miércoles, 16 de octubre de 2013

Valor perdido

Un buen amigo tenía por encargo de su trabajo abrir una página en internet con el nombre de una revista que se publicaba de forma impresa, pero cuando intentó comprar el dominio se encontró con que ya le pertenecía a alguien pero no lo usaba, es decir, la página como tal no estaba publicada y solamente estaba reservado el nombre.



Investigó quien era el propietario y lo contactó para hacerle una oferta de compra, misma que fue rechazada. Al año siguiente hizo el mismo intento y nuevamente fue rechazada, a pesar de existir una buena oferta y de que el dominio seguía sin ser utilizado. Por varios años se repitió la misma historia hasta que un día mi amigo, sin llamar a la persona, verificó si el dominio estaba libre, pues sabemos que se paga el uso del derecho por cierto tiempo y que debe ser renovado y para sorpresa le informaron que estaba disponible y lo compró por una cantidad muchísimo menor a la que había ofrecido en su momento.


El anterior es uno de los muchos ejemplos de nuestra vida en la cual atesoramos cosas que se acaban perdiendo, ya sea por descuido, desinterés o hasta por muerte. ¿Qué le pasó al anterior propietario? ¿Por qué dejó libre el dominio? No lo sabemos ni vale la pena averiguarlo.


Lo que si valdría la pena es reflexionar si las cosas que vamos acumulando en realidad tienen el valor que les damos y si este valor está en función de ayudarnos a ser mejores. Muchas de nuestras pertenencias nos han causado conflictos con amigos y parientes y tal vez esas mismas pertenencias acabaron en la basura. Otras las tuvimos como en gran valor y al tiempo las catalogamos como vanas y qué decir de aquellas que solamente cuando ya no las tenemos las valoramos como debe ser.

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