viernes, 26 de junio de 2009

Cultura de prevención


En días pasados tuvimos conocimiento del incendio en una guardería en Sonora, en la que desgraciadamente fallecieron muchos niños.

Mucho se habla de tapar el pozo antes de que se ahogue el niño, pero pocos son los que lo hacen. Por el contrario, la gran mayoría de la gente abre el pozo y ni siquiera contempla la posibilidad de que caiga un niño, o ni siquiera contempla que existen los niños.

Quiero pensar que quienes abrieron la guardería no lo hicieron buscando hacer un mal. Estoy seguro que ellos visualizaron que podían hacer negocio cuidando niños y consideraron que esa bodega era segura. Además, los niños son tiernos y sus travesuras no podían causar ningún mal.
Según los reportes de inspección, les avisaron de la salida de emergencia, pero ellos pensaron que nunca iba a existir esa emergencia y por lo tanto no era necesaria la salida. Les dijeron que debían cambiar los plafones en el techo, pero consideraron que nunca habría fuego y si un día lo había, no alcanzarían las llamas tanta altura. Seguramente, el personal no estaba preparado para combatir un incendio o para reaccionar en caso de emergencia, no por perversos, sino porque de buena fe consideraron que no existiría tal necesidad.

Ese es el pequeño grave problema, no pensar que lo peor puede pasar.

Es un hecho que nadie quiere morir, pero es una realidad que todos morimos. Considerar la realidad no significa ser pesimista, significa ser realista.

Los motivadores insisten en manejar una postura positiva en nuestra vida, lo que a veces degenera en una postura de ceguera ante las complicaciones o aspectos negativos. Actuar como si no existieran consecuencias negativas lleva a cometer errores trágicos.

Una de las cosas que más me llamó la atención cuando estudie el tema de la seguridad industrial, fue el conocer que las estadísticas nos marcan que hay muchos más accidentes en el hogar que en la industria, proporcionalmente hablando; ello debido a que al relajarse el sentido de seguridad, se aumenta la posibilidad de sufrir un accidente.

Exceptuando casos suicidas, los jóvenes que manejan a altas velocidades no lo hacen para matarse o para matar a otros, pero si lo hacen sin tener claramente contempladas las consecuencias.

De igual manera, quien emprende un negocio o una relación no lo hace para tener problemas sino para tener beneficios, pero es una realidad que los negocios quiebran y que las relaciones fracasan. Lo que comenzó como una buena y optimista idea, poner una guardería para trabajar con niños y hacer dinero, terminó en tragedia por no cuidar los detalles que debieron rodear ese proyecto. Lo que inicia como una aventura puede terminar en una ruptura matrimonial. Lo que arranca como un sueño puede terminar en una pesadilla. Nadie inicia algo para hacerse daño. Nadie comienza a beber para acabar su hígado, ni toma drogas para destruirse ni usa su tarjeta de crédito para acabar en la cárcel.

Todos consideramos que lo que hacemos, en principio nos favorece. Sin embargo, es un hecho que muchas veces dañamos a nosotros mismos y a los demás por ignorancia o negligencia a pesar de nuestras buenas intenciones.

Quien no está preparado para lo peor, no puede estar listo para lo mejor. Por ello, quien actúa sin contemplar las consecuencias actúa irresponsablemente.
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario