lunes, 27 de julio de 2009

Secretos de cerrajería

Alberto Quiroga V.

Tengo la fortuna de conocer y convivir con varios cerrajeros profesionales. No mencionaré sus nombres porque no quiero dejar a nadie fuera, pero de ellos aprendí que la organización y la profesionalización de un gremio es posible, siempre y cuando se den las condiciones, entre ellas: Deseo de trabajar en equipo y visión de largo plazo.

En un México marcado por la desunión y la aversión al trabajo en conjunto, asistir a reuniones de cientos de cerrajeros es gratificante. Escucharlos hablar de sus proyectos y logros, de sus convenios y alcances, es motivante.

Mi primer contacto con ellos fue en la CANACINTRA, en donde se reunían cada lunes a las 7 de la noche para sus sesiones de autocapacitación, charlas técnicas y presentaciones de proveedores. Allí, gracias al papel de apoyo que yo desempeñaba, pude conocer algunos secretos que le estaban vedados a quienes no fueran miembros.

Y bueno, antes de que pienses que el aprender de cerrajería es sinónimo de aprender a robar, te pediré un segundo de calma para que me dejes compartir contigo lo compartible de esas experiencias.

Por ejemplo, aprendí que no hay cerradura que valga para quien tenga el firme deseo de abrirla. La chapa más sofisticada y el cándado más reforzado era abierto por ellos.

Entonces ¿Para que sirve cerrar la puerta de tu casa? Pues para indicarle a la gente decente que no puede pasar.

Aprendí con ellos a utilizar las debilidades humanas para fortalecerme. Asustado, una vez le pregunte a uno de ellos (mejor dicho, reclamé) que se podría hacer para impedir los robos, si ninguna cerradura era invulnerable.

Y la respuesta fue que si bien las cerraduras no garantizan, la realidad marca que el ladrón siempre buscará el mínimo esfuerzo. Asi, si tu vecino tiene solamente una chapa y tu tienes tres, el ladrón preferirá abrir la otra casa y respetar la tuya.

Por ello, cuando quiero autoprotegerme de algún vicio, si una cerradura no me funciona, pongo dos o tres para evitar robarme a mí mismo la posibilidad de cambiar. Por ejemplo, si se que me cuesta trabajo levantarme y que apago el despertador aun dormido, pues me pongo un candado adicional dejando el reloj en otro cuarto.

Por la misma razónes es que se ponen las cerraduras ya sea en el piso o en lo alto de la puerta, en lugares que dificultan al ladrón estar usando ganzúas.

Reflexionando, así como un ladrón que conozca los secretos de la cerrajería abrirá cualquier puerta si se le da el tiempo suficiente, así, para ti, no importa cuantas puertas se te cierren, si aprendes lo adecuado y esperas tu momento, podrás abrirlas, porque como te decía, no hay candado o cerradura que sea invulnerable para quien sabe sus secretos, aun cuando no cuente con la llave.
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viernes, 24 de julio de 2009

Hazte a la idea

Alberto Quiroga Venegas

Humberto "Chiquita" González ex-campeón mexicano de boxeo, ganó en 1989 el campeonato minimosca en Corea del Sur. A su regreso a México fue entrevistado por el periodista Eduardo Camarena y una de las preguntas se enfocó en saber como había vencido Humberto la presión de pelear en el extranjero, con todo el público en contra y con ese fantasma que parece afectar a los mexicanos lejos de casa.

Chiquita le respondió que como no entendía lo que gritaban, se hizo a la idea de que el público lo estaba apoyando a él.

Humberto González nos regaló en esta respuesta un excelente ejemplo de cómo podemos modificar nuestra actitud con base en nuestros pensamientos. Nos podemos enfocar en lo positivo o en lo negativo, y nuestra actitud cambia con base en ese enfoque.

Ya he comentado en otros escritos que durante mi etapa de estudiante trabajé regularizando alumnos con bajas calificaciones. Muchos de ellos, con pensamientos equivocados tenían actitudes erróneas y por ello estaban en problemas.

Convencido de que la gran mayoría de los estudiantes tienen la capacidad, pero no la usan adecuadamente, solía entrevistar a mis alumnos para saber por que creían ellos que reprobaban.
Recuerdo claramente a uno que me respondió que él reprobaba para molestar al maestro, porque le caía mal. --Si el maestro te cae mal ¿Crees que lo molestas reprobando? ¿No crees que le molestaría más que tú sacaras un diez limpiecito, sin ningún error en tu examen? Además ¿Has pensado que si repruebas, te tocará verlo nuevamente el año entrante?

