Me he enterado que acaban de celebrar el día del abuelo. Desconectado como soy de esas cosas he dejado pasar el día sin más, probablemente por la sencilla razón de que no los conocí. Cuando yo tuve capacidad de recordar tres de ellos ya habían muerto y con mi abuela realmente no tuve un contacto tan estrecho como el que tal vez debiera haber sido.
Pero aunque no los conocí fisicamente, por el recuerdo de mis padres, creo que debieron haber sido buenos abuelos.
La trascendencia nos lleva a dejar huella en nuestros hijos, nietos y demás descendientes. Mi padre, hombre de trabajo, me habló de su padre, hombre de trabajo. Así, cuando quiero desistir en ese campo, ante el desánimo, me aparece el recuerdo de un padre abriendo diario un consultorio a pesar de la edad y la visión de dos hijos a quienes en algún momento les podría servir la imagen de un padre que no se vence en las adversidades.
Cuando me atoro en algún problema, brinca en mi mente la capacidad creativa y resolutiva de mi madre, y adivino en ella a una abuela que le dió las bases para encontrar soluciones en donde los demás solamente verían complicaciones.
Entonces creo que si conozco a mis abuelos y de ello se deriva la tremenda responsabilidad de que mis nietos, si Dios me los concede y si me recuerdan, encuentren a un abuelo que valga la pena recordar.
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