miércoles, 23 de noviembre de 2011

Los talentos


La historia es de las más conocidas de la Biblia (Mateo 25, 14-30). Un hombre que se iba de viaje le dejó dinero a tres de sus siervos para que lo cuidaran. A uno le dejó cinco talentos, a otro dos y al tercero uno. Los talentos mencionados eran unas monedas de mucho valor y ello es simbólico, pues representan confianza y responsabilidad de quien lo da y de quien lo recibe. La parábola nos cuenta que los que recibieron cinco y dos se pusieron a trabajar con el dinero recibido y lo duplicaron, el que recibió uno simplemente lo enterró para que no se lo robaran. Ni siquiera se le ocurrió dárselo a otros para que lo trabajaran por el y le pagaran intereses. Su castigo fue grave.

Creo que todos conocemos el significado: Dios nos ha dado a todos dones (talentos) que debemos poner a trabajar para El. Si se nos ocurre quedarnos estáticos podemos recibir el mismo trato que el siervo perezoso.

Pero a mi me queda una pregunta por responderme y que no está especificada: Sí hubo un castigo grave para quien no hizo nada con los dones recibidos, ¿Cuál será el castigo para quien utiliza sus dones para fines contrarios al plan de Quien los recibió?

Hay quien recibió el don del convencimiento. Tiene la habilidad para motivar a los demás a tomar decisiones, pero no ocupa ese don, por ejemplo, para que la gente deje algo que le daña sino para estafarla.

Está aquel que tiene una capacidad tremenda de detectar las debilidades del prójimo, pero no utiliza esa visión para ayudarle a soportarlas sino que se aprovecha de ellas para manipularlo.
Sabemos que hay quien tiene una asombrosa capacidad de hacer negocios, pero sus negocios siembran desaliento y muerte.

¿Qué será peor? ¿Enterrar el talento u ocuparlo para ofender a Quien nos lo ha dado? De nuestra respuesta podemos inferir el castigo merecido por ocuparlo para el mal.

Parábola de los talentos Mateo 25, 14-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado. Su señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegándose también el de los dos talentos dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado. Su señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegándose también el que había recibido un talento dijo: Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo. Mas su señor le respondió: Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario