lunes, 13 de septiembre de 2010

Arrójala



Me ha tocado en suerte impartir varias veces el curso de formación de instructores. Considero que el principal problema al que se enfrenta alguien que quiere impartir clases es el de vencer el miedo a hablar en público y el temor de no hacerlo correctamente.

Considerando que la única forma de aprender a nadar es dentro del agua, la única manera de aprender a hablar correctamente es enfrentándose al público. Pero de igual manera que no nos vamos a arrojar al mar embravecido para aprender a nadar, para el hablar en público suelo llevar a la gente poco a poco para que vaya perdiendo el miedo.
Una vez que la persona es capaz de exponer un tema aceptablemente, sigue el proceso de pulir esos pequeños detalles que distraen o entorpecen la ponencia. Uno de ellos, muy frecuente, es el de jugar con una pluma.

Mientras el alumno expone su tema, sus manos juegan nerviosas, llevan de un lado a otro la pluma, la giran, la destapan y la vuelven a tapar y si es de botón, cada clic le dice al auditorio "tengo nervios" en un tic-tic, tic-tic que acaba por distraer del tema y por aumentar la tensión de quien está hablando.

¿Qué hacer con la pluma? -le pregunto al auditorio mientras muestro una pluma de plástico, activando constantemente el botón. Y mientras espero la respuesta la arrojo a algún escritorio, lejos de mis manos.

Platicando con algunas personas, para intentar vencer el miedo a hablar en público suelen utilizar algunos objetos a manera de ositos de peluche, de esos que los niños usan para protegerse en la noche del coco o de algún fantasma.

Para quien no está en la situación de tensión, puede parecer absurdo que un adulto se oculte detrás de una pluma, pero para quien sufre eso no. Pero la pluma, lejos de proteger, hace más evidente que la persona que se esconde detrás de ella tiene miedo y no está segura. Es decir, la pluma no ayuda, perjudica, lo cual puede ser notado por quien lo padece si hace un análisis sincero de su situación, apoyado de una visión y opinión externa.

Decía yo en mi segundo párrafo que la única forma de aprender a nadar es en el agua, pero agregaría en este momento que no se puede aprender a nadar correctamente si no nos decidimos a soltar el salvavidas.

Esto no es exclusivo del campo de la oratoria. No se puede crecer en esta vida mientras intentamos escondernos detrás de una pluma, de un complejo o de un resentimiento.

-Si yo tuviera la habilidad que tiene mi hermano para las matemáticas, seguramente hubiera sido contador.
-Yo quería ser orador, pero tengo un problema de dicción.
-Si no hubiera sido por la influenza, todavía tendría mi negocio.
-Pues yo deje de buscar trabajo porque TODOS los jefes querían conmigo.

Y así nos vamos, porque en eso de buscar pretextos y justificaciones los humanos nos capacitamos solos. Lo triste es que todos esos argumentos, si se les puede llamar así, al igual que la pluma no nos ocultan y por el contrario nos evidencian.

¿Qué hacer con la pluma?

Sí realmente quieres crecer, arrójala.
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1 comentario:

  1. arrojar la pluma, es difícil, pero aun así se puede hacer. Desde un pequeño detalle que nos bloquea hasta decisiones trascendentes.
    SAC

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