Es un hecho histórico, durante 116 años los franceses e ingleses pelearon por cuestiones de sumisión. Unos a otros se exigian vasallaje. En ese conflicto intervinieron reyes franceses con posesiones en Inglaterra y reyes ingleses con posesiones en Francia. Nombrar a los involucrados, al no ser histórica mi intención, se me hace un poco vano.
Lo que sí, es tratar de entrar un poco en la mente de algunos de los que participaron en las batallas de esa guerra, sobre todo de la gente de a pie, soldados reclutados por la leva para ir a pelear por un señor que tal vez ni conocían.
¿Te imaginas cuanta gente murio sin siquiera conocer la razón por la cual fue tomado por la lanza o la espada?
El ser humano es especialista en cosechar conflictos donde ha sembrado orgullo. Conflictivo como es, el objetivo muchas veces se olvida y lo que se busca es la confrontación. Existen matrimonios que pelean y no saben ni porque lo hacen, porque no me van a convencer de que una marca de jabón o dejar destapada la pasta de dientes justifica un alejamiento.
¿No será que así como aquellos campesinos europeos, arrastrados a la guerra, nosotros a veces no sabemos ni por qué peleamos? Familias, hermanos, vecinos, clases sociales se pueden llegar a odiar por un detalle mínimo y sin importancia, y después de mucho tiempo el motivo se diluye y lo único que queda es una certeza sin bases que dice: Ódialo, ya el motivo es lo de menos.
Ninguno de los que inició la guerra de los 100 años vivió lo suficiente para gozar la victoria. Ambos paises pagaron un precio muy alto en muertes y destrucción; aun ganando Francia quedó devastada. Un ejemplo más de que la mejor guerra es la que no se pelea.
Ojala podamos aprender de la experiencia ajena.
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