sábado, 14 de agosto de 2010

Detalles insignificantes


La vida, dentro de ese paquete o presentación en la que nos es dada, trae una serie de inconveniencias. No podemos evitarlas, hay cosas que simplemente nos desagradan, que preferiríamos que no estuvieran, pero allí están. Vienen en el paquete.

Si hacemos una lista de ellas, ésta sería de un tamaño directamente proporcional a nuestro nivel de aceptación e inversamente al de frustración.

Una pregunta interesante es ¿Cuántas cosas que nos roban energía, realmente valen que nos preocupemos por ellas? ¿Cuántas se merecen nuestra molestia? ¿Cuántas ameritan nuestros desvelos?

Los humanos, egocentristas como somos, hacemos muy grandes las cosas cuando nos afectan y minimizamos las que hacemos y provocan afectación en otros.

Voy en un auto de un cliente y éste se molesta porque un vehículo se detiene frente a nosotros a descargar pasaje. "Muévete, la calle no es tuya" y molesto me comenta lo mal que le caen esos que no respetan a los demás. Minutos adelante vamos a entrar a su negocio. Podría estacionarse, abrir la puerta y después meterse pero prefiere enfilarse, dejando espacio para que abran las hojas lo que provoca que estorbe el paso. Cuando le pitan hace tranquilo el comentario "Ah que desesperados, si tienen prisa levántense temprano".

Las relaciones humanas, con su roce constante, provocan fricciones que a veces no son intencionadas, pero acaban lastimando. Pensar diferente nos lleva a interpretar las cosas de diferente manera. En algunas, por su gravedad o seriedad, es fácil coincidir, pero en otras, las sencillas, ponerse de acuerdo puede volverse complicado.

El nivel del volumen al que se puede escuchar una canción varía de acuerdo a la persona y a la canción en cuestión. Los alimentos que se sirven a la mesa están en función del gusto de quien los prepara y no necesariamente de quién los va a comer. Un portafolio en la sala puede ser algo inconcebible para quien asea la casa y una nimiedad para quien llega cansado del trabajo. Y son muchas de estas cosas sencillas las que acaban provocando conflictos graves en las relaciones familiares y laborales. Amistades y relaciones se han acabado por tonterías, perdiendo lo más por lo menos.

Dar un peso excesivo a los pequeños detalles podría provocar, por ejemplo, que el propietario de un negocio centre sus problemas en algunas costumbres de sus empleados, negando o dejando de lado problemas fundamentales, tal como fue el caso de un amigo, cuyo negocio se vino a pique. El estaba más preocupado por algunas conductas de su encargado, que a mi modo de ver no eran relevantes, que por algunas políticas equivocadas en cuanto a cuestión de costos y selección de clientes, problemas que realmente lo hicieron quebrar.

Por ponerlo en dinero podríamos decir que mi amigo, preocupado por cuidar los centavos descuidó los pesos. ¿Cuántas veces hemos notado lo importante hasta que se revienta el hilo, mientras estábamos enfrascados en cosas sin importancia?

Esos pequeños detalles nos distraen e impiden resolver problemas de fondo. Y se convierten en distractores porque en nuestra percepción los hacemos más grandes e importantes de lo que en realidad son. Digamos que son como los árboles que nos impiden ver el bosque.

Pero así como los podemos agrandar los podemos hacer pequeños y manejables e inclusive desaparecerlos, así como un mago hace que centremos la atención en donde él quiere para ocultar un objeto, dando la impresión de desaparecerlo.

Si reconocemos en nosotros mismos esos detalles insignificantes que nos están robando tiempo y nos enfocamos en lo importante, seguramente nos encontraremos con mucho tiempo libre para disfrutar realmente de la vida.

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