. Se pagaba casi siempre por razones absurdas, injustas y ofensivas (sé que estás pensando en Hacienda) y generaban mucha frustración.
El tributo mandaba señales implícitas, una de ellas era que no importaba el pueblo en cuanto fuera capaz de pagar sin reclamar. Pagar no daba derechos, solamente más obligaciones.
Afortunadamente, de vez en cuando alguna revolución libraba a los sometidos de esta carga, aunque a veces solamente cambiaban el nombre de quien cobraba y un tirano era sustituido por otro.
Los pueblos sometidos por los aztecas debian pagar tributos que iban desde granos de cacao hasta doncellas hijas de un cacique. Por esto es fácil entender que se hayan puesto rápidamente del lado de los españoles, quienes con sus encomiendas siguieron maltratando a los indios. Un viaje por la historia de otras culturas nos darán ejemplos semejantes.
Y eso sí, el tributo nunca se pagaba por gusto.
Lo que la historia nos marca como una forma de sometimiento se puede introyectar para autodetectarla porque seguimos pagando tributo y tal como antaño y lo hacemos por razones absurdas, ofensivas y no pocas veces desconocidas. Pagar tributo termina por generar frustración y nos obliga a veces dentro de nuestra desesperación a tratar de librarnos de un tirano cayendo en poder de otro, como quien sale del alcohol para caer en las drogas.
Se paga, por ejemplo, el tributo del odio, recordando continuamente a quienes nos dañaron, reviviendo una y otra vez las escenas que nos causan dolor y teniendo dentro de nuestros pensamientos a quienes ya deberiamos haber arrumbado en una tumba de olvido.
Se paga el tributo de la envidia, mostrando menosprecio a quien nos demuestra ser mejor o tiene más, desperdiciando la energía creativa deseando el mal de otro cómo si ese fuera nuestro bien.
También se cobra tributo en nuestra actitud negativa, robándonos nuestras intenciones de ser mejores, porque cada vez que intentamos superarnos escogemos el camino fácil del pretexto, la evasión o la complacencia.
Tal vez ya no sean granos de cacao, doncellas, piezas de oro o cabezas de ganado. Pero los tributos que pagamos nos van dejado sin ilusiones, sueños, deseos, amigos, hermanos... Así que debemos preguntarnos porque escogemos a veces formas de ser y de pensar que no nos llevan a mejores estados, en un tributo las más de las veces autoimpuesto.
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jueves, 24 de febrero de 2011
La casa de Don Atilano Serra
Cuento corto
Cuando murió Don Atilano Serra únicamente le sobrevivía Carlos, un sobrino lejano. Varias veces el anciano intentó que lo visitara pero amablemente el sobrino siempre le ponía pretextos, eso sí, bastante convincentes porque Atilano jamás modificó su testamento. Le heredó todo lo que tenía.
Ni siquiera muerto Carlos tuvo tiempo de ir a la casa de su tío, mando un empleado para que le dijera como estaba la situación y éste le comentó que la casa estaba llena de cosas viejas e inservibles, tal vez con la esperanza de que le permitiera encargarse de ellas y aprovechar lo de valor, pero lo ocupó en otras cosas y el empleado jamás tuvo acceso nuevamente a la casa.
A Carlos no le interesaba conservar ni la casa ni lo que tenía dentro. Siendo de un estilo minimalista todo lo que olía a polvo y a viejo le daba alergia y el dinero no le faltaba. La solución práctica era vender la casa y olvidar el asunto. En una inmobiliaria le dijeron que si la quería vender rápido le convenía ofrecerla vacía y sin antiguallas, así que sin más mandó un camión de su compañía y una horda que le hubiese dado envidia al huno Atila con la orden de vaciar la casa y dejarla sin nada.
Llegaron el día señalado a las ocho de la mañana.
