"El arma más poderosa del opresor es el miedo en la mente del oprimido"
No me consideré nunca un niño valiente pero una cosa si les puedo decir: Jamás le tuve miedo al Coco.
Se me hacía ridículo que un monstruo con nombre de fruta me pudiera espantar. Cuando me decian que venía el Coco me imaginaba una figura de chango sonriente hecha de cáscara de coco que vendian como artesanía en Veracruz. Así que nunca me espantaron con ese nombre.
Algo curioso del Coco era que se escondía en el closet, justo en el mismo lugar en el que yo solía ocultarme para librarme de algunas responsabilidades domésticas o para no hacer la tarea. Y me consta que nunca se me apareció todas esas horas que pasé escondido allí.
Ya después me enteré que los sajones le dicen Boogieman y entonces me lo imaginaba patinando en patines de 4 ruedas, es decir, nada que me asustara.
Con esa misma línea, ridiculizar lo que me debería espantar me ha funcionado en muchas ocasiones: Perder un contrato, una supuesta demanda, un jefe que esgrime un despido, un asaltante más nervioso que yo o un cliente muy exigente, todos ellos con cara de changuito sonriente no espantan a nadie y verlos así ayuda a conservar la calma para tomar las mejores decisiones.
Sigo sin ser del todo valiente, pero una cosa les puedo decir: Jamás le tuve miedo al Coco.
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