lunes, 16 de marzo de 2009

De drogas, vicios y virtudes

Alberto Domingo Quiroga V.

Acabo de leer varios cuentos de Sir Arthur Conan Doyle, con su famoso personaje Sherlock Holmes. Concretamente, los cuentos son "Cinco pepitas de naranja", "El carbunclo azul", "La banda moteada" y "El mendigo de la cara marcada".

De forma entretenida, Doyle te lleva a través de misterios en la Londres del siglo 19, y realmente te puedes emocionar siguiendo los pasos de este detective.

Pero lo que me llamo la atención y que se me pasó en ocasiones anteriores que leí a Sherlock Holmes, fue el descubrir que este detective se declara abiertamente cocainómano. En los cuentos, Sherlock pasa muchas horas en vela, lo que coincide con uno de los síntomas del abuso de la cocaína.

Muy lejos de la época en que fue escrito, estamos rodeados de una cultura económica que seguramente tiene un brazo fuerte en el trafico y venta de drogas y narcóticos prohibidos, donde no nos conviene hacerle creer a nuestros hijos que el uso de la cocaína agudiza el ingenio, lo que tal vez puede ser leído entre líneas en las novelas de Sherlock Holmes.

No es muy censurable que este autor hable tan desinteresadamente de la cocaína, si nos ponemos a pensar que fue solo hasta la segunda mitad del siglo 20 cuando se descubrieron los nocivos efectos del tabaco, como motivador del cáncer del pulmón, entre otros males, lo que nos lleva a pensar que seguramente hay drogas que en antaño se veían como un simple pasatiempo.

Los hábitos

Hablando con un amigo, platicábamos acerca de los vicios que aquejan a la humanidad y si nos llevamos por la definición de que cualquier habito malo es un vicio, podríamos catalogar así el uso indiscriminado de la televisión y ahora del internet, siendo uno de los más influyentes en el destino de la humanidad.

Hábitos buenos y malos. Vicios y virtudes. Muchos de ellos se aprenden desde pequeños y nos acompañan hasta la muerte.

Generando buenos hábitos

Dicen que en la vida hay dos grandes dolores entre los cuales podemos decidir: El dolor de la disciplina y el dolor del arrepentimiento.

La disciplina es un dolor constante, que se paga a plazos. Pagamos la disciplina con el dolor de levantarnos temprano, estudiar diariamente, aceptar y corregir errores, pero con el tiempo deja de ser un dolor para convertirse en un gozo.

Por otra parte, el dolor del arrepentimiento se paga siempre de golpe, de contado y genera intereses con el recuerdo.

Casi en cualquier actividad, o pagamos uno o pagamos otro. La ventaja es que tú decides.

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