Conocí a una persona que tenía problemas de drogadicción. Su historia comenzaba con un "amigo" ofreciéndole la droga y terminaba con una carrera profesional destruida y una vida deshecha.
La presión del amigo y el querer formar parte de algo lo llevó a drogarse por primera vez, después, la adicción hizo lo propio. La necesidad de pertenencia, propia de los seres humanos, lleva a buscar ser parte de algo y muchas veces no importa de qué, pues por falta de visión o de amor tomamos muy malas decisiones. Algo así como subirse a un barco que se está quemando por el simple hecho de tener alguien con quien navegar o con la esperanza de que nunca naufrague, como si fuera mejor idea que ver el mar desde la playa o fijar la vista tierra adentro.
Triste historia la de pagar un precio muy alto por no estar solo para acabar precisamente así, solo, vacío y dañado.
-En el mundo de la droga no hay testigos, sólo cómplices -me dijo un día.
-¿Qué significa?
-Pues que si quieres estar allí porque te atrae el dinero que se puede ganar o por las chavas que están dispuestas a todo por un poco de droga, no te dejan si no te drogas tú también. No puedes ser testigo, te debes convertir en cómplice.
Complicidad muy cara, sea a plazos o al contado, pagada con la propia vida.
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