jueves, 20 de agosto de 2009

El manual del auto libre

Alberto Quiroga Venegas
Un joven rico compró un auto y leyó el manual, le llamó la atención que a pesar de haber pagado muchísimo dinero por su vehículo, el manual le imponía muchas restricciones.

- No acelere el auto por encima de las 8,000 r.p.m. porque puede resultar peligroso
- Evite accionar constantemente el pedal del embrague para no dañarlo.
- Durante las mañanas, permita que el motor alcance su temperatura normal de funcionamiento antes de conducirlo.

No leyó más. El joven se rió del manual y lo botó muy lejos. ¿Qué acaso él no era rico y no era ese el mejor auto del mercado? ¿Por qué con todo su poder y su poderosa máquina tenía que respetar límites? No, eso no era para él. Y rechinando llantas salió disparado de la agencia dispuesto a gozar de su libertad.

El manual marcaba que a los 5,000 km. se debía cambiar el aceite, pero el joven era libre y no consideró necesario cambiarlo. Aceleraba por encima de las 8,000 r.p.m. porque el motor estaba diseñado para eso. No respetaba los topes, ni los baches, porque el era libre y pagaba impuestos (por medio de su padre) para que las calles estuvieran bien pavimentadas.

Un día escuchó un reto: A que no haces dos horas y media a Acapulco

¿Qué no? Ya lo verás. Y el carro libre corrió por la carretera, pasó volando por Cuernavaca, Chilpancingo y llegó a Acapulco orgulloso porque era un carro libre manejado por un joven libre. De regreso, adelantito de Chilpancingo, el auto libre comenzó a echar humo, reventó el motor, se desclocho y se tuvo que orillar, para sufrir la humillación de ver pasar muchos autos "reprimidos" que no corrían y si respetaban las reglas.

De regreso a la Ciudad de México, el joven, aprisionado en una olorosa cabina de una grúa, veía por el espejo lateral el auto en el que alguna vez quiso ser libre, fuertemente atado por las cadenas de remolque.
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