A veces me parece que somos como un muñeco de plastilina en las manos de Dios. Claro que no somos un muñeco cualquiera, porque cuando nos va creando y modelando nuestra libertad y nuestra capacidad influye en cómo vamos quedando formados.
Dios comienza con darnos un alma que anima a la plastilina y comienza a echar a andar su plan divino para que lleguemos a ser como El quiere, porque en su infinita inteligencia, sabe lo que mejor conviene a cada uno de nosotros, pero a la par opera su infinita justicia y en ella no nos obliga a nada que no queramos.
Al inicio, nos dejamos transformar, pero con la influencia del mundo nos vamos rebelando y nos negamos a esos apretones divinos, pues apenas tenemos un poquitín de éxito o de fuerza, o por el contrario las cosas no marchan como nosotros queremos, rechazamos esos maravillosos dedos de artesano.
Entonces, quedamos incompletos. Y Dios se queda a la espera que dejemos nuestra soberbia para volver a tomar entre sus manos nuestra plastilina para seguirla formando. Mientras aguarda nos manda a diario cientos de mensajes para decirnos "Aquí estoy, dispuesto a seguirte modelando... si tú quieres".
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