sábado, 18 de septiembre de 2010

¡Piérdelo!


Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, dice el dicho y dice bien. Por su parte, quienes han mudado de domicilio dicen que nadie sabe todo lo que tiene hasta que se cambia de casa, cuando comienzan a aparecer cosas olvidadas y se llena un camión que se consideraba más que suficiente.

La pregunta podría ser entonces ¿Por qué tenemos que esperar a perder algo o a cambiarnos de casa para darnos cuenta de lo que tenemos?

Para saber qué es lo que en realidad tenemos podríamos visualizarnos en un estado de pérdida. De niños, el poder de la visualización es muy grande, convertimos una caja de cartón en un barco y una rama de madera en un rifle. Era tan poderosa la capacidad de trastocar las cosas que así como transformábamos para juego lo hacíamos para asustarnos a nosotros mismos, convirtiendo un suéter colgado en una puerta en la imagen misma del Coco o del hombre lobo. Con el tiempo, el poder de la visualización se pierde, sobre todo porque nuestra mente consciente nos dice "razonadamente" que hay cosas que no pueden suceder, y no hablo exclusivamente de sueños o logros sino que me refiero a que hay cosas desagradables que se pueden presentar aunque no queramos.

Cuánta gente se la pasa constantemente quejándose de su trabajo, solamente para que una vez que los despidan se la pasen lamentándose de su desempleo. Lo mismo sucede con aquellos que emiten constantes quejas de su cónyuge, para que una vez rota la relación se den cuenta que más hubiera valido utilizar toda esa energía destructiva en proteger la pareja.

La reflexión no es nueva. Ya en la antigüedad la fábula nos narraba la historia de aquel que se quejaba de andar con sandalias hasta que se encontró a alguien que estaba descalzo. En ese momento visualizó que podía perder lo poco que tenía, sus sandalias y las apreció más.

Una escaza visión nos puede llevar a centrarnos en una parte estática y limitada de la realidad, cuando ésta es vasta y dinámica, cambiamos a cada instante y existen fuerzas que nos influyen. El trabajo que tenemos hoy puede desaparecer mañana, la pareja con la que creo vivir para toda la vida mañana puede ya no estar y mi posición económica se puede derrumbar con un accidente o un ataque de la delincuencia.

La salud del joven es generalmente la enfermedad del viejo, pues es en la edad madura cuando pasan las facturas de los excesos de la juventud, así como las crisis se comienzan a gestar en los tiempos de bonanza, cuando todo pareciera ir mejor que nunca.

Aclarando que no se trata de vivir con miedo o pesimismo, el ejercicio de "perder lo que tenemos" nos lleva a apreciarlo más y cuidarlo mejor, metiendo al inventario cosas que tenemos olvidadas y que vamos a notar cuando ya no las tengamos.

Así que haz de cuenta que lo pierdes para saber qué es lo que tienes.

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