jueves, 6 de agosto de 2009

Asesinos y secuestradores

Alberto Quiroga V.

En las pasadas elecciones, un partido político propuso la pena de muerte para los asesinos y los secuestradores.

El tema resulta complicado. Existen voces a favor y en contra, pero quiero tomarlo como punto de partida para comentar que creo que existe una clase especial, invisible pero tangible, de asesinos y secuestradores.

Si hiciéramos una discusión acerca de quien es bueno y quien no, alguien podría argumentar bondad en no matar, no robar, no mentir o cometer ese tipo de faltas.

La realidad es que la mayoría creemos ser buenos por no estar al nivel de los malos malos como son los asesinos y los secuestradores, pero ¿Nos consta que nunca hemos matado ni secuestrado a nadie?

Durante algún tiempo practique karate. Asistía a clases un niño gordito y bonachón a quien el grupo eligió para ser blanco de burlas. Un día, ese niño llegó triste porque su mamá tenía pocos días de fallecida y algunos del grupo se burlaron de él porque ya no tenía mamá. Si bien yo no me burlé, tampoco hice nada para impedir eso. El niño jamás regresó a las clases.

¿Acaso no le matamos su deseo de aprender karate? ¿No secuestramos su deseo de tranquilidad? ¿No le robamos el recuerdo de una madre intacto, sin burlas?

Mucha gente sobrevive como muerta porque le han robado sus sueños y su tranquilidad, no una banda de secuestradores, sino sus propios familiares, al denigrarlos desde pequeños, menospreciándolos y condenándolos a vivir con una baja autoestima.

Maestros, comunicadores y líderes sociales han secuestrado la capacidad de pensar de sus alumnos y seguidores para manipularlos y aprovecharse de ellos, ya sea dando clases a medias, noticias tendenciosas o planes demagogos.

En una empresa, un jefe puede asesinar, despidiéndolo, a un subalterno capaz, para eliminar un potencial enemigo de su puesto o puede secuestrar sus capacidades y proyectos adueñándose de ellos.

Una madre egoísta puede asesinar a su hijo adulto condenándolo a vivir como niño por el miedo de quedarse sola o por envidia puede secuestrar los sueños de crecimiento de su hija.

Un padre puede matar a burlas los planes de su hijo de estudiar una carrera y un hombre puede secuestrar una excelente oportunidad para su hermano si no le comunica un recado de una empresa interesada en sus servicios.

Estoy seguro que un buen examen de conciencia nos revelaría que en la vida muchas veces hemos sido secuestradores y asesinos de sueños y de anhelos, de metas y realizaciones y tal vez por ello a causa de nosotros alguien deambule como muerto a pesar de estar vivo. Nos podemos defender argumentando que fue de manera inconsciente, pero no por ello dejamos de hacer daño.
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