lunes, 22 de marzo de 2010

Hablando de límites

Alberto Quiroga V.

Con tristeza he leído ayer la noticia en el Universal sobre el crecimiento que tiene el abuso de menores por medio el Internet.

En el reportaje se menciona la historia de una niña de 14 años que tuvo la mala fortuna de no tener quien le dijera lo peligroso que es colocar cierta información en una red social, donde un pederasta de 35 años, poco a poco la fue envolviendo, haciéndole ver lo mucho en común que tenían, para acabar violándola y dañándola prácticamente de por vida.

A reserva de que cada quien lea por su parte la investigación de la cual anexo liga, http://www.eluniversal.com.mx/nacion/176424.html me duele ver como la falta de límites en los jóvenes más los daña que beneficia.

Hablar de límites es casi sinónimo de hablar de intolerancia, de subyugación, de opresión y de oscurantismo. Ponerle un límite a alguien es prácticamente "ofenderlo". La gente actual no quiere límites, le estorban, le agreden.

Si un padre pone límites, es un "mal padre", es fresa, arcaico, apretado, mojigato. Si un maestro pone límites, es intolerante y oscurantista. El hombre actual no quiere límites, quiere hacer lo que le venga en gana, así, sin que nadie se lo impida.

A mi si me impusieron límites. "Hay cosas que no se comentan en la calle, son de la familia y se quedan en la familia" fue algo de lo que me enseñaron. Nadie debía enterarse si teníamos problemas y de qué tipo. También me impusieron el límite de la intimidad. Había cosas que no debía hacer delante de otras personas, como vestirme o desvestirme, porque mi cuerpo era mío y de nadie más, y por lo tanto también debería respetar el de los demás. Otro límite fue el que el tiempo de juego estaba supeditado a que mis superiores me dijeran "hasta aquí" y entonces suspenderlo para ir a otra actividad.

Debía pedir permiso para salir, porque yo no me mandaba solo y el dinero que se me proporcionaba excedía por muy poco el necesario para moverme de la casa a la escuela y de regreso, porque el dinero "había que ganárselo uno mismo".

Mis padres me hicieron saber muchas veces que no querían que me juntara con X o Y, de quienes he sabido que no han acabado muy bien, lo cual me hace ver que hubo una razón para impedir esa amistad.

Beatriz, la niña del reportaje, no tuvo la fortuna de tener esos límites. Compartió con desconocidos fotos y videos de su familia, datos personales y familiares, buscando una aceptación como ella misma lo dijo cuando escribió en su perfil "deseosa de popularidad".

A sus 14 años, pasaba tiempo excesivo en el internet, lo cual se deduce de la constante actualización que le daba a su página y a los miles de seguidores que logró atraer, entre ellos Carlos, su agresor. No tenía límites para el uso de una máquina y una tecnología que no es necesaria para su corta edad y sus actividades de estudio.

Convencida de desnudarse frente a la cámara, Beatriz no tuvo claros unos límites que le impidieran ser grabada y chantajeada. Se le hizo fácil compartir su intimidad con alguien que no conocía. Para evitar que el video fuera dado a conocer, Beatriz aceptó verse con el Carlos desconocido en una zona comercial, donde solamente ella sabía, pues no pidió permiso ni avisó (¿Dónde están los límites nuevamente?)

Su rendimiento general cayó y fue gracias a su terapeuta que se supo esta historia, de las cuales ya hay miles.

La burbuja de cristal

Muchos padres seguramente piensan que es imposible mantener a los hijos en una burbuja de cristal, ajenos y aislados de mundo. Yo pienso igual. Pero de eso a dejarlos solos frente a los peligros con el pretexto o justificación de que a final de cuentas lo harán, hay una distancia enorme.

La mejor forma de defender a un hijo ante un peligro es ayudándole a reconocerlo, saberlo evitar y en su defecto enfrentarlo.

Dejar que un hijo vea el internet en exceso, vaya a un antro toda la noche o beba hasta caerse con la justificación de que así son los jóvenes de ahora, es una salida torpe y cobarde. La misma naturaleza nos recuerda que cuando excedemos los límites, los problemas se presentan.

Supongo que los padres de Beatriz se lamentan de haber comprado computadora o dejarla ir sola al café internet. Seguramente estarán recordando constantemente el día en que está niña se fue sola a un centro comercial a verse con su agresor, pensando en un pasado que no pueden cambiar y en un futuro que no les es promisorio.

Beatriz probablemente esté molesta con sus padres, por no enseñarle a pedir permiso, por no decirle que exponerse era malo, por no ponerle límites...
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