Modificar el enfoque de los pensamientos de este estudiante operó mágicamente y no tuve problemas para ayudarlo a pasar su examen porque capacidad si tenía, pero sus pensamientos lo bloqueaban.

Otros decían que no le veían sentido a las matemáticas, porque ellos se iban a trabajar en algo que no era ni ingeniería ni arquitectura. A este tipo de estudiantes los invitaba a soñar que pondrían una empresa muy grande, en el ramo a lo que ellos se querían dedicar, con muchas ventas. Dentro de ese sueño, les decía que era una pena que esa empresa grande fracasara, solamente porque no eran capaces de calcular descuentos o siquiera sumar adecuadamente y por ello sufrían un fraude muy grande de alguien que si sabía matemáticas.

Esto también me ayudaba a sacarlos adelante, porque las matemáticas se dejaban de ver como un obstáculo y se transformaban en una herramienta.

Casi siempre los proyectos que valen tienen factores en contra. Esto es consecuencia en cualquier movimiento, la inercia está presente porque estamos interrelacionados.

Hablando de cuestiones comerciales, la competencia y los clientes exigentes suelen ser vistos como algo molesto, pero esa es una idea modificable. Si tú quieres vender, también otros quieren vender y deberás competir por los clientes; si quieres ganar más, otros querrán pagar menos, y esas fuerzas se van a contraponer.

Aquí lo interesante está en convertir las fuerzas que se te oponen en fuerzas que te pueden ayudar. Por ejemplo, tus competidores se pueden convertir en excelentes maestros, si te haces a la idea de que puedes aprender de ellos y los dejas de ver como un enemigo despreciable. Si te haces a la idea de que el cliente exige porque tú eres capaz de cumplir con sus exigencias y ganar con ello, te convertirás en un proveedor confiable.

Y así como esto se puede aplicar en el comercio y en el estudio, se puede aplicar en las relaciones humanas y en la percepción que tenemos de nosotros mismos.

Así que piensa algo bueno para ti el día de hoy y hazte a la idea.

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jueves, 23 de julio de 2009

Ya ví el buzón

Escrito por Susan Bischoff y publicado en Selecciones de Reader`s Digest

He aquí una forma de comunicarse en esos momentos de tensión por los que atraviesa cualquier matrimonio. Estábamos cortando las ramas de los árboles y poco faltó para que tirara la sierra, pues tuve que protegerme el rostro por las ramitas que pasaron rozándome. La rama cayó al suelo y mis anteojos con ella. Howard los levantó y me los dió.
--¿Estás bien? -- preguntó.
--Si, lo único que me pasa es que estoy acalorada y cansada.
La hilera de árboles que estábamos podando ya medían 6 metros de altura, y como lo considerábamos peligroso por los cables, los quisimos cortar para que midieran 2.50 metros y formar un seto con ellos.
--¿No sería bueno que cortaras la rama pequeña de la izquierda antes que la grande de enmedio?-- me sugirió Howard.
--No, hombre. Voy a colocarme bajo la horquilla y a tirar ambas de un solo corte.
--Me temo que van a caer sobre la piscina, Sue. Pesan horrores.
-Ya soy una experta en esto. Las voy a hacer caer ahí --dije, al tiempo que señalaba una estrecha franja de tierra situada entre los cítricos y el seto.
En ese momento, Howard dijo: -- Cielo, ya vi el buzón.
--Pero... -comencé a argumentar; sin embargo respiré hondo, dejé la sierra sobre el remate de la escalera y bajé.
"Ya ví el buzón". Cuando entrábamos en la casa, pensé en la cantidad de conflictos que esas sencillas palabras nos habían ahorrado. Para nosotros, esta frase reduce a una sola línea una discusión que, de lo contrario, duraría por lo menos 20 minutos. El incidente que le dio origen se convirtió en anécdota familiar que de cuando en cuando sacamos a colación.

