martes, 26 de febrero de 2013

Muñeco de plastilina

A veces me parece que somos como un muñeco de plastilina en las manos de Dios. Claro que no somos un muñeco cualquiera, porque cuando nos va creando y modelando nuestra libertad y nuestra capacidad influye en cómo vamos quedando formados.

Dios comienza con darnos un alma que anima a la plastilina y comienza a echar a andar su plan divino para que lleguemos a ser como El quiere, porque en su infinita inteligencia, sabe lo que mejor conviene a cada uno de nosotros, pero a la par opera su infinita justicia y en ella no nos obliga a nada que no queramos.

Al inicio, nos dejamos transformar, pero con la influencia del mundo nos vamos rebelando y nos negamos a esos apretones divinos, pues apenas tenemos un poquitín de éxito o de fuerza, o por el contrario las cosas no marchan como nosotros queremos, rechazamos esos maravillosos dedos de artesano.

Entonces, quedamos incompletos. Y Dios se queda a la espera que dejemos nuestra soberbia para volver a tomar entre sus manos nuestra plastilina para seguirla formando. Mientras aguarda nos manda a diario cientos de mensajes para decirnos "Aquí estoy, dispuesto a seguirte modelando... si tú quieres".

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domingo, 10 de febrero de 2013

La cornamenta del caribú


En los bosques de Canadá viajaba un hombre cuando sufrió una descompostura su trineo mecánico y quedó varado. Sin poder volver a echar a andar el vehículo y sin medio de comunicarse, la única forma que tenía para salvarse en el cruel invierno era caminando, pero no tenía raquetas para los pies ni esquies, por lo que cada paso era un triunfo.

Después de varias horas caminado, notó que un lobo lo seguía y al no tener nada para protegerse, echó mano de una cornamenta de