viernes, 6 de agosto de 2010

Calle con baches


Dicen que es por la época de lluvias pero aun cuando está seco están presentes.

Son los tristemente famosos baches, terror de llantas y suspensiones, frenadores de tránsito fluido y molestos como cualquier obstáculo que se interponga a nuestro objetivo.

Los baches son una alegoría de la vida, muchas veces nosotros no los causamos, pero si debemos padecerlos.

En otras ocasiones los causamos, pero sin darnos cuenta de ello. Cada que caemos en un bache colaboramos desgastando los bordes, cuando tiramos basura ayudamos a encharcar y cuando arrojamos piedras al pavimento o latas, en combinación con las llantas hacemos efecto abrasivo desgastante en el pavimento.

Los baches estimulan nuestra memoria, no hay GPS que los contenga porque cambian día con día, aumentan profundidad y peligrosidad de manera anárquica, pues algunos pueden permanecer casi inalterables por meses y otros convertirse en solamente unas horas en un hoyo lo suficientemente profundo para que el auto que caiga allí necesite de grúa para salir. Recordar su ubicación es importante, pero más importante es estar atentos para descubrir los nuevos, por lo tanto, también estimulan nuestra capacidad de observación.

Hay calles que están tan maltratadas, que es imposible pasar sin caer en uno de ellos, así que allí la decisión es pasar por los más pequeños. Lo que me recuerda una máxima en toma de decisiones: Si estás atado a una decisión, toma la mejor que puedas.

Vamos por la vida, hay baches. Algunos no podemos evitarlos y caemos en ellos, otros se pueden evitar pero depende de nosotros. Los más proactivos no sólo evitan los baches, los tapan o por lo menos les avisan a los demás para que no caigan en ellos.

Algunos padecen por equivocar la ruta, se quejan de la calle pero siempre toman la misma vía sin saber (o sin querer aceptar) que la calle paralela está mejor pavimentada. A veces cometemos errores por años, incapaces de aceptar que estamos mal, cayendo en los mismos agujeros que conocemos de memoria pero parecemos incapaces de evitar.

Contar con copiloto es importante cuando éste participa en la ruta y nos evita accidentes. "Pégate a la derecha, porque en el otro carril hay un cráter igualito al que recibió al Apolo" y con la confianza de aquel que sabe a quién sube a su auto, nos pegamos a la derecha y evitamos el daño. Pero si el copiloto se guarda la información o si quien tiene el volante no decide o puede cambiar de carril, la caída se produce. Si el copiloto no ayuda, se convierte en un peso muerto que colabora a que el auto caiga con más fuerza, así que cuidado a quien subes a tu auto o cuidado con convertirte en peso muerto.

Así es la vida, con baches.

Voy por una calle muy accidentada. El coche vibra y escuchamos golpeteo de metal que significa desgaste y dinero, pero debo llevar a mis hijos a la escuela y no hay otra ruta posible. Mi hija, que no alcanza a ver el pavimento me dice, casi me reclama: Papá, no pases por los baches, que no me puedo estar quieta.

No hay de otra hija, esto está lleno de ellos, lo más que puedo hacer es tratar de pasar por los más pequeños.
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