Por las escaleras volaron a un tiempo un viejo fonógrafo, igualito al que hace poco se vendió en 50 mil pesos en E-bay, después de él cayeron al unísono dos antiguos payasos de porcelana. La horda, que a duras penas conocía el disco compacto y las figuras de yeso de las ferias, no lamentó el hecho y sí celebró el ruido que hicieron al caer. Los cuadros con sus respectivas pinturas sirvieron para emular las películas de Capulina y fueron rotos uno tras otro en las cabezas de algunos de ellos. Los cubiertos de metal si los respetaron, los juntaron todos en una caja y se los vendieron a una persona que pasaba comprando metal por kilo, junto con varios adornos de un metal oscuro que resultó ser oro sucio. Con la venta de los cubiertos alcanzó para dos kilos de carnitas y tres refrescos de dos litros.
Los muebles y otros utensilios fueron sacados a la calle y la gente que pasaba se llevó los que soportaron la caída de las escaleras, patadas y empujones. Los demás despojos fueron destrozados y arrojados al camión. La ropa fue a parar en el carrito de un afortunado barrendero que andaba por allí. Alguien encontró una caja con joyas escondida detrás de un ropero y se la guardó en su mochila, solamente para que desapareciera después misteriosamente de la vista de su dueño (vaya gente ladrona). Botellas de vino fueron estrelladas en la pared del pequeño patio posterior, intentando atinarle al nicho que en alguna ocasión debió alojar una estatua. Los libros, esos extraños objetos de papel que ya casi nadie usa, algún avispado los reconoció y tuvo el tino de rescatarlos de la banqueta. Los libreros de caoba fueron a parar a una tienda a cambio de veinte gansitos y diez pingüinos.
Los vecinos al principio preguntaban si se podían llevar esto o lo otro, después del medio día ya ni preguntaban, situación que no incomodó para nada a los vaciadores porque la prisa corría, a la noche había partido de futbol y les convenía limpiar la casa para ir por las chelas y la botana. En cosa de diez horas se vació el lugar. Lo que no fue desaparecido por los transeúntes se subió en el camión de treinta toneladas para irlo a tirar rápidamente. Lo que allí no cupo por la módica cantidad de cien pesos fue subida a un camión sacaescombros que pasaba y a las siete de la noche Carlos recibió el recado de su asistente que la casa estaba vacía totalmente.
Tres semanas después la casa se vendió en dos millones de pesos. Lo que estaba dentro valía tres veces más.
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Cuando murió Don Atilano Serra únicamente le sobrevivía Carlos, un sobrino lejano. Varias veces el anciano intentó que lo visitara pero amablemente el sobrino siempre le ponía pretextos, eso sí, bastante convincentes porque Atilano jamás modificó su testamento. Le heredó todo lo que tenía.
Ni siquiera muerto Carlos tuvo tiempo de ir a la casa de su tío, mando un empleado para que le dijera como estaba la situación y éste le comentó que la casa estaba llena de cosas viejas e inservibles, tal vez con la esperanza de que le permitiera encargarse de ellas y aprovechar lo de valor, pero lo ocupó en otras cosas y el empleado jamás tuvo acceso nuevamente a la casa.
Llegaron el día señalado a las ocho de la mañana.
Los vecinos al principio preguntaban si se podían llevar esto o lo otro, después del medio día ya ni preguntaban, situación que no incomodó para nada a los vaciadores porque la prisa corría, a la noche había partido de futbol y les convenía limpiar la casa para ir por las chelas y la botana. En cosa de diez horas se vació el lugar. Lo que no fue desaparecido por los transeúntes se subió en el camión de treinta toneladas para irlo a tirar rápidamente. Lo que allí no cupo por la módica cantidad de cien pesos fue subida a un camión sacaescombros que pasaba y a las siete de la noche Carlos recibió el recado de su asistente que la casa estaba vacía totalmente.
Tres semanas después la casa se vendió en dos millones de pesos. Lo que estaba dentro valía tres veces más.
