miércoles, 26 de agosto de 2009

Recordando al hombre del globo

Alberto Domingo Quiroga

En el libro "Que Dios es la mar de raro" el P. Antonio Brambila platica una historia llamada Parábola del Hombre del Globo, en la cual nos narra que un hombre suspendido en un globo aerostático tiene una visión panorámica y observa que un tren va rodeando una montaña. Sobre las vías del tren, adelante en el camino, está una roca que impide el paso pero no está al alcance visual del maquinista, por lo que el hombre del globo le hace señas para que detenga la marcha y evite el descarrilamiento. Sin embargo el maquinista no hace caso de las señales porque el supone que las vías están libres y sucede el impacto. La historia termina cuando el hombre del globo es acusado de provocar el accidente.

La súper-visión que tiene el hombre del globo es un ejemplo de la visión global que tiene Dios de nuestra vida debido a sus infinitas potencia e inteligencia. Por ello muchas veces se nos avisa anticipadamente que algo puede salir mal si seguimos empeñados en recorrer un camino que quien sabe más y tiene una mejor visión nos advierte que es peligroso.

A nivel terrenal, encontramos ejemplos de esta supervisión que puede librarnos de un peligro o riesgo. Por ejemplo, cuando se propone un proyecto, este puede y debe ser probado anticipadamente por una simulación pronosticando su funcionamiento, de tal forma que se identifiquen riesgos que deben ser minimizados. Un asesor, a ejemplo del hombre del globo, puede tener conocimiento de obstáculos que quien hizo el proyecto no ha contemplado.

Cuando se inicia algo, un negocio, una relación, una sociedad o un proyecto, el ambiente se suele rodear de una atmósfera de optimismo, que si bien ayuda, puede ser peligrosa si nos cierra los ojos a los aspectos negativos. En muchos casos, contar con la ayuda de un asesor que tenga una visión diferente puede servir para considerar riesgos que nuestro optimismo o costumbre no nos deja ver.

Para el proceso de aprendizaje por consejos, es necesaria la humildad o cuando menos, el beneficio de la duda. A veces, los seres humanos pedimos consejos para independientemente de ellos mantenernos en nuestra posición inicial. Solemos despreciar los asesores que la vida nos pone en el camino pues contar con uno puede ser tan sencillo como juntarse con alguien que tiene mayor experiencia y aprender de él.

Si nos aferramos a una idea por el simple hecho de ser nuestra y no escuchamos voces que nos advierten, podemos cometer el error del maquinista de la parábola. Por otra parte, quiero aclarar que no todo lo que nos digan deberá ser tomado como verdad, pero mientras más amplio sea el panorama, mejor podrá ser la decisión que tomemos y que al final será nuestra, pero estudiada.

A nivel profesional, me ha tocado participar en muchos proyectos y en algunos, con base en mi experiencia, he señalado problemas que quien está a cargo no ha contemplado. Escuchar que un proyecto, que es como un hijo, tiene defectos no es agradable y al igual que la mamá cuervo del cuento, suelen maquillar mentalmente esos detalles ignorándolos. Después, cuando la realidad borra el maquillaje, la gente, en lugar de aprender vuelve a colocar más maquillaje y se zafa de la responsabilidad con un "me echaste la sal".

Cuando alguien se incomoda conmigo por haberle señalado anticipadamente un problema y me acusa de echarle la sal, recuerdo al hombre del globo.

La diferencia entre una vivencia y una experiencia es el proceso reflexivo que transforma la primera en la segunda. El tiempo no nos hace más sabios, sólo nos hace más viejos, pero la reflexión si nos puede hacer más sabios.

Quien no escucha consejos, por lo menos para evaluar su validez y además se molesta con quien bien intencionadamente le advirtió del peligro, se condena a seguir cometiendo los mismos errores.
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