Alberto D. Quiroga V.
Platicando con un amigo, salió el tema de cómo algunos hombres malos parecen contar con un permiso especial de la vida para hacer el mal y quedar aparentemente sin castigo.
¿Por qué esas personas -preguntaba mi amigo- hacen tanto daño y les va bien?
Creo que esa pregunta nos la hemos hecho muchas veces. Existen personas que engañan, roban, dañan y parecen estar como si nada.
Por mi parte, considero que esas personas tienen en sí su peor castigo. ¿Qué peor castigo que vivir consigo mismas toda la vida?
A veces se desprecia, otras se oculta o se trata de acallar. Pero la conciencia permanece y no nos deja estarnos quietos. Cómo engañarnos y sentirnos tranquilos cuando sabemos que vamos dejando un rastro de enemigos en aquellos de quien nos hemos aprovechado.
Hablando de metáforas de vida, existe una que me gusta mucho y es comparar la vida con un carrito de supermercado. Podemos echarle lo que queramos, pero tarde o temprano hay que pagar.
Con base en esta metáfora, podemos hacer el mal, pero acabaremos pagando por ello. Y como decía, algunos echan en su carrito pescado podrido y se repiten a sí mismos que es pescado fresco y la peste les acompaña durante el viaje.
Otros, que no alcanzan a percibir el olor, se quedan con la idea de que aquel lleva pescado fresco y llegan hasta a envidiarlo.
Si dejáramos de juzgar las cosas de golpe y nos diéramos la oportunidad de juzgar en el largo plazo, veríamos que quien hace el mal no acaba bien y que así como la publicidad engañosa oculta los defectos de un producto así el mal suele ocultar sus consecuencias para hacerse atractivo.
Ahora que está de moda el tema de las tarjetas de crédito y que muchas personas deben mucho más del equivalente en dinero de los productos que adquirieron a crédito, se me viene a la mente la reflexión de San Pablo acerca de que el mal es atractivo porque paga pronto. Al igual que en las tarjetas de crédito, el mal da la oportunidad de acceder a lo que no es posible por vías normales. Paga rápido, en pesos, pero cobra en dólares y con intereses.
La pregunta ahora es: ¿Envidiarías a quien está ahogado en deudas por su tarjeta de crédito? ¿No? Tampoco envidies a quien hace mal y aparentemente le va bien.
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