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martes, 22 de febrero de 2011
Viendo lo obvio
Dora es una niña de seis años que cada día tiene que resolver un problema. La acompañan su mochila y su mapa y durante su viaje varias veces le pide apoyo a los niños que ven su programa para encontrar ya sea un camino, objeto o personaje. Cuando un adulto ve el programa, le puede pasar por la mente que el programa es muy bobo, que Dora es un tanto torpe porque pregunta cual es la montaña más grande a pesar de que es evidente o cuestiona por que camino se debe ir cuando hace apenas unos segundos el mapa le indicaba que por el verde.
Ya sea Dora la Exploradora, las Pistas de Blue, la casa de Bear o el que quieran, los programas educativos infantiles insisten mucho en enseñar a los niños a reconocer y las preguntas son muy socorridas como un motivador a pensar. Y aunque parezcan bobos, bien analizados, cumplen su función para niños pequeños.
En el mundo de los adultos, es escuchado burlas a la simpleza de estos programas. Muchas de estas burlas se basan en que estos programas tratan a los niños como deficientes y que se les podría exigir más.
A mi me gustaría que alguien se tomara la opción de ayudarnos a los adultos a ver lo obvio, así como Dora o la perrita Blue le enseñan a los niños a ver lo propio. Me duele ver a adultos una y otra vez tomar el camino rojo cuando el mapa de la experiencia, la cordura y los valores le dicen que tome el verde. Me gustaría que alguien fuera tan insistente como Dora para recordarnos que es importante prepararnos y llevar mochila y plan cuando emprendemos un proyecto de vida y así tal vez no existirian tantos matrimonios y negocios fracasados. Dora resuelve problemas, no los evade.
Es obvio que si descuidas tu negocio va a quebrar, es obvio que si no cuidas el amor de tu pareja se acabará, es obvio que si nunca estás con tus hijos ellos le pediran consejos a otras personas, es obvio que si abusas del cigarro, la bebida o el trabajo tu cuerpo te lo cobrará.
Es obvio, pero pareciera no serlo.
Por eso cuando veo a Dora preguntar una y otra vez ante lo que está a nuestra vista, no pienso que es muy boba. Por el contrario, reflexiono en cuantas veces he cerrado los ojos ante lo evidente.
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jueves, 17 de febrero de 2011
El peor consejo
A veces pareciera no haber otra salida. Nos cansamos tanto de dar consejos que no son escuchados que terminamos por callar.
He palpado muchas veces una frustración en papás y mamás que no logran influir para bien en sus hijos. También he notado ese desencanto en maestros, líderes espirituales y personas comunes que ven a sus hijos y amigos en un guión de una película que termina en tragedia y se rehúsan a cambiar la trama. A mí también me dan ganas de tirar la toalla a veces, cuando a pesar de las advertencias una y otra vez veo a quien quiero caer en problemas que se podrían evitar.
Por el otro lado, yo también he sido sordo a los consejos. Muchas veces no ha sido por torpe sino porque desde mi propia perspectiva lo que creía me llevó a tomar decisiones en otro sentido. Le agradezco a la vida tener la capacidad de reconocer que me he equivocado, pero regresando mi historia, veo que cuando tome la mala decisión, la información, creencias, miedos o anhelos de ese entonces me volverían a llevar por el mismo camino. Solamente la experiencia es la que poco a poco me va diciendo que vaya adquiriendo más información, ampliando mis visiones y despojándome de mis temores para poder ser más asertivo.
Es precisamente la experiencia la que me dice que si mis buenos consejos no son escuchados es porque quien los recibe (como ha sido en mi caso), desde su propia visión, no los considera tan buenos como quien está aconsejando. Entonces veré que probablemente un buen consejo se puede perder porque viene en el empaque equivocado o de la persona errónea en el momento inoportuno. El problema a veces estará en la forma y no en el fondo.
Por otra parte, un buen consejo trae una carga de acusación que dice: Lo que estás haciendo no está bien. Y a nadie le gusta del todo ser señalado.
