martes, 23 de febrero de 2010

¿Por qué no habla el gato?

Alberto Quiroga V.

Recordando nuevamente al genial Marco Aurelio Almazán, él afirma que el gato no habla no porque no pueda sino porque no le da la gana, porque con decir miau lo dice todo: Que quiere leche, que le gusta la luna, que solicita gata, que tiene sueño o que se le antoja una sardina.

Es a los humanos a quienes les corresponde interpretar los deseos del gato y cumplírselos, lo cual hacen con todo gusto, porque el gato les proporciona compañía sin reproches, no les critica su forma de ser ni de vestir, no le encuentra faltas de ortografía a los trabajos y se abstiene de hacer comentarios burlones sobre las parejas de su dueño. A cambio de ello, bien valen los platos de leche caliente que se puedan tomar.

A veces, en los bebes, se retrasa el desarrollo del habla no por problemas de deficiencia física, sino porque el niño no tiene necesidad de hablar, con llorar o señalar lo dice todo: Que está cansado, que tiene hambre, que está mojado, que no le gusta la tía o que el pañal le raspa. Y los padres interpretan de inmediato, vía el ensayo y error, lo que el niño quiere (o lo que ellos creen que quiere). Entonces el niño retrasa el poder hablar porque no lo practica. ¿Para qué dejar que el niño intente comunicarse, llore y se esfuerce, si lo puedo callar pronto y seguir viendo mi novela?

En la etapa estudiantil, muchos niños y jóvenes no estudian no porque no puedan sino porque no les da la gana, porque con llorar o quejarse lo obtienen todo, buenas calificaciones o premios. ¿Para qué desgastarse estudiando y aprendiendo complicadas fórmulas, si basta una queja para que el maestro transforme un cinco en nueve?

Algunos pueblos no se transforman no porque no puedan sino porque no les da la gana, porque con estirar la mano obtienen todo, vales de despensa y tarjetas de descuento. ¿Para que esforzarse por sembrar si basta con quejarse para obtener los frutos que otros han cosechado? ¿Para que trabajar si se puede robar?

Considerando que el mundo es un sistema cerrado, mis preguntas son: ¿Qué pasará cuando ya no quede nadie que produzca y sí muchos que consuman? ¿Qué pasará con el sistema cuando se acaben los platos de leche para quienes no pueden servírselos solos?

Tratándose de un gato, es cómodo y hasta benéfico interpretarle sus gustos. Las personas que tienen mascotas suelen vivir más. Pero tratándose de un hijo o un pueblo, hacerlo dependiente es malo, y si me apuran, hasta perverso.
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