jueves, 22 de abril de 2010
César Nava y la pederastia
El pasado 20 de abril, César Nava nos dió sus impresiones sobre la pederastia y opinó que no debe haber lugar o espacio para la complicidad o el silencio en el tema de la pederastia y nadie debe cerrar los ojos ante actos condenables de ese tipo, porque ello genera impunidad.
Cuestionado sobre los casos de pederastia denunciados al interior de la Iglesia Católica, comentó que todo aquel que conozca un acto ilícito tan ofensivo para las víctimas está obligado a denunciar. Además señaló que todo abuso es condenable, máxime proviniendo de quien ejerce una función y rol de autoridad moral entre los feligreses.
'Exigimos que cada caso concreto se ejecute e imponga la sanción respectiva. De eso se trata, de no tolerar estas conductas. De no cerrar los ojos ante estas abusivas conductas que lastiman a las víctimas, a sus familias y a la sociedad en general', enfatizó.
Y yo estoy de acuerdo. Todo aquel que mancha la inocencia de un niño debería antes ser arrojado por si mismo al fondo del mar con una piedrota al cuello y no lo digo yo, lo dijo Jesucristo, quien se expresó fuertemente sobre el tema.
Me agrada que sea César Nava, porque siendo como es un líder político, aquello que censura en otros, lo podrá comenzar a aplicar en su partido y su ejemplo tal vez sirva para que otros partidos hagan lo propio.
Con palabras suyas, tal vez se dará cuenta que las "abusivas conductas" de los diputados y demás funcionarios, a quienes por lo general les importamos muy poco, nos dañan, tal vez no en nuestra inocencia, pero si en nuestra economía, seguridad y esperanza de un México mejor.
Que bueno que el opine que no debe haber lugar o espacio para la complicidad o el silencio, para que lo tome en cuenta antes de firmar o acordar una alianza más en lo oscurito y de exhibir al poder legislativo mexicano ante el mundo como un "chisme de lavadero".
Excelente que diga que quien conozca un delito tiene la obligación de denunciar, porque es seguro que desde su puesto debe saber muchas cosas que si bien pueden ser legales, son inmorales, como lo son los subsidios a los partidos, los altos sueldos y concesiones que tiene la clase política o la existencia de 200 diputados plurinominales que la gran mayoría de los mexicanos censura y reprueba.
También me encantó cuando habló de la responsabilidad moral de quienes ejercen la función y rol de autoridad, para que responda si es válido aliarse con quien no tiene las mismas ideas u ocupar dos puestos (diputado y jefe nacional del PAN) cuando en principio alguien que sea legislador debería serlo de tiempo completo o si se vale pedir licencia a un puesto de elección popular para dedicarse a promover o atender las elecciones a favor de su partido y cosas por el estilo.
Ojala la censura a la pederastia sea el principio de un cambio en el que los defectos de los demás sean el espejo que permita corregir los propios.
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miércoles, 21 de abril de 2010
Cuestión de culpa
En un extremo se encuentran los que nunca señalan culpables. Reconocen que hay un problema pero culpables, no, como si las cosas se dieran por espontaneidad.
Es natural que por un proceso de proyección, buscar culpables abiertamente sea aceptar que uno mismo pueda ser señalado culpable. Si alguien no quiere ser señalado, evitará señalar. Ejemplo de esto es el mencionar en una junta de trabajo que la producción cayó sin decir abiertamente que la ineptitud del Ing. Fulano, gerente de Producción es la causa de ello.
Entiendo que en una junta del trabajo, señalar a un compañero con el que posiblemente exista amistad o compromiso puede ser complicado, pero es un hecho que los problemas no desaparecen a menos que se detecten y eliminen las causas.
En el extremo contrario, están los que no buscan culpables, sino que los crean y encuentran por intuición, siguiendo una regla básica: "No soy yo el culpable".
Los que crean culpables colaboran muy poco en la solución del problema, porque desvian atención y recursos. Ejemplo típico de esto es la policía que suele sacar asesinos o terroristas de pobres ebrios consuetudinarios.
Crear culpables es muy sencillo, basta buscar a alguien que no se pueda o quiera defender, que no nos esté escuchando o que de paso queramos dañar. La lista de culpables "creados" es enorme: El gobierno, la crisis, mi pareja, mi jefe, los diputados, el pueblo, el otro partido, los maestros, los alumnos, el narco, la tele...
Entre los dos extremos, no señalar culpables y crearlos, este último es más peligroso.