De allí viene el desgaste. Nos preocupa la otra persona, nos damos tiempo para buscar las palabras adecuadas, el tiempo y la forma precisos. Nos quita a veces el sueño ese presagio de una tragedia que sufrirá quien queremos, pero ellos van confiados porque su perspectiva es diferente.
Entonces, un mecanismo de defensa puede mandar un mensaje: Déjalo, cada quien su vida y cada quien sus problemas, bastante tienes con los tuyos.
Durante mucho tiempo creí en la validez de la frase que dice: No hay peor consejo que el que no se ha pedido. Ahora seriamente dudo de ella.
Mis dudas comenzaron por dos sentidos claros. El primero, me llamó la atención que una de las Obras de Misericordia es "Dar consejo a quien lo ha de menester" aconsejar a quien lo necesita y no a quien lo pide. Es mi conciencia y no la petición del otro quien me dicta si debo aconsejar o no.
Otra razón para dudar de no dar consejos no pedidos está en el maravilloso regalo de la vida cuando me dio amigos que a pesar de mis negativas, de no contestar el teléfono o de mis reacciones agresivas se dieron el tiempo para decirme que estaba fallando a pesar de no haberles pedido su opinión. Gracias a esos consejos no pedidos creo ser mejor persona.
Por eso dudo que no haya peor consejo que el que no se pide. La conciencia me dicta que no hay peor consejo que el que pudiendo ayudar a salvar al amigo, acaba silenciado por el temor de ser entrometido.
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sábado, 12 de febrero de 2011
Gracias amigo
Querido amigo:
Aprovechando este día de la Amistad, quiero darte las gracias por lo que en toda la extensión representa tu amistad.
Gracias por no sucumbir a mis debilidades y por ayudarme en mis capacidades.
Gracias por negarte a recorrer conmigo el camino fácil de la complacencia y la complicidad, donde todas mis torpezas habrian tenido cabida cómoda...
Gracias por tus críticas amorosas, que se rehusan simplemente a dejarme ser como era para llevarme a ser como debo ser...
Gracias por las veces que me animaste sin esperar a ser animado, por las veces que me ayudaste sin desear ser ayudado...
Gracias por ese consejo duro que me ayudo a dar el golpe de timón justo a tiempo para salvar el barco...
Gracias por recordarme que debo ser eterno en esos momentos cuando me sentía más intrascendente...
Gracias por ser el espejo fiel donde pude ser lo suficientemente humilde para reconocer mis capacidades y mis deficiencias...
Gracias por levantar mi cara para enfocarla al Cielo en esos momentos difíciles en los que tenía mis ojos clavados en el suelo...
Gracias por permanecer firme cuando los demás huyeron...
Gracias por ser quien me ayuda a crecer sin aprovecharse de mi pequeñez, que me ayuda a dar sin lucrar con mis carencias...
Con toda la magia posible que encierran estas dos palabras...
Gracias amigo
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martes, 8 de febrero de 2011
Puros cuentos
Han caído en mis manos por estos pasados días varias antologías de cuentos y he tenido la oportunidad de leer aun de noche y con la luz apagada gracias a un Ipod que me regalo mi esposa.
Entre las maravillas de la internet está la de poder tener acceso a libros que tal vez por escasez, conocimiento, distancia y otros muchos factores no estarían a mi alcance, así que dormirme de la mano de un tal Anónimo que tiene siglos escribiendo y que no es tan famoso como sus obras, o de Chejov, Arreola, Fuentes, Borges y muchos más, es algo que envidiaba por lejano.
Leer te lleva a viajar por el tiempo y la distancia y mejor aun, te lleva a viajar por tu interior. He recordado a amigos que no están y a lugares que creía perdidos, he vuelto a recorrer las heladas estepas rusas, las sofocantes selvas de Quiroga y los polvorientos pueblos de Rulfo. He visto nuevamente a mi padre mostrándome "Simbad el Marino" -mi primer lectura y a mi madre compartiendo conmigo sus impresiones de Los bandidos de Rio Frio. También aparece nuevamente el terrible lobo de Caperucita, tan terrible que se lo tuve que contar cientos de veces a mi hija y he visto nuevamente a mi hijo leyendo a escondidas bajo las sábanas con una lámpara.
