martes, 30 de agosto de 2011

La Cuenta


 

¿Qué pasaría si voy a un restaurante y me la paso viendo y criticando en silencio lo que los demás piden? No creo que pueda disfrutar la comida.

Que la señora de allá ya pidió carnitas y está bien pasada de peso. El tipo de la otra mesa está pidiendo langosta y se ve que no tiene ni en que caerse muerto y que decir de los del rincón, están pidiendo cosas que no saben ni pronunciar. Pero ni ayudo a la señora a mantenerse en peso, ni le voy a prestar al que pidio langosta ni les daré clases a los que desconocen el francés. Mi intervención se queda en la inútil crítica.

La paja en el ojo ajeno es un atractivo interesante para la crítica y pareciera exagerado el parangón que nos puso Jesús al mencionar una viga en el propio. La realidad es que si analizamos bien, esas críticas insulsas son unas verdaderas devoradoras de tiempo.

Algo que tengo claro, pero pareciera que no, es que si voy a dar cuentas de algo ante Dios es de lo que he hecho o dejado de hacer (no de lo que hicieron o dejaron de hacer los demás) y a veces eso es lo que menos me preocupa porque caigo en ese atractivo deporte que es estar fijándome en los otros.

Regreso a mi restaurante del principio. Me la paso viendo a los demás y criticando lo que comen, lo que piden, lo que platican. Y cuando me retiro, el mesero me dice: Señor, aquí están las cuentas de las mesas que usted estuvo vigilando.

Obviamente yo me resisto a pagar pero me queda la conciencia de que estuve tan preocupado por los demás en cosas que no me incumben y que a veces ni importancia tienen que le di al mesero la impresión de que yo era el responsable de todos los demás. Tan preocupado estaba que yo ni siquiera consumí mis alimentos.

Debo preocuparme por pagar mi cuenta, si a la crítica no sigue la acción tal vez me acaben por cargar también otras cuentas.

Saludos.

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