Había hecho un día espléndido en Bahía Terra Ceia, cerca de Florida. Habíamos ido a pescar, y regresábamos con las manos llenas. El sol quemaba fuertemente, no había nada que tomar y mis dos hijas peleaban. Estábamos exhaustos y de un humor de perros.
Al llegar a la casa, debíamos meter la lancha en reversa entre una palma y el buzón, y pasarla en línea recta por un pequeño portón hasta el patio trasero. Nunca había sido fácil, pero este día parecía dos veces más ardua.
Howard hizo un intento pero se acercó demasiado a la palmera. Adelantó la camioneta y retrocedió, pero ahora estaba muy cerca del buzón.
--Le vas a dar al buzón --dije.
Howard pisó el freno, avanzó un poco y maniobró. Retrocedió de nuevo, vi por el espejo y contuve el aliento al ver elángulo que tomó la camioneta. El buzón me parecía demasiado cerca.
--¡Ya ví el buzón, caramba! --gritó Howard antes de que yo dijera nada.
Lo vi de reojo. Ni siquiera veía al buzón, sólo veía la lancha...no cabía duda: el parachoques delantero iba a llevarse el poste del buzón.
--Ya vi el buzón -- repitió Howard en tono sereno.
Analicé la situación: Por un lado era evidente que íbamos a desgraciar el buzón si yo no abría la boca; pero por el otro, Howard insistía en que lo estaba viendo, y si yo decía algo, se iba a enojar conmigo e iba a andar de genio el resto del día ¿realmente lo ameritaba el buzón?
Para nada. En realidad estaba oxidado, podríamos comprar uno nuevo...y Howard no se enojaría.
--Ya ví el buzón-- volvió a decir mi marido en el preciso instante en que el parachoques enganchaba el poste. El buzón golpeó el guardafango delantero con un gran estrépito y Howard frenó de inmediato.
Corrí a la casa y me encerré en el baño, me hubiera cubierto la boca con una toalla para que no se oyeran mis carcajadas...pero no lo hice. Me imaginé que si Howard no se había enfurecido con la situación, se sulfuraría al verme reír, y el buzón se habría sacrificado en vano. Pero no podía contenerme.
Cuando me calmé al fin, salí de la casa. El estaba sentado en una silla del jardín, contemplando el buzón, todavía trabado en el parachoques. Estaba sumamente consternado.
Se dirigió a la lancha y desacopló el remolque de la camioneta y, para sorpresa nuestra, lo empujó casi sin esfuerzo por el portón que daba al patio trasero. ¡Qué brillante idea! ¿Cómo no se nos ocurrió antes?
La frase "ya ví el buzón" significa que uno ha perdido la perspectiva de las cosas; que se le escapa lo importante y que se expone a riesgos innecesarios. En ocasiones significa también que uno se está poniendo pesado. Pero entre líneas lleva un segundo mensaje: Yo veo algo que tú estás pasando por alto. Me gustaría detenerte antes de que sea demasiado tarde, pero te amo y por nada del mundo deseo discutir y contrariarte.
"Ya ví el buzón" es una frase de veras muy útil. No debería faltar en ningún matrimonio.

miércoles, 22 de julio de 2009

Las últimas cuatro

Alberto Quiroga V.

La vida está llena de pequeñas cosas que parecen intrascendentes, pero que sin ellas todo resultaría muy diferente.

Son muchas las historias que se cuentan acerca de los pequeños detalles, como el caso del reino que se perdió por faltar un clavo en la herradura del caballo del mensajero del rey.
Pero, ¿realmente estamos conscientes de la importancia de las pequeñas cosas? Dicen los expertos que las grandes cosas estan hechas de los pequeños detalles, pero estos, por pequeños, suelen ser despreciados.

Durante la secundaria, un maestro nos insistía en que se comenzaba a estudiar al momento de comprar y forrar el cuaderno, porque si no tomabamos con la debida importancia el hecho de proteger nuestros apuntes, entonces no teníamos la actitud adecuada. Esto lo comprobe posteriormente cuando me dedique a dar clases de regularización a estudiantes en problemas. La gran mayoría de ellos o no tenía cuaderno o lo tenía sin forrar y muy maltratado.

Una pequeña diferencia

De niño solían contar una historia de un señor que sacaba a pasear a dos perros que parecian identicos que se encontraba con otro señor que le comentaba sobre la similitud de los animales, resultando un dialogo como el siguiente:
-Mire, dos perros iguales
-no son iguales, porque por ejemplo, este de la derecha es mio.
-¿y el otro?
-También, -añadiendo- aunque este en la mañana se despierta muy juguetón.
-¿y el otro?
-También, aunque este lo acostumbro alimentar con carne de cerdo
-¿y el otro?
-También...