Leer cuentos es la oportunidad de vivir varias vidas en un día, de ser bipolar sin que nadie te diagnostique. Un cuento es el perfecto introductor al hábito de la lectura, que tantas veces topa con lo grueso de un libro (Tal como decían de la Divina Comedia que muchos de los que la empezaban a leer se quedaban en el Infierno, cuyo viaje está al principio, antes del Purgatorio y el Cielo).
El buen cuento (y eso lo saben los expertos) es más difícil que una novela. Que ingrata es la humanidad cuando a un mentiroso le achacan que habla puros cuentos. Pero si bien escribirlos es difícil, leerlos no lo es, así que si por casualidad te has quedado con la idea de que los cuentos son para los niños y para los políticos, te dejo este enlace para que puedas disfrutar de algunos verdaderamente extraordinarios.
http://www.ciudadseva.com/bibcuent.htm
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viernes, 4 de febrero de 2011
Intima fidelidad
Estamos a pocos días de la beatificación de Juan Pablo II. Tal vez ningún otro papa había sido tan cercano a México y a los mexicanos.
Con sus visitas a nuestro país, Juan Pablo hizo cercana la figura de Cristo a quien representó en la Tierra. Antes de él, pocos mexicanos eran los que en su vida tenían la oportunidad de ver a un pontífice pero gracias a sus viajes millones de en todo el mundo tuvieron la oportunidad de sentirlo cerca y más aun cercano.
Y es precisamente por esa cercanía que muchos estamos muy contentos por su beatificación a pesar de que algunos aprovecharan el momento para tratar de socavar esa roca en la que está fundada nuestra Iglesia con falsedades que iran de lo perverso a lo ridículo pero...
Juan Pablo II ciertamente ha dejado su página escrita en la historia. Lo que hizo a nivel mundial, en temas como la justicia, la paz y la verdadera política se suman a su importante papel religioso que tuvo influencia no solamente en los católicos sino en otras denominaciones religiosas. En lo que a nuestro país respecta, nos hizo sentirlo propio. "Me han hecho sentir mexicano" fue una de las frases que quedarán grabadas, recordando ese México siempre fiel.
El ya no está físicamente con nosotros, pero puede permanecer aquí mientras su recuerdo y su trascendencia perduren. Ahora que estamos viviendo tiempos difíciles, la memoria me trae los comentarios que se hicieron durante esas visitas papales: La gente se comportaba mejor, se redujo la delincuencia, bajaron los accidentes y se llegó a respirar un aire de tranquilidad y mejora. "Debería quedarse para siempre" era la petición popular.
El Papa no vino representando al Papa, vino representando a Cristo y así nos lo hizo saber siempre. Estoy seguro que se debió marchar pero su intención fue recordarnos que Cristo sigue presente entre nosotros, en nuestros hermanos necesitados y más aun, en los mismos delincuentes que están tan desconectados del amor de Dios que necesitan que alguien se los recuerde.
Con esta beatificación, se nos da la oportunidad de recordar nuevamente que Cristo permanece, que la Iglesia perdura aunque las personas pasen.
Juan Pablo II ya está en el cielo, pero esa íntima fidelidad con Dios que él nos recordó buscar y mantener, es una excelente forma de conservarlo entre nosotros.
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martes, 1 de febrero de 2011
Carta de una conciencia acallada
A quien corresponda:
Te quiero aclarar antes de leer esta carta que no va dirigida a ti, así que por favor no te ofendas. Considérala por favor escrita para otra persona.
Me animé a escribirla porque poco a poco has hecho todo lo posible por acallarme, ya no me dejas hablar, le subes al radio o marcas rápido por tu celular cada vez que intento hacerte reflexionar y sacarte de ese camino cuesta abajo. Por eso se me ha ocurrido hacer esta carta y tratar de por este medio ayudarte y que me dejes hacer mi labor.