Durante años le hemos echado la culpa a la crisis y al gobierno y como "no podemos cambiarlos" lo más cómodo es quedarse en la queja fácil. Los empresarios tienen en esas dos causas un perfecto pretexto para ocultar su ineficiencia. Yo me pregunto ¿La crisis y el gobierno serán los culpables de que un teléfono de atención a clientes esté suene y suene sin que nadie lo conteste? ¿Será culpa de la crisis que un empresario prefiera contratar a una secretaria complaciente antes que a una eficiente? ¿El efecto de empresario-rico empresa pobre es también culpa del gobierno?
Durante décadas le hemos echado la culpa a los maestros del bajo nivel educativo en México. El cuestionamiento es ¿Es culpa total de los maestros que los niños no lean en un hogar en donde el único libro que existe es la sección amarilla? ¿Es culpa de los maestros que los niños no estudien en un hogar donde la violencia no es propicia para el caso?
Y así nos podríamos seguir.
Como en la historia de la mujer adúltera, todos tenemos nuestras propias fallas. Culpar a otros de lo que nos corresponde solamente nos impide ubicar nuestras fallas y por ende solucionarlas.
Si bien es válido señalar las fallas de los demás en aras de que se corrijan, es cuestión de responsabilidad aceptar la parte de culpa que nos corresponde en cada caso.
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martes, 20 de abril de 2010
Desperdicio
Alberto Quiroga V.
Cuando se habla del tema ecológico el término de desperdicio sale si se abunda en lo que al cuidado de la naturaleza se refiere. Nuestros desperdicios contaminan.
Así que parece que está en nuestra propia naturaleza desperdiciar, aclarando que no es lo mismo deshacernos de lo que nos estorba que tirar lo que aun nos sirve por considerarlo inservible.
Las toneladas de basura que diariamente se recogen en pueblos y ciudades nos hablan de que es mucho lo que tiramos porque lo consideramos de poco o nulo valor. Pero después, en los tiraderos, existen los llamados "pepenadores" quienes se ocupan de rescatar cosas que aun tiene valor para ellos. Es mucha la gente que vive de los deshechos. Aun antes de llegar al tiradero, quienes se ocupan de recoger la basura, se encargan de pre seleccionar el cartón, el metal, la ropa e incluso aparatos electrónicos y otros objetos que la gente tira porque ya no quiere tenerlos.
Nos hemos acostumbrado a desperdiciar.
Y no sólo en lo material, pues hemos pasado esta mala costumbre a lo inmaterial y a lo espiritual.
Desperdiciamos el tiempo de una manera bárbara, porque no lo vemos y porque parece que no nos cuesta. Y nuestros valores, esos tan atacados y tan ridiculizados, también se van porque maliciosamente se nos hace creer que en lugar de ayudarnos nos estorban.
El consumismo le da la vuelta a las cosas muy rápido. Lo que hoy está de moda mañana está en el basurero. El amor eterno dura muy poco.
Y el humano, que está llamado a ser eterno, desperdicia su trascendencia en aras de lo intrascendente.
¡Qué desperdicio!
martes, 13 de abril de 2010
Los zapatos de otros
Alberto D. Quiroga V.
Cuando se habla de empatía, de ponerse en el lugar de los demás, frases como ponerse en los zapatos de otros brincan en automático.
Tal vez no sea el ponerse en los zapatos de otro lo que nos ayudará a entenderlo, sino el analizar, combinando la perspectiva del otro y la propia, el por qué el otro se pone esos zapatos.
Supongamos que yo soy de pie duro, correoso. Ponerme el zapato de otro me puede llevar a despreciar su dolor diciendo: No se de que te quejas, tus zapatos no son tan molestos. Para buscar ayudar a los demás a que no les lastime el zapato, el análisis del problema debe realizarse desde el punto de vista del que porta el zapato, con sus ideas, enfoques, valores y temores. Solamente después de ello podríamos intentar ayudarlo a cambiar la perspectiva.
Cada quien tiene sus problemas y cada quien tiene sus zapatos. No es lo mismo recorrer un camino de tierra con zapatos de lujo que recorrer un restaurant de lujo con botas ajadas de trabajo. Allí tal vez lo que molesta no es el zapato, sino la situación.
También es importante salirse un poco de sí mismos para tener la capacidad de escuchar al prójimo. Dos amigos se reunian para platicarse sus problemas: Uno de ellos tenía mucha suerte para las amistades femeninas y no creía en el matrimonio. El otro, todo un genio para el trabajo y la computación, era permanentemente tentado por compañías importantes para cambiarlo de empleo.
El primero se quejaba de su falta de oportunidades para obtener mejores ingresos y el segundo se sentía abrumado por su reciente divorcio. Ambos se quejaron durante la plática de sus problemas poniéndole muy poca atención al otro. Cuando se despidieron, los dos se fueron con la idea de que el otro se quejaba por tonterias y de que quisieran tener el problema del amigo y no el propio.
