Cuenta una vieja historia que un gallo buscaba entre la tierra semimojada su alimento cuando se encontró una perla. Atraído por el color blanco, pensando que era una larva le dio un picotazo para comprobar que era dura y no blanda. Moviéndola con pico la giro y la perla quedo expuesta, para ser abandonada en pos de un gusano que sí se pudiera comer.
¿Cuántas veces te has sentido tú como la perla, menospreciado y abandonado por cosas o personas que son aparentemente de menos valor?
Hablando de literatura, son frecuentes las historias de libros y escritores que han sido rechazados por editores, para después convertirse en éxitos de librería. La opinión propia y subjetiva de unos no necesariamente es la opinión de todos. Lo que ha diferenciado a los escritores que lograron sobresalir de aquellos que la imprenta nunca conoció, fue la perseverancia fundada en que el trabajo estaba bien y que sí un editor rechaza, hay miles más entre los que se puede encontrar uno que quiera apoyar.
¿Quien no te dice que no te han sabido apreciar porque son como el gallo, que busca gusanos y desprecia las perlas? ¿Cuántas veces, nosotros mismos, hemos despreciado lo bueno en pos de lo malo?
Ahora bien, si tú eres una perla y quieres ser apreciado por un gallo, el error está en ti y no en el animal. Muévete, busca en donde puedas ser apreciado en todo lo que crees valer. Qué hacer -me preguntaba una persona hace poco- si en mi trabajo no me aprecian y me cierran el paso a ascensos. Pues moverte, le conteste, si ya sabes que aquí no hay futuro, nadie lo armará por ti.
Todos los días, si el tiempo te lo permite, puedes atender los programas de finanzas y escuchar como las monedas bajan y suben de valor unas con respecto de otras. Yo en el cenicero de mi auto, tengo varias monedas, entre ellas dos de medio dolar, que se mantienen impávidas ante las fluctuaciones cambiarias. Siempre las veo igual, no las veo que se hagan más grandes o pequeñas, más delgadas o gruesas. Son los mercados cambiarios los que le van asignando valor, pero a ellas no les importa.
Así también, para una persona, los demás pueden irle dando un valor totalmente subjetivo. Por ejemplo, si un hombre honesto se opone a falsear un informe que diga que una medicina tiene beneficios que no posee, se le puede dar la calificación de "falto de visión" por no aceptar un "jugoso negocio" solamente por estampar una firma.
Si una chica se niega a los jugueteos del jefe, la pueden juzgar de mojigata, de apretada y de quien sabe que cosa más, lo que le puede costar el despido y hasta el bloqueo para nuevos trabajos. "No coopera", "Incapaz para el trabajo en equipo" dirá su expediente.
El valor otorgado en ambos casos expuestos son tan subjetivos y perversos como pueden ser los movimientos cambiarios, que atienden muchas veces a oscuros motivos que no todos conocen.
Pero esas calificaciones no deben restar valor, pues son hechas por un gallo que tiene otros intereses.
Por lo demás, cada quien debe ir buscando el valor que tiene y una manera de medirlo es ponerlo al servicio de los demás. Las monedas valen en cuanto pueden ser cambiadas por bienes o servicios.
¿Qué bien o servicio eres capaz de otorgar?
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