En un juego que consistía en entretener a quienes lo escuchaban y jugar a nunca acabar. Obviamente, nada es completamente igual, como los perros del cuento, pero hay cosas muy similares y para escoger entre ellas nos basamos en los pequeños detalles. Supongamos que tu deseas comprar un auto, digamos un Tsuru 2003 color azul, deportivo y en buenas condiciones y acudes a un mercado de autos para buscar opciones y encuentras dos muy buenas y muy parecidas, tal como los perros mencionados.
Ambos vendedores ponderan las virtudes de sus vehículos. Los dos son del mismo modelo, mismo kilometraje, mismo desgaste y parecen uno copia del otro hasta en el precio que es el mismo, pero uno tiene un pequeño rayón en una salpicadera y el otro no. Si bien es un detalle que se puede resolver con cien pesos pesos, requiere de tiempo por lo que aun cuando el vendedor te lo ofrezca bonificar, seguramente te inclinarías por el otro.

El vendedor rechazado podría pensar ¿por un pequeño rayón perdí la venta? no es justo. Pero tú como comprador piensas diferente.

Dos restaurantes muy similares pueden perder o ganar clientela por un pequeño detalle como el olor en el sanitario, y así nos iríamos poniendo ejemplos de la importancia de lo pequeño.

Ahora bien, ¿Por qué nos centramos solo en una parte del proceso? Porque los seres humanos solemos ser estrechos en nuestros juicios y muy cortos de memoria. En las noticias deportivas aparecen los goles y no los entrenamientos y en los libros de historia ocupan más espacio quienes ganan las guerras y las revoluciones y no quienes las iniciaron o las mantuvieron.

Con prácticas como estas se nos va quedando grabado que solo es importante lo que está al final o lo que se ve, tal como si pudieramos construir el penthouse del edificio descartando los primeros pisos.

Arnold Schwarzenegger comentó en una ocasión, hablando de musculatura, que sólo las últimas cuatro repeticiones de un ejercicio fortalecian y tonificaban el músculo.

Cuatro pueden parecer muy pocas para hacer la diferencia ¿Y todas las anteriores para que sirven? Pues para preparar al músculo para aprovechar esas cuatro repeticiones. Por simple lógica nos podemos llegar a las cuatro del final sin las del principio. Si comprendieramos eso los seres humanos, no nos atormentariamos en la escuela primaria o secundaria estudiando de balde matemáticas con el la idea de que no nos servirán de nada porque estudiaremos Ciencias Políticas.

Si tenemos claro lo que queremos llegar a ser (las últimas cuatro) con gusto pasaremos por todo aquello que nos llevará a lograrlo aunque no parezca relacionado.
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martes, 21 de julio de 2009

El efecto Doppler

Alberto D. Quiroga

En 1842, Andreas Doppler, un científico austriaco, le dió una explicación científica a lo que todos hemos experimentado sensiblemente en nuestras vidas cuando un objeto ruidoso en movimiento pasa cerca de nosotros y se aleja: Parece que el sonido es diferente cuando venía que cuando ya ha pasado.

Ya sea una ambulancia o un camión que suena su claxón, notamos que cuando vienen hacia nosotros el sonido es más agudo que cuando ya han pasado. Cuando la fuente del sonido se acerca hacia nosotros, a la velocidad propia del sonido se le agrega la de la fuente. Cuando se aleja, la velocidad se le resta y por ello cambia la frecuencia con la que la recibimos. Si bien la fuente del sonido es la misma, la forma en la que se percibe es diferente.

Durante un viaje familiar, siendo yo niño, nos hospedamos en un hotel que estaba junto a una carretera transitada y muy ruidosa. Los miedos infantiles no me dejaban dormir y una y otra vez escuche el extraño efecto del cambio en el sonido de los camiones que se acercaban y alejaban. Ya en la secundaria, los esquemas del famoso libro ABC de Física me aclararon el misterio.

El efecto Doppler se aplica, además de la acústica, al electromagnetismo y a la astronomía, donde se utiliza para calcular el movimiento de los astros.

