jueves, 7 de enero de 2010

Peligrosa capacidad

Alberto Quiroga V.

Probablemente te sucedió de niño o tal vez aun te siga pasando. Despiertas de noche y en medio de la penumbra, alcanzas a ver la silueta de un hombre ¿o un monstruo? La sombra claramente te lo revela y ya sea que te espantes y grites pidiendo ayuda o te armes de valor, al encender la luz descubres que lo que era un ser horrible en realidad no es sino una chamarra mal acomodada o una serie de objetos que vistos desde tu ángulo y con la adecuada dote de imaginación, se transformó en factor de tu miedo.

El ser humano tiene esa capacidad de crear y de niños es muy visible como una caja de cartón vacía puede ser el casco de un barco, la cárcel o un fuerte apache. Las niñas pueden ser Miss Universo o vivir con Barbie aun cuando esa muñequita sea cientos de veces más chica a escala. La imaginación es prodigiosa.

Cuando crecemos, esa capacidad se conserva en mayor o menor medida pero como adultos solemos ocultarla. Difícilmente iremos por la calle, con el dedo índice simulando el cañon de una pistola, para protegernos de los asaltantes, pero estoy seguro que en nuestra imaginación, más de una vez hemos querido ser como Supermán para romperle la boca a los tres malandrines que nos acaban de asaltar. Seguimos teniendo imaginación, pero casi siempre la ocultamos.

Parte de esa imaginación los adultos la ocupamos para autoengañarnos. Casi siempre acabamos viendo las cosas desde nuestro particular punto de vista y para muchos es difícil tener la capacidad de explorar la realidad desde la visión de otros.

Mucha gente cree que está trabajando duro cuando en realidad tiene un rendimiento mediocre. Al no obtener los resultados esperados, continua con el autoengaño y comienza a echarles la culpa a los demás, imagina complots en su contra y traslada el problema a los demás porque se ha convencido a si mismo de que él está bien y los demás están mal.

En el enamoramiento sucede algo similar. Es increíble la cantidad de mujeres que dicen estar casadas con el hombre equivocado pero tomaron la decisión de estar con él a pesar de que ahora, a la distancia, recuerdan haber notado muchos de los defectos que ahora les molestan pero que durante el noviazgo maquillaron por esa capacidad de autoengaño.

Al inicio del año, los buenos deseos correrán por montones: Muchos de ellos estarán sazonados por el autoengaño y quien los formule lo hará sabiendo en el fondo que no los cumplirá, pero ¡Que bien se siente tener buenos deseos!

¿Cómo vencer la capacidad de autoengaño? Así como de niños descubriamos que el monstruo era en realidad una chamarra, de igual forma debemos de buscar encender la luz y variar nuestros enfoques al momento de observar las situaciones.

La primera luz que puedes encender es la de la verdad, aunque duela. En lo íntimo de tu corazón, donde tu conciencia habla, puedes escucharte a ti mismo cuando no estás haciendo lo correcto. Es cierto, la conciencia se acalla y su voz se hace más débil cuando nos acostumbramos a olvidarla, pero siempre esta allí y puede ser reconocida si se practica en escucharla.

Tú puedes hacerle creer a los demás que eres la persona que en realidad no eres, y puedes actuar tanto tu personaje que acabes creyendo que así es, aunque los resultados apunten a otro lado. Pero si estás actuando mal o deficientemente, tu conciencia te lo dirá: De ti depende escucharla.

Otra luz que puedes encender, pero debes procurar tenerla cerca, es la del consejo sabio y desinteresado de quien te quiera bien. Nada más que debo aclarar que a veces estos consejos suelen ser duros o difíciles de escuchar porque pueden señalarnos faltas que nos lastiman en nuestro orgullo. Un buen consejero se mide por los resultados y no por su complacencia.

Y por último una luz más a encender y es la de los diferentes enfoques. Ninguna situación de este mundo es totalmente buena o totalmente mala. Cuando estés convencido de algo, ya sea en un sentido o en otro, juega a buscarle la parte contraria. Por ejemplo, si estas convencido de que deberian darte un ascenso en tu trabajo por las miles de razones que te repites día con día, puedes jugar a buscar razones por las cuales no te deberían dar ese ascenso. Obviamente, este juego se juega siendo sincero contigo mismo. Si buscas no autoengañarte, sería una torpeza hacerlo en este juego.

Es muy seguro que en este ejercicio aparezca una lista de detalles que conoces pero tratas de ocultar y que pueden ser los que estén entorpeciendo tu crecimiento.

El mismo ejercicio se puede repetir para evaluar una relación sentimental o un proyecto, pues cuando queremos tomar una decisión, casi siempre buscamos los argumentos que la apoyan y desestimamos los que la rechazan. Por eso es peligrosa la capacidad de autoengaño, porque no por desechar en nuestra mente situaciones que nos complican, estas mismas situaciones desaparecen en la vida real, que es donde acabamos dañados.
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