Tal vez leyéndola y pensando que es para otra gente, no te cierres como te has cerrado últimamente, tachándome de mojigata cuando en realidad ni tú mismo estás convencido de que estás actuando bien, aunque te niegues a aceptarlo.
Así que piensa que es para otra persona y que ha caído en tus manos por casualidad y léela aunque sea por morbo, y ve en esa otra persona, a la que va dirigida la carta lo evidente que te niegas a aceptar.
Antes que nada me duele ver cómo te has alejado de tus verdaderos amigos, incluidos entre ellos Dios en primer lugar. No se lo dijiste a nadie, pero cuando estuvieron a punto de descubrir el desfalco que hiciste en la oficina le prometiste regresar a misa cada domingo y cambiar tu forma de ser con tu esposa y con tus hijos si eso no llegaba a descubrirse. A mí no me lo dijiste pero yo si te escuche. Después, te sacaste la lotería, cubriste ese dinero y hasta te sobró y te olvidaste de tu promesa y cada vez que te la recordaba me intentabas marear con torpes explicaciones de las leyes de la probabilidad en las que intentabas demostrar que ese dinero obtenido por azar te liberaba de tu promesa.
Te alejaste de G porque no te apoyaba en tu adulterio. El se preocupaba por ti y te llegó a insinuar que estabas tan idiotizado con esa mujer que serias capaz de robar y tú lo acusaste de tenerte envidia por no ser lo suficientemente hombre para tener una amante. Le dejaste de hablar, te le negabas en el teléfono y hasta inventaste una historia para que tu esposa se pusiera de tu lado y no le extrañara que lo abandonaras, cuando debiste abandonar a otra persona. Tal como te lo dijo G, los gastos adicionales y las exigencias de ella te llevaron a robar y pusieron en riesgo tu familia, tu casa y tu futuro, de no haber sido por esa providencial ayuda que te permitió cubrir ese faltante.
Pero a pesar de eso y de que la vida te dio una nueva oportunidad no entendiste, seguiste con ella y afortunadamente, cuando se te agotó el dinero y ya no quisiste robar más te dejó. Y aquí te tengo que echar en cara que te hayas vuelto entonces contra tu esposa, criticándola, agrediéndola y burlándote de su tolerancia porque a ella si la podías agredir y a la otra no.
Antes orabas por las noches y ahora te burlas de tus hijos cuando rezan. Sí tú no los estás apoyando ¿Por qué les quitas el consuelo de un Padre amable y bondadoso que ellos tienen en el cielo? Tú sabes muy bien que en tu caso, la verdadera razón de no querer rezar es que temes enfrentarte contigo mismo, con esa persona que se te ha vuelto despreciable pero tan soberbia que no es capaz de pedir ayuda ni de decir: Perdón.
Tu resentimiento te está encerrando en una pecera de odio que te permite ver a los demás pero no entrar en contacto con ellos. Lo sabes bien, esta forma de actuar te está llevando a bajar tu ritmo de trabajo cada vez más, has dejado de ser productivo, alegre, estás subiendo de peso y me duele decírtelo, pero estás a punto de que tu corazón te pase factura con un infarto. Tu alma es un fiel reflejo de lo que le está pasando a lo demás. Sabes que la estás perdiendo y quieres minimizarlo leyendo libros de New Age, esos mismos que criticaste en la juventud por lo incongruente de sus planteamientos, pero en los cuales quieres encontrar un consuelo que te libre de ese infierno que ves más cerca.
Quisiera seguir, porque no me han dejado expresarme, pero no quiero ni debo abrumar. Con que comencemos con el principio es suficiente. Detrás de la bruma sigues teniendo claros tus principios. Haz lo que tienes que hacer y lo que no, déjalo. Yo sigo aquí, a tu lado, enseñando un camino que a veces parece tortuoso pero es alegre y seguro. El otro, el cómodo y amplio que has tomado, ya sabes a donde llega...
Atentamente
Una conciencia
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