En nuestra vida diaria, existe lo que podríamos llamar un efecto Doppler emocional, puesto que no apreciamos de la misma forma las acciones cuando vienen hacia nosotros que cuando nosotros las provocamos.

Dos personas nos quedamos de ver pero una no asiste: No es lo mismo que me dejen plantado a que yo sufra una complicación que me impida asistir a la cita.

Dos personas tenemos una relación comercial pero una no cumple con el pago: No es lo mismo que no me paguen porque el otro es un abusivo a que yo no pague porque la situación está complicada.

Solemos minimizar el daño que hacemos y magnificar lo que nos hacen.

Al igual que cuando escuchamos diferente la sirena de una ambulancia, cuando viene y se aleja, sentimos más grave una acción cuando es contra nosotros que cuando nosotros la hacemos en contra de alguien más. El Efecto Doppler me invita a reflexionar acerca de la regla que nos pide tratar a los demás como nos gustaría que fueramos tratados y a no hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran.

Así que en lo personal aprovecharé los descubrimientos de Doppler para recordar que en esta vida toda acción tiene dos sentidos, uno hacia quien produce la acción y otro hacia quien la recibe.
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lunes, 20 de julio de 2009

Contestadora automática

Alberto D. Quiroga V.
Parte de la despersonalización en las relaciones humanas está reflejada en el uso y abuso de las contestadoras automáticas. Como muchas otras herramientas, las contestadoras se crearon con el fin de facilitar el trabajo de los seres humanos, pero su mal uso acaba por entorpecerlo.

Son ya muchas las historias cómicas que se han escrito, parodiando los menús de estos equipos. La realidad, más que cómica, comienza a ser trágica porque si la comunicación es un proceso complicado cuando se hace directamente entre dos personas, cuando interviene una máquina el proceso puede convertirse en algo imposible.

Borrar el mensaje de un cliente molesto puede ser una tentación muy atractiva; eliminar la invitación de alguien que nos es antipático también. La contestadora nos da la posibilidad de evadir a quien no queremos. Pero, por otro lado, evadir puede ser complicado. Un cliente molesto que exige una garantía, no se quedará conforme con dejar un mensaje, por el contrario, intentará el contacto personal pero más molesto aun que antes de dejar su reclamación en la máquina grabadora. Las contestadoras facilitan la evasión, y la evasión facilita el crecimiento de los problemas.

Por otra parte, las grabadoras han sido un excelente medio para dejar constancia de un contacto. Recuerdo algunas películas de drama que buscaban crear ansiedad cuando la mujer amada llamaba justo después de que el hombre amado salía a comprar unos cigarros, para regresar a su apartamento a recoger rápidamente su maleta, tomar un taxi e irse para no volver. En esas situaciones, un recado en la contestadora cambiaría el curso de la película.

Para quien las utiliza adecuadamente y responde, la contestadora puede ser una aliada, pero...

¿Eres una contestadora automática?

Hoy me he encontrado pensando en si algunos seres humanos, influenciados por las contestadoras, se han grabado un menú que impide comunicarse con ellos. Algunas personas, a ejemplo de algunas compañías, han grabado en sí mismas un menú que dice cosas como estas:

Hola, si me vienes a contar problemas tuyos, no me interesa. Si quieres dinero, no tengo. Si es para una invitación a comer, acepto. Si quieres que yo te ayude, olvídalo, tengo bastante con lo mío.

Cuando los escucho, me dan la apariencia de máquinas que contestan automáticamente, sin pensar. Personas que escuchan halagos y los interpretan como agresiones, porque así se han programado. Los hay también quienes se sienten solos y contestan de tal manera que se aíslan cada día más. Están los egoistas, que no quieren escuchar de problemas a menos que sean lo que ellos tienen.

Están los que reciben amablemente el recado, escuchan y agradecen la confianza, pero después borran las peticiones de ayuda o consuelo, tal como si fuese una reclamación de garantía en una empresa con pésimo servicio. Otros, aceptan opiniones siempre y cuando coincidan con las propias.

Y la verdad es que nos vamos despersonalizando, estamos allí, contestamos, hablamos amablemente, pero nos volvemos fríos. No es posible establecer una comunicación con seres irrepetibles con contestaciones repetidas e irreflexivas.

