Alberto Quiroga V.
La vida está llena de pequeñas cosas que parecen intrascendentes, pero que sin ellas todo resultaría muy diferente.
La vida está llena de pequeñas cosas que parecen intrascendentes, pero que sin ellas todo resultaría muy diferente.
Son muchas las historias que se cuentan acerca de los pequeños detalles, como el caso del reino que se perdió por faltar un clavo en la herradura del caballo del mensajero del rey.
Pero, ¿realmente estamos conscientes de la importancia de las pequeñas cosas? Dicen los expertos que las grandes cosas estan hechas de los pequeños detalles, pero estos, por pequeños, suelen ser despreciados.
Durante la secundaria, un maestro nos insistía en que se comenzaba a estudiar al momento de comprar y forrar el cuaderno, porque si no tomabamos con la debida importancia el hecho de proteger nuestros apuntes, entonces no teníamos la actitud adecuada. Esto lo comprobe posteriormente cuando me dedique a dar clases de regularización a estudiantes en problemas. La gran mayoría de ellos o no tenía cuaderno o lo tenía sin forrar y muy maltratado.
Una pequeña diferencia
De niño solían contar una historia de un señor que sacaba a pasear a dos perros que parecian identicos que se encontraba con otro señor que le comentaba sobre la similitud de los animales, resultando un dialogo como el siguiente:
-Mire, dos perros iguales
-no son iguales, porque por ejemplo, este de la derecha es mio.
-¿y el otro?
-También, -añadiendo- aunque este en la mañana se despierta muy juguetón.
-¿y el otro?
-También, aunque este lo acostumbro alimentar con carne de cerdo
-¿y el otro?
-También...
En un juego que consistía en entretener a quienes lo escuchaban y jugar a nunca acabar. Obviamente, nada es completamente igual, como los perros del cuento, pero hay cosas muy similares y para escoger entre ellas nos basamos en los pequeños detalles. Supongamos que tu deseas comprar un auto, digamos un Tsuru 2003 color azul, deportivo y en buenas condiciones y acudes a un mercado de autos para buscar opciones y encuentras dos muy buenas y muy parecidas, tal como los perros mencionados.
Ambos vendedores ponderan las virtudes de sus vehículos. Los dos son del mismo modelo, mismo kilometraje, mismo desgaste y parecen uno copia del otro hasta en el precio que es el mismo, pero uno tiene un pequeño rayón en una salpicadera y el otro no. Si bien es un detalle que se puede resolver con cien pesos pesos, requiere de tiempo por lo que aun cuando el vendedor te lo ofrezca bonificar, seguramente te inclinarías por el otro.
El vendedor rechazado podría pensar ¿por un pequeño rayón perdí la venta? no es justo. Pero tú como comprador piensas diferente.
Dos restaurantes muy similares pueden perder o ganar clientela por un pequeño detalle como el olor en el sanitario, y así nos iríamos poniendo ejemplos de la importancia de lo pequeño.
Ahora bien, ¿Por qué nos centramos solo en una parte del proceso? Porque los seres humanos solemos ser estrechos en nuestros juicios y muy cortos de memoria. En las noticias deportivas aparecen los goles y no los entrenamientos y en los libros de historia ocupan más espacio quienes ganan las guerras y las revoluciones y no quienes las iniciaron o las mantuvieron.
Con prácticas como estas se nos va quedando grabado que solo es importante lo que está al final o lo que se ve, tal como si pudieramos construir el penthouse del edificio descartando los primeros pisos.
Arnold Schwarzenegger comentó en una ocasión, hablando de musculatura, que sólo las últimas cuatro repeticiones de un ejercicio fortalecian y tonificaban el músculo.
Cuatro pueden parecer muy pocas para hacer la diferencia ¿Y todas las anteriores para que sirven? Pues para preparar al músculo para aprovechar esas cuatro repeticiones. Por simple lógica nos podemos llegar a las cuatro del final sin las del principio. Si comprendieramos eso los seres humanos, no nos atormentariamos en la escuela primaria o secundaria estudiando de balde matemáticas con el la idea de que no nos servirán de nada porque estudiaremos Ciencias Políticas.
