martes, 11 de agosto de 2009

El paracaídas

Alberto Domingo Quiroga
No se trata de ser pesimista, se trata de estar preparado por si las cosas salen mal para tener una tranquilidad que nos permita estar mejor.

No recuerdo el nombre, pero sí la escena de una película con el tema de carreras por varias ciudades, donde uno de los conductores arranca el espejo retrovisor, porque no es necesario ver hacia atrás, solamente hacia adelante. La alegoría o ejemplo de esta acción es que quien ve hacia atrás no está listo para ganar, pero...

La cuestión aquí no está en ver hacia atrás o no, sino en por qué vemos hacia atrás. Una noche, regresaba con mi esposa y con mi hijo Felipe a casa. Casi de madrugada, la calle estaba vacía. Por el espejo retrovisor vi a lo lejos un par de traileres. Acostumbrado a espejear cada determinado tiempo, al volver a mirar por el espejo retrovisor los vi mucho más cerca, lo que me indicó que venían a una velocidad excesiva. De inmediato me orille en una bahía para autos y les dejé el paso libre y a los pocos segundos pasaron junto a nosotros a más de 150 kilómetros por hora, se pasaron un alto donde por poco destrozan a una camioneta que confiada pasaba con la luz verde y desaparecieron en la distancia.

Quedamos asustados por el movimiento repentino y el paso ruidoso de los camiones. Siendo dos de la misma compañía, supuse que estaban jugando carreras, tal vez alterados por algo como el alcohol; al verlos por el espejo retrovisor preferí moverme, lo que fue bueno, pues dudo que hubieran frenado para no golpearnos. Mi intención era llegar a casa, pero si no hubiera utilizado los espejos y me hubiera centrado sólo al frente, quien sabe si lo hubiéramos logrado.

De igual manera, la intención de todos los pilotos de avión es regresar a salvo al suelo, pero reconocen que existen riesgos y por ello llevan paracaídas. Contemplar un riesgo no es ser pesimista, quedarse en el pensamiento del riesgo sin hacer nada si lo es.

Ultimamente, la situación económica ha sido muy complicada, los despidos son una amenaza que existe, aun cuando no se quiera contemplar. La tensión emocional provocada por la amenaza de un despido es equivalente por momentos a la pérdida de un ser querido o un divorcio. No es una situación agradable, pero es real.

Para todos aquellos que están en este caso es recomendable tener un paracaídas. ¿Qué puede ser un paracaídas? Tener una opción para cuando suceda lo peor es un paracaídas. Aprender una habilidad nueva para autoemplearnos o utilizar parte del tiempo libre para vender por catálogo, puede dar una tranquilidad para estar mejor en el trabajo actual.

Cuando un ejecutivo temeroso por perder su empleo deja de tomar decisiones complicadas por el miedo a equivocarse, cae en un círculo vicioso, porque las empresas quieren personas que tomen decisiones, lo empiezan a presionar, toma menos decisiones y acaban por despedirlo. Cuando un dependiente de mostrador trabaja con miedo a que lo corran, reduce su rendimiento y aumenta las posibilidades de que lo despidan.

Pero si cuentan con un paracaídas que les dé una tranquilidad psicológica, pueden desarrollarse mejor en su trabajo y mejor aún, pueden negociar más confiados y no dejarse manipular, porque también es cierto que a las empresas no les conviene deshacerse de personas capaces en tiempos de crisis.

Obtener ingresos adicionales por un pequeño negocio, contar con alternativas de trabajo por si se termina el actual y tener un ahorro que permita enfrentar un despido son ejemplos de paracaídas que permiten una tranquilidad para quien tiene un empleo y teme perderlo.

Al igual que las vacunas se aplican para prevenir la enfermedad y no para provocarla, aplícate la pregunta: ¿Qué haría si me despidieran de mi trabajo? y busca la mayor cantidad de respuestas posibles. Muchas de esas opciones, como arrancar un pequeño negocio familiar, se pueden realizar desde ya y no esperar a que te despidan. Con la diferencia de que con seguridad económica puedes tomar decisiones reflexionadas y si te despiden sin opciones tomarás decisiones presionadas.

En resumen: No sufras mientras vas en el avión pensando que te pueden arrojar y no esperes a que te arrojen para buscar un paracaídas. Mejor ten uno a la mano, disfruta el viaje y si te arrojan, disfruta del paisaje mientras pendes de tu paracaídas.
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