Cuando vamos a la zapatería para probarnos un zapato debemos quitarnos el que traemos puesto. De igual forma, para escuchar los problemas de los demás debemos dejar por un momento los nuestros y no acabar en ese juego desgastante en el que cada quien se esfuerza por demostrar que tiene más problemas que el otro. Si alguien nos confía un problema no se vale decir: Eso no es problema, problema el mío. Porque cada quien sabe de donde le aprieta el zapato y no todos tenemos el mismo pie.
El tiempo y la frecuencia en la que se usa el zapato es importante. Ponerse un zapato que aprieta por unos instantes no es lo mismo que traerlos todos los días. Escuchar un problema en una platica de un café es muy diferente a vivirlo a diario. Si nos ponemos en los zapatos de otros, podemos aprovechar para ponerles talco (un consejo), una plantilla (compañía en momentos difíciles) o tela adhesiva (apoyo solidario) para hacerlos más llevaderos antes de devolvérselos a su portador original. La capacidad de amar al prójimo es también una horma que puede ablandar un zapato que le aprieta al amigo o al hermano.
Y si no podemos cambiar el zapato, nunca estará de más el brazo firme para ayudar al que cojea.
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Cuando se habla de empatía, de ponerse en el lugar de los demás, frases como ponerse en los zapatos de otros brincan en automático.
Tal vez no sea el ponerse en los zapatos de otro lo que nos ayudará a entenderlo, sino el analizar, combinando la perspectiva del otro y la propia, el por qué el otro se pone esos zapatos.
Supongamos que yo soy de pie duro, correoso. Ponerme el zapato de otro me puede llevar a despreciar su dolor diciendo: No se de que te quejas, tus zapatos no son tan molestos. Para buscar ayudar a los demás a que no les lastime el zapato, el análisis del problema debe realizarse desde el punto de vista del que porta el zapato, con sus ideas, enfoques, valores y temores. Solamente después de ello podríamos intentar ayudarlo a cambiar la perspectiva.
Cada quien tiene sus problemas y cada quien tiene sus zapatos. No es lo mismo recorrer un camino de tierra con zapatos de lujo que recorrer un restaurant de lujo con botas ajadas de trabajo. Allí tal vez lo que molesta no es el zapato, sino la situación.
También es importante salirse un poco de sí mismos para tener la capacidad de escuchar al prójimo. Dos amigos se reunian para platicarse sus problemas: Uno de ellos tenía mucha suerte para las amistades femeninas y no creía en el matrimonio. El otro, todo un genio para el trabajo y la computación, era permanentemente tentado por compañías importantes para cambiarlo de empleo.
El primero se quejaba de su falta de oportunidades para obtener mejores ingresos y el segundo se sentía abrumado por su reciente divorcio. Ambos se quejaron durante la plática de sus problemas poniéndole muy poca atención al otro. Cuando se despidieron, los dos se fueron con la idea de que el otro se quejaba por tonterias y de que quisieran tener el problema del amigo y no el propio.
Cuando vamos a la zapatería para probarnos un zapato debemos quitarnos el que traemos puesto. De igual forma, para escuchar los problemas de los demás debemos dejar por un momento los nuestros y no acabar en ese juego desgastante en el que cada quien se esfuerza por demostrar que tiene más problemas que el otro. Si alguien nos confía un problema no se vale decir: Eso no es problema, problema el mío. Porque cada quien sabe de donde le aprieta el zapato y no todos tenemos el mismo pie.
El tiempo y la frecuencia en la que se usa el zapato es importante. Ponerse un zapato que aprieta por unos instantes no es lo mismo que traerlos todos los días. Escuchar un problema en una platica de un café es muy diferente a vivirlo a diario. Si nos ponemos en los zapatos de otros, podemos aprovechar para ponerles talco (un consejo), una plantilla (compañía en momentos difíciles) o tela adhesiva (apoyo solidario) para hacerlos más llevaderos antes de devolvérselos a su portador original. La capacidad de amar al prójimo es también una horma que puede ablandar un zapato que le aprieta al amigo o al hermano.
Y si no podemos cambiar el zapato, nunca estará de más el brazo firme para ayudar al que cojea.
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miércoles, 7 de abril de 2010
¿Qué te hace falta?
Antes de contestar la pregunta, detente un minuto mientras te platico algo sobre supermercados.
Gracias a su variedad en productos a la venta, amplios horarios, facilidades para el pago y para el acceso, los supermercados poco a poco van desplazando a los mercados tradicionales. Mientras antes solamente iban al mercado las amas de casa, ahora es común ver en los supermercados a familias enteras.
Las estadísticas señalan que mientras más miembros de la familia vayan, mayor es el consumo, cuando todos cooperan para ir echandole al carrito cosas que a veces no se necesitan.
