lunes, 7 de mayo de 2012

Estudiando a Fibonacci


Estaba estudiando el antiguo problema matemático de la pareja de conejos y recordé a su vez la sucesión de Fibonacci, llamada así por el matemático italiano que escribió acerca de esa sucesión de números naturales que se obtiene de ir sumando los dos anteriores comenzando con 0 y 1

0+1=1
1+1=2
1+2=3
2+3=5
3+5=8
5+8=13

y asi sucesivamente hasta el infinito.

Estudiando sobre esta sucesión leo que en las ramas de los árboles se observa este patrón de arreglo, en donde los diferentes niveles van guardando relaciones en las que se encuentran estos numeros: 1, 2, 3, 5, 8, 13 y gracias a esta distribución todas las hojas pueden tener la oportunidad de llegar a la luz solar, de tal manera que se garantiza el mejor acomodo y dejar el paso de los rayos a las hojas de los niveles inferiores.

Nuevamente Dios, creador de la naturaleza, nos habla en silencio y nos enseña. Las plantas existen desde hace millones de años, Fibonacci vivió hace 9 siglos y el día de hoy podremos mirar al árbol de diferente manera.

Qué tremenda enseñanza existe en que las ramas y las hojas de un árbol crezcan de manera que no afecten a las demás. ¿Por qué los humanos no podemos hacer lo mismo?

Destruir a la familia para aprovechar la falta de control, gozar de un mal llamado amor a costa de deshacer matrimonios, ganar dinero a través de asesinar y envenenar semejantes, fincar empresas explotando colaboradores y proveedores o disfrutar de la juventud arriesgando la edad adulta son algunos de los ejemplos que nos dicen que no hemos aprendido a ser sabios como la naturaleza.

Que se estén secando las raices de nuestra sociedad no es casualidad. Existen demasiadas hojas que no dejan pasar la luz a las demás y existen muchas más que con su pasividad y dejadez hemos fortalecido a las abusivas. La madera seca sostiene al árbol, eso no significa que esté vivo y acabará por desgajarse.

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