Si tenemos claro lo que queremos llegar a ser (las últimas cuatro) con gusto pasaremos por todo aquello que nos llevará a lograrlo aunque no parezca relacionado.
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Durante la secundaria, un maestro nos insistía en que se comenzaba a estudiar al momento de comprar y forrar el cuaderno, porque si no tomabamos con la debida importancia el hecho de proteger nuestros apuntes, entonces no teníamos la actitud adecuada. Esto lo comprobe posteriormente cuando me dedique a dar clases de regularización a estudiantes en problemas. La gran mayoría de ellos o no tenía cuaderno o lo tenía sin forrar y muy maltratado.
Una pequeña diferencia
De niño solían contar una historia de un señor que sacaba a pasear a dos perros que parecian identicos que se encontraba con otro señor que le comentaba sobre la similitud de los animales, resultando un dialogo como el siguiente:
-Mire, dos perros iguales
-no son iguales, porque por ejemplo, este de la derecha es mio.
-¿y el otro?
-También, -añadiendo- aunque este en la mañana se despierta muy juguetón.
-¿y el otro?
-También, aunque este lo acostumbro alimentar con carne de cerdo
-¿y el otro?
-También...
En un juego que consistía en entretener a quienes lo escuchaban y jugar a nunca acabar. Obviamente, nada es completamente igual, como los perros del cuento, pero hay cosas muy similares y para escoger entre ellas nos basamos en los pequeños detalles. Supongamos que tu deseas comprar un auto, digamos un Tsuru 2003 color azul, deportivo y en buenas condiciones y acudes a un mercado de autos para buscar opciones y encuentras dos muy buenas y muy parecidas, tal como los perros mencionados.
Ambos vendedores ponderan las virtudes de sus vehículos. Los dos son del mismo modelo, mismo kilometraje, mismo desgaste y parecen uno copia del otro hasta en el precio que es el mismo, pero uno tiene un pequeño rayón en una salpicadera y el otro no. Si bien es un detalle que se puede resolver con cien pesos pesos, requiere de tiempo por lo que aun cuando el vendedor te lo ofrezca bonificar, seguramente te inclinarías por el otro.
El vendedor rechazado podría pensar ¿por un pequeño rayón perdí la venta? no es justo. Pero tú como comprador piensas diferente.
Dos restaurantes muy similares pueden perder o ganar clientela por un pequeño detalle como el olor en el sanitario, y así nos iríamos poniendo ejemplos de la importancia de lo pequeño.
Ahora bien, ¿Por qué nos centramos solo en una parte del proceso? Porque los seres humanos solemos ser estrechos en nuestros juicios y muy cortos de memoria. En las noticias deportivas aparecen los goles y no los entrenamientos y en los libros de historia ocupan más espacio quienes ganan las guerras y las revoluciones y no quienes las iniciaron o las mantuvieron.
Con prácticas como estas se nos va quedando grabado que solo es importante lo que está al final o lo que se ve, tal como si pudieramos construir el penthouse del edificio descartando los primeros pisos.
Arnold Schwarzenegger comentó en una ocasión, hablando de musculatura, que sólo las últimas cuatro repeticiones de un ejercicio fortalecian y tonificaban el músculo.
Cuatro pueden parecer muy pocas para hacer la diferencia ¿Y todas las anteriores para que sirven? Pues para preparar al músculo para aprovechar esas cuatro repeticiones. Por simple lógica nos podemos llegar a las cuatro del final sin las del principio. Si comprendieramos eso los seres humanos, no nos atormentariamos en la escuela primaria o secundaria estudiando de balde matemáticas con el la idea de que no nos servirán de nada porque estudiaremos Ciencias Políticas.
Si tenemos claro lo que queremos llegar a ser (las últimas cuatro) con gusto pasaremos por todo aquello que nos llevará a lograrlo aunque no parezca relacionado.
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