martes, 23 de marzo de 2010

Escuela de Pesadilla



En días pasados, a raíz de la bronca entre partidos políticos por un acuerdo firmado entre ambos bandos, una señora muy preocupada se comunicó a una estación de radio para sugerir que para ser político se tenga que llevar una capacitación y pedir un mínimo de estudios.

Como en todo, tener una capacitación no es garantía de ser capaz, así como tener una caminadora o un gimnasio casero no es garantía de un vientre plano. Me quede en eso mientras continuaba escuchando y manejando.

Seguramente a raiz de esa llamada, hoy he tenido una pesadilla. Soñé que los políticos asistian a una escuela especial y aprendían todo lo necesario para ser "buenos" políticos mexicanos.

Todo comenzaba con las inscripciones, que ninguno de ellos pagaba porque todos tenián un amigo, un conocido o una recomendación que los eximia del pago. Tampoco nadie hacia filas, pues esas son para el pueblo y ellos debían acostumbrarse a ser una clase especial.

Lo primero que aprendian era a cambiarse la camiseta con una rapidez asombrosa, digna de un espectáculo de las Vegas. Ya era azul, después roja, para seguir negroamarilla o verde, para regresar a la primera y se la cambiaban con una velocidad que pasmaría al mismo Houdini.

Aprendian a dormir con los ojos abiertos, a decir frases perogrullescas y a no comprometerse. Estaba también la clase de Coyotaje de alto nivel, donde estudiaban como vender permisos de construcción en zonas ecológicas protegidas o transar licitaciones con el sagrado 20 por ciento. La escuela de pesadilla incluía una clase especial, dictada por expertos de la CIA, para poder engañar al polígrafo.

Interesante era también la asignatura de simulación de conflictos, donde desarrollaban la habilidad de aparentar que se odiaban entre si para sacar provecho de sus seguidores y poder aprobar leyes que afectan a unos y otros. También estaba la clase de manualidades, donde aprendian a hacer máscaras de cochinos, orejas de ex presidente, piñatas de Pinocho y pancartas agresivas.

En clase de literatura, se analizaban libros como el Príncipe de Maquiavelo, el Arte de la Guerra, Naná y otros similares que venían en su versión escrita y mejor aun en audio, para no discriminar a aquellos alumnos que no sabían leer. Con esos libros quedaba muy claro que el fin justifica los medios, que a los enemigos hay que tenerlos cerca y que si no se puede con ellos, lo mejor es unírseles.

Los aprovechados en táctica política aprendian que una mentira contada miles de veces llega ser verdad, que el que se mueve no sale en la foto, que no hay un general que soporte un cañonazo de 50 millones de pesos y que el pueblo no tiene memoria. En historia política se aprovechaba el Pan y Circo de los romanos, el falso nacionalismo de Hitler y el uso mesiánico de las figuras del Che y Benito (No quedó claro en mi pesadilla si Juárez o Mussolini).

Al igual de la Cámara, la escuela muchas veces aparecia vacía, pero ello no importaba porque siempre eran aprobados todos los que tenían el "valor" de demostrar su falta de valores para inscribirse a ella. En la premiación, a la que sí asistian todos, porque había foto y filmación, se entregaban excelentes diplomas de la Universidad de Santo Domingo, igualitos a los de verdad y en versiones de diferentes universidades, públicas y privadas, nacionales y extranjeras.

La bolsa de trabajo funcionaba para los alumnos más aprovechados es decir, los que demostraban la capacidad de aprovecharse de los demás e incluía desde puestos directivos en Partidos Políticos, hasta Secretarías de Estado, pasando por Regidurías, Presidencias Municipales, Diputaciones y Senadurías.

Me he despertado sudando. La pesadilla ha sido demasiado real.
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