viernes, 15 de mayo de 2009

Lo que nos dejó la influenza

Alberto Domingo Quiroga V.


El pasado 11 de mayo se reanudaron las actividades en gran parte de las escuelas y a la par de regresar a mi trabajo después de dos semanas de vacaciones no pagadas en las que no metí un solo peso a mi casa, me veo envuelto en una serie de reflexiones acerca de la alerta sanitaria por la influenza.

Escribir de esto va a ser difícil, porque la situación se polarizó tanto que a fuerza pisaré algún callo, pero considerando que traigo pantunflas me arriesgaré. Yo no quiero contribuir a la polarización. Si crees que fue mentira, está bien para mi, y si crees que fue verdad, también está bien. Solamente permiteme reflexionar y compartir estas reflexiones contigo.

¿Qué nos podría dejar la influenza?

El temor de una enfermedad nos llevó a estar pendientes de la salud del prójimo. Un estornudo que antes sería desapercibido, ahora era monitoreado. Comenzamos a preocuparnos por saber si el compañero de viaje o de trabajo estaba enfermo o no, para evitar el contagio. Y si de ahora en adelante nos preocupamos por la salud de nuestros compañeros, ya no para evitar el contagio sino para apoyarlo en la enfermedad, ¿No sería una buena enseñanza?

Comenzamos a usar cubrebocas, tomamos conciencia de que lo que sale y entra por nuestra boca podría ser peligroso. Nuestra saliva podría ser dañina y el pacto era: yo no te contagio y tu no me contagias. Traer la boca tapada nos hizo tomar conciencia de que podemos dañar.
Y si a partir de hoy, lo que aplicabamos a nuestra saliva lo aplicamos a nuestras palabras y frases hirientes. Nos ahorrariamos muchos problemas ¿Verdad?

Lavarse las manos es una costumbre que ojalá se quede. Traer las manos limpias es fundamental para la salud del cuerpo. Si aprovechamos la inercia y recordamos que la conciencia limpia es fundamental para la salud del alma, tendremos allí otra buena enseñanza.

La influenza a mi me recordó lo volatil que pueden ser las cosas terrenales. Un negocio que va bien de golpe desaparece. Si bien fueron dos semanas, tal vez seis no las hubiera soportado. Dos semanas sin trabajo me afectó económicamente, no solo por lo que dejé de percibir sino por lo que tuve que pagar y lo que se desperdició, como la publicidad que habia hecho para los eventos que se cancelaron.

El impedimento de trabajar fue real y no se pudo hacer nada. Una señora me decía: A partir de ahora, no puedo vivir al día. Si a raíz de esta situación aprendemos a planear y a ver en el mediano, largo plazo y eterno plazo, eso sería una enseñanza maravillosa.

La influenza también me enseñó que podemos vivir con menos, que podemos convivir como familia, que debemos tener capacidad de abandonar y renacer.

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1 comentario:

  1. Hola tio, la verdad yo creo que si nos dejo muchas cosas buenas, pero que triste que tenga que venir una epidemia para que aprender que hay que lavarse las manos "una cosa tan sencilla" o a preocuparnos por los demas, pero bueno solo nos queda aprender e ir mejorando poco a poco y ser mejores cada dia,empezando por uno mismo.

    Atte Gloria Quiroga

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