Se sugiere por lo tanto, llevar una lista de lo que se va a comprar y supervisar que no se tome nada que esté fuera de esa lista, a menos que haya la autorización de quien va a pagar y que esa autorización sea justificada.
Pero la realidad es que mucha gente va al supermercado sin tener claro lo que necesita, recorre los pasillos echando lo que cree necesitar, para al llegar a la casa descubrir que compró dos pastas de dientes cuando tiene tres en la despensa, pero se le olvidó comprar los jabones, de los cuales ya no hay ninguno. También suelen aparecer artículos que no son necesarios pero que "alguien" echó y que acaban por no servir para nada. Eso sin olvidar que por no traer el precio marcado, a veces se compra por impulso un producto a un precio mucho mayor que uno similar de diferente marca.
Para ahorrar, no pagar de más y tener lo necesario, es indispensable revisar la despensa y hacer un recorrido en la casa para elaborar una lista de necesidades, establecer prioridades, ajustar el presupuesto y comentarlo con la familia, pues no es lo mismo echar algo en el carrito que págar por ello.
Gracias al consumismo llegamos a creer que necesitamos mucho más, tanto material como espiritualmente, para ser felices y su truco está en obligarnos a ver hacia afuera lo mucho que no tenemos, aun cuando no sea necesario.
Entonces, regreso a la pregunta:
¿Qué es lo que necesitas?
Tal vez estás buscando amor y no te das cuenta que en tu despensa tienes mucho, solamente que lo has puesto hasta el fondo y lo has dejado medio empolvado porque estás obsesionado por ese amor de moda, que aunque es de menor calidad cuesta mucho más.
Quizá creas que necesites dinero sin analizar que lo peor que podria pasarte en estos momentos es que te autorizaran un crédito que te endeudara más de lo que ya estás por ser mal administrado.
O puede ser que estés convencido de que lo que necesitas es que alguien te eche la mano y no te has dado cuenta de que en tu despensa tienes lo necesario para salir adelante por ti mismo.
Así que vamos revisando la despensa. Estoy seguro de que hay mucho más de lo que creemos que hay.
Gracias a su variedad en productos a la venta, amplios horarios, facilidades para el pago y para el acceso, los supermercados poco a poco van desplazando a los mercados tradicionales. Mientras antes solamente iban al mercado las amas de casa, ahora es común ver en los supermercados a familias enteras.
Las estadísticas señalan que mientras más miembros de la familia vayan, mayor es el consumo, cuando todos cooperan para ir echandole al carrito cosas que a veces no se necesitan.
Se sugiere por lo tanto, llevar una lista de lo que se va a comprar y supervisar que no se tome nada que esté fuera de esa lista, a menos que haya la autorización de quien va a pagar y que esa autorización sea justificada.
Pero la realidad es que mucha gente va al supermercado sin tener claro lo que necesita, recorre los pasillos echando lo que cree necesitar, para al llegar a la casa descubrir que compró dos pastas de dientes cuando tiene tres en la despensa, pero se le olvidó comprar los jabones, de los cuales ya no hay ninguno. También suelen aparecer artículos que no son necesarios pero que "alguien" echó y que acaban por no servir para nada. Eso sin olvidar que por no traer el precio marcado, a veces se compra por impulso un producto a un precio mucho mayor que uno similar de diferente marca.
Para ahorrar, no pagar de más y tener lo necesario, es indispensable revisar la despensa y hacer un recorrido en la casa para elaborar una lista de necesidades, establecer prioridades, ajustar el presupuesto y comentarlo con la familia, pues no es lo mismo echar algo en el carrito que págar por ello.
Gracias al consumismo llegamos a creer que necesitamos mucho más, tanto material como espiritualmente, para ser felices y su truco está en obligarnos a ver hacia afuera lo mucho que no tenemos, aun cuando no sea necesario.
Entonces, regreso a la pregunta:
¿Qué es lo que necesitas?
Tal vez estás buscando amor y no te das cuenta que en tu despensa tienes mucho, solamente que lo has puesto hasta el fondo y lo has dejado medio empolvado porque estás obsesionado por ese amor de moda, que aunque es de menor calidad cuesta mucho más.
Quizá creas que necesites dinero sin analizar que lo peor que podria pasarte en estos momentos es que te autorizaran un crédito que te endeudara más de lo que ya estás por ser mal administrado.
O puede ser que estés convencido de que lo que necesitas es que alguien te eche la mano y no te has dado cuenta de que en tu despensa tienes lo necesario para salir adelante por ti mismo.
Así que vamos revisando la despensa. Estoy seguro de que hay mucho más de lo que creemos que hay.
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