He dejado de viajar en transporte público por cuestiones de trabajo, pero cuando lo puedo hacer, me gusta observar. Las personas hablan mucho, pero se comunican poco. Un caso evidente de esto, fue una ocasión en que dos chicas viajaban de pie, miraban a diferentes lados, de frente y las dos platicaban de su propio tema. Mientras una comentaba lo mucho que sufría en el trabajo, la otra no dejaba de platicar de su novio, sosteniendo una conversación como esta:

- Y si, me da mucho miedo que me vayan a correr, porque el supervisor me trae ganas...
- Pues así son los hombres, ya ves mi novio, como es de celoso y le digo que no ando con nadie...
- Si, nadie quiere hablar ya conmigo por lo mismo, porque tiene miedo de que también las agarren con ellos...
- Si mi novio me agarrara con otro, pues voy de acuerdo en sus celos, pero yo no le he dado motivos.
- Yo tampoco le doy motivos al viejo ese, pero se me hace que se esta yendo por otro lado...
- Pues a lo mejor mi novio se va por otro lado y me lo dice para destantearme...
- Pues a mi me destantea esto por tanto desempleo...

Y cada quien con su conversación y cada quien con su visión, contestando automáticamente.

Así que atención: Que las contestadoras, el correo, el chat y demás medios de comunicación no nos hagan olvidar que del otro lado está una persona única e irrepetible, porque contagiados ahora también lo olvidamos cuando tenemos a nuestro interlocutor en persona.
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martes, 7 de julio de 2009

Para llegar a la otra orilla

Alberto Domingo Quiroga.
En el evangelio de San Marcos, se nos platica una escena que habla de la fe y la confianza:

Al atardecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: Crucemos a la otra orilla del lago. Despidieron a la gente y lo llevaron en la barca en que estaba. También lo acompañaban otras barcas.
De pronto se levantó un gran temporal y las olas se estrellaban contra la barca, que se iba llenando de agua. Mientras tanto Jesús dormía en la popa sobre un cojín. Lo despertaron diciendo: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» El entonces se despertó. Se encaró con el viento y dijo al mar: «Cállate, cálmate». El viento se apaciguó y siguió una gran calma. Después les dijo: «¿Por qué son tan miedosos? ¿Todavía no tienen fe?» Pero ellos estaban muy asustados por lo ocurrido y se preguntaban unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?» Mc 4. 35-41



De forma simbólica, Jesús nos pide cambiar, movernos, nos pide llegar a la otra orilla, lo que en muchas ocasiones significa cambiar de vida, cambiar de amistades, cambiar de pensamientos.

En esta vida, modificar nuestros hábitos y actitudes no resulta sencillo, empezando por esa resistencia al cambio propia de los humanos. Cambiar, así como crecer, puede ser doloroso. Lo importante a resaltar aquí es que Jesús no nos manda solos, él va en la barca. Ahora que se habla de solidaridad, de jalar parejo, Cristo nos demuestra que se sube a nuestra barca en toda intención de cambio.

Pero decíamos, no siempre los cambios son fáciles, por lo general son difíciles. Nuestros vicios, esos malos hábitos, están tan arraigados en nosotros que nos llegan a identificar por ellos, y son precisamente esos malos hábitos, nuestras debilidades y pecados, quienes se vuelven contra nosotros cuando queremos cambiar y nos atacan en forma tempestuosa, invitándonos a regresar a la orilla de donde salimos. Si a ello le agregamos que son muchos los que no quieren que cambiemos porque se benefician de nuestras debilidades, la tarea puede parecer imposible.

Es en ese momento cuando nos sentimos como en medio de una tormenta, con el viento en contra y cuando añoramos la orilla de la que salimos, cuando minimizamos nuestros vicios para regresar a ellos. En conflictos como esos, se da una lucha interna entre lo que nos invita a volver y lo que nos invita a seguir. Es en ese momento cuando recordamos que no vamos solos en la barca y que Jesús se ofreció a acompañarnos en el viaje, pero lo sentimos dormido, pues así nos lo parece. Entonces, recurrimos a él y le decimos: Señor, ¿no te importa que me hunda?

¿Cuántas veces sin pensar hemos pronunciado esta pregunta?

Detengámonos a pensar: ¿Jesús estaba dormido porque no le importaba o estaba dormido porque confiaba?

Jesús confiaba. El no dijo, subamos a la barca para hundirnos, él dijo, "Pasemos al otro lado". La tormenta y los problemas del viaje son el precio de llegar a la otra orilla. Y se duerme confiado porque sabe que la barca es buena y que la pericia de los marineros es suficiente. En pocas palabras, Jesús confía.

