martes, 13 de julio de 2010

Volanteo e insultos



Uno de los medios más socorridos para atraer nuevos clientes es el volanteo. Cruces de avenidas para aprovechar el alto del semáforo, la salida de una estación del Metro, los atrios de las iglesias y cualquier otro lugar concurrido y transitado es un excelente lugar para repartirlos. Mil volantes, que suenan muchos, pueden repartirse en pocos minutos en esos lugares.

Pero no por accesibles los volantes son efectivos. Repartir un millar a quienes no son clientes potenciales sirve de nada. Pequeños negocios, de influencia territorial muy reducida, tiran su dinero repartiendo volantes en una avenida por donde pasan clientes que no van a cruzar la ciudad para asistir a una clase de aerobics o para encargar una comida corrida.

La finalidad es atraer clientes, no repartir volantes. Eso sin descontar el que los volanteros profesionales los dan de a tres o cinco a una misma persona o dejan en las casas abandonadas varias decenas de ellos. También se da el caso de quienes los solicitan por el hecho de ser "gratis" tal como pasa en las exposiciones, donde se cuela gente que es amante de recibir todo cuanto le dan y sale del recinto con varias bolsas llenas de volantes y publicidad

Por eso el volanteo suele tener tan malos resultados.

Por la vida diaria tú vas recorriendo un camino y en él seguramente te irán dando volantes. Algunos te negarás a recibirlos, sean de lo que sean, tienes cosas más importantes y no te interesan. Otros, los recibirás pero no los leerás, algunos los analizarás y decidirás que hacer con ellos, ya sea que los tires, los guardes o los pases a quien creas que le interese. Pero tú decides si estiras la mano o no.

Yo creo que los insultos se parecen en mucho a los volantes. Por la vida, también hay gente que se va promocionando por medio de insultos. Los reparte al por mayor, como si fueran promocionales y lo triste es que no falta quien se los acepte.

Estando esperando a que avanzaran los autos en un congestionamiento, vi a un auto B que se comenzó a picar con un auto C, para ver quien pasaba primero. Cuando los ánimos se calentaron, B le mentó la madre a C con el claxon pero lo curioso de todo fue que A, que estaba delante de ambos, reaccionó con enojo y se asomó por la ventanilla para agredir a B. (Aclaro, yo iba en el auto D)


Así como los volanteros reparten sin ton ni son, mucha gente, con altos niveles de insatisfacción, estrés y baja auto estima se la pasa repartiendo insultos y agresiones sin siquiera fijarse a quien se los da. No sólo en la calle, también en el trabajo y tristemente en la familia. Tal vez ni siquiera busca ofender sino descargarse. Pero cuantos, al igual que los que coleccionan volantes, reciben los insultos sin fijarse y les dan acuse de recibo. Con base en ello me he quedado pensando cuantas groserías han sido para otros y las he hecho para mí. Y tal como los volantes yo soy libre de aceptarlos o no, de creer en lo que dicen o de desechar su información.

Comencemos a practicar en la calle con el siguiente conductor que nos pite o grite: Tal vez ese volante-insulto sí sea para nosotros, pero de momento diremos: "No, gracias" sin estirar la mano.
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