domingo, 10 de febrero de 2013
La cornamenta del caribú
En los bosques de Canadá viajaba un hombre cuando sufrió una descompostura su trineo mecánico y quedó varado. Sin poder volver a echar a andar el vehículo y sin medio de comunicarse, la única forma que tenía para salvarse en el cruel invierno era caminando, pero no tenía raquetas para los pies ni esquies, por lo que cada paso era un triunfo.
Después de varias horas caminado, notó que un lobo lo seguía y al no tener nada para protegerse, echó mano de una cornamenta de caribú y con ella se protegío todo el camino hasta llegar a su campamento en donde sus compañeros le asistieron.
Cuando se sintió salvado y todavía bajo la mirada del lobo, soltó la cornamenta y ésta, al chocar con el suelo, se desmoronó. Todo el camino se confió a una protección endeble.
Si el lobo se hubiese desesperado y lo hubiera atacado ¿De qué habría servido la cornamenta? De nada.
Me pregunto cuantas veces en la vida vamos caminando confiados en supuestas protecciones que se desmoronan. El trabajo exitoso de hoy puede ser el despido de mañana. La constitución física de roble se puede ir con el ataque de un microscópico virus. Ni el dinero, ni las armas ni el mejor cuerpo de seguridad mantienen al hombre completamente a salvo.
¿Qué es entonces lo que realmente nos puede proteger?
Creo que en el fondo de nuestra alma cada uno de nosotros tiene la respuesta.
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