Me fui de vacaciones al pasado hace unos días gracias a unas bellas acuarelas de la Ciudad de México hechas hace 150 años. Todavía cerca de un lago, sin los problemas de hoy pero con los de esos tiempos, viendo las pinturas sin analizarlas provocó un antojó de vivir en esa Ciudad de Ensueño, bien llamada de los Palacios. Pero curiosamente justo cuando añoraba esas épocas que no me tocaron vivir, me encuentro una acuarela que representa un ataque a una diligencia.
Volver en el tiempo ha pasado seguramente por la mente de todos los seres humanos pensantes. Tener el poder de cambiar el pasado seria un atractivo deseo para quien encontrara la lámpara maravillosa. Pero si alguien regresara a su niñez o juventud, seguramente tomaría las mismas decisiones porque en ese momento los grados de conocimiento y madurez así lo indicarían.
Es precisamente el roce con el error y con la falla lo que va puliendo lo que somos hoy. En todo caso, lo interesante de volver en el tiempo mentalmente es descubrir la capacidad de tomar hipotéticamente mejores decisiones.
Pensar "No debí haber dicho o hecho eso" nos ayuda a evitar en lo futuro repetir esos errores, sobre todo porque hay tantas posibilidades que es de aburrimiento seguir cometiendo los mismos. Esa puede ser la ganancia de visitar ocasionalmente el pasado.
Aun cuando parece más sencillo o común viajar al pasado, volar hacia el futuro puede ser muy productivo. Supón que viajas a tu futuro y te ves a ti mismo proyectado, si no te gusta, puedes hacer hoy lo necesario para cambiarlo. Si por el contrario ese futuro te halaga, entonces podrás descubrir hábitos o actitudes que te ayudarán a lograrlo y otros que debes quitarte para hacerlo realidad.
Aun siendo producto de la fantasía de la mente, viajar ordenadamente en el tiempo puede resultar muy provechoso.
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