martes, 19 de mayo de 2009

Jugando con la información

Alberto Domingo Quiroga V.

Los verdaderos líderes utilizan adecuadamente la información para comunicar. Es muy importante conocer la diferencia entre publicar datos y comunicar un mensaje.

En un caso muy personal, todos los días escucho en las noticias datos de puntos, índices y operaciones con referencia a los manejos de las bolsas de valores que no me dicen nada, pero que supongo han de ser muy importantes porque todos los días lo repiten y repiten. Tengo la impresión de que las economías y las bolsas van en sentido directamente proporcional, pero entran otros factores como especulaciones y demás que no me dejan hacer aseveraciones. En resumen, escucho los datos, pero me sirven de muy poco.

Los poderosos juegan con la información a su gusto. Dicen que en una competencia durante la guerra fría, norteamericanos y soviéticos mandaron cada quien a su mejor hombre para que compitieran entre sí, ganando el soviético. En la URSS los periódicos decían. El soviético primero, los americanos últimos.

En Estados Unidos, los periódicos maquillaron la información y reportaron: Nuestro hombre segundo, el soviético penúltimo.

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La información es poder. Cualquiera que ha sabido algo que otro no sabe conoce el sentido de la frase. En 1492, en medio del Atlántico, Cristóbal Colón empezó a jugar con la información. Reportaba a su tripulación una cuenta corta de distancia recorrida y llevaba el cálculo real en una cuenta secreta.

Colón confiaba en los cálculos, pero decidió jugar con esta información para poner de su lado el factor psicológico. Coinciden algunos historiadores en que es muy raro que Colón supiera con tanta precisión la distancia a tierra firme desde las Canarias, otros señalan la suerte que tuvo de encontrar America en medio del camino a las Indias, pero están de acuerdo en que manejar unas cifras conservadoras ayudó a controlar la tripulación y compensar retrasos.

Al final, Colón llegó a America con un ambiente en su tripulación favorable, que tal vez no hubiese sido el mismo si la cuenta real de las leguas marinas recorridas se hubiese sabido.

Algo interesante de esta etapa de la historia me sirve para reflexionar.

Efectivamente, Colón ocultó información, pero estaba consciente de ello, lo hizo con el fin de mantener a la tripulación animada y lo más importante, estaba en el mismo barco, si sus cálculos fallaban él también moriría.

En las empresas, veo también un juego con la información pero torpe. Se oculta la información, pero se hace para generar desánimo, de manera torpe y quien generalmente manda la información equivocada da la apariencia de ir en otro barco, ajeno al de la tripulación.

¿Que sucede cuando una empresa, para negar aumentos o premios sistemáticamente manda señales de que las cosas van mal? Pues genera desconcierto.

Colón difundía distancias que sonaban reales, y quitaba en promedio 70 u 80 leguas. Algunos empresarios mandan mensajes tan desesperanzadores que la conclusión de sus empleados es para que trabajamos si no sirve de nada.

Decir que una empresa va mal cuando no lo va es una motivación coercitiva y contraproducente. Sin embargo es un vicio en muchos empresarios en México, quienes me dan la idea de malos actores pues pocos les creen que trabajan por amor o caridad.

Una ocasión me comentaba el dueño de un taller que su mecánico le quería cobrar más porque estaba reparando más carros. El dueño se negaba con el pretexto de que si bien reparaban más autos, las cosas estaban más caras y la situación estaba difícil. Al pedirme mi opinión le dije: ¿Tú sigues cobrando lo mismo aunque reparas más carros? ¿No verdad? Entonces, ¿Por que quieres que tu mecánico se conforme con menos?

Jugar con la información es conveniente, por ejemplo, en la calle no me conviene que nadie sepa cuanto dinero tengo o si cargo un teléfono celular caro. Pero el juego de la información debe ser bien jugado, mandar mensajes irreales ya sean negativos o positivos cuando la gente espera o percibe lo contrario, es contraproducente.

Por eso me agrada el caso de Colón. No trató a sus tripulantes como ignorantes mandándoles mensajes de que todo iba superbien (o supermal, si hubiese sido el caso), les mandó mensajes creíbles y con el afán de que no desfallecieran. Estuvo consciente de sus decisiones y conocía la información real, y por supuesto, iba en el mismo barco.

Algunos líderes y empresarios deberían de aprender de él.
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