Con los marineros pasa lo contrario. Si bien izan las velas animados, ya en medio de la tormenta pierden la fe en si mismos y los vence el miedo. Cuando no pueden controlar la situación recuerdan que Jesús va en la barca, pero en lugar de pedirle ayuda le reclaman "No te importa que nos hundamos"

¿Por qué interpretamos que Jesús dormía por falta de interés? ¿Por qué reclamarle?

Por qué no mejor despertarlo y decirle: Señor, sé que duermes porque confías en mí, pero necesito de tu ayuda, ¿me echas la mano con estos vientos que parece que nos hunden?
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viernes, 3 de julio de 2009

La acera.

Alberto Quiroga V.
Entre las cosas que recuerdo de la película "Karate kid" es la reflexión que el señor Miyaghi le hace a Daniel, el chico inexperto en las peleas a quien hostigan una pandilla de karatecas.

-Si vas a aprender karate - comenta Miyaghi cuando Daniel le pide que le enseñe- debes aprenderlo en serio, si no, mejor quédate como estas Es como si fueras en una calle. Ir por una acera o por la otra es seguro, pero ir en medio no.- y al decirlo aprieta una fruta para simbolizar el riesgo de ser atropellado.
Creo que muchas veces a nosotros se nos olvida que no podemos pisar los dos lados de la acera, por lo menos al mismo tiempo. Hay una realidad que es innegable: En este mundo, ninguna situación es completamente buena o completamente mala, pero parece que siempre queremos tomar todo lo bueno de las cosas y desechar las que no son tan buenas y que vienen en el mismo paquete.

El poeta decía, si quieres la rosa, debes de tener la espina, pero hay muchos que quisieran siempre estar en fiesta y desaparecer cuando termina para evitar las tareas de limpiar.

La cultura light nos invita a eso. Nos hace creer que podemos llenarnos de dulces que no engordan, que podemos aprender ingles mientras dormimos, o que podemos bajar de peso mágicamente comprando un aparato o producto milagroso.

Se nos invita a enfocarnos siempre en los resultados atractivos pero no en los esfuerzos poco atractivos. Las películas se enfocan en el héroe que huye dejando una estela de destrucción, pero nunca se ocupan de los muertos inocentes que en teoría deberían quedar de esas explosiones, choques y balaceras. De la vida toma lo bueno, reza el lema publicitario, y lo bueno es lo que a ti te hace gozar en el futuro inmediato aunque en el futuro de mediano o largo plazo te traiga consecuencias. Si algo le causa conflicto a tu búsqueda de satisfacción inmediata, déjalo. Es decir, nos invitan a estarnos cambiando de acera constantemente con el riesgo de ser atropellados en alguno de esos múltiples cambios. Para la cultura light, es bueno ser estudiante, porque así no tienes compromisos de trabajo, pero no es bueno ser estudiante porque tienes que estudiar para aprobar exámenes, aunque para solucionar esta "complicación" puedes mandar un mensaje a un numero de celular y te mandan la respuesta a la pregunta de tu examen en menos de 30 segundos. Como ves, esa pequeña molestia de estudiar ha quedado solventada.

Otro ejemplo de quienes buscan pisar dos aceras al mismo tiempo es el de aquellos adolescentes que juegan a ser adultos y tienen relaciones sexuales como adultos, y cuando se presenta un embarazo u otro problema alegan que eran muy pequeños y no sabían lo que hacían. Por fin acera de adulto o de niño, pero no ambas al mismo tiempo y en la misma situación. Uno más, hay quienes buscan la seguridad y la imagen del matrimonio y la comodidad y la aventura de las relaciones extramaritales. O acera de casado o acera de soltero, pero no brincar de una a otra dañando y evadiendo.
Y por ultimo una más, la de aquellos que buscan pisar al mismo tiempo la acera del creyente y la del incrédulo. La del creyente cuando deben recurrir a Dios y cuando su conciencia no los deja tranquilos, y la del incrédulo cuando es muy pertinente que Dios no exista, como en ese negocio que nos conviene olvidarnos de "no robarás".

Cambiar de acera constantemente, a conveniencia, puede parecer muy cómodo...
...y en ocasiones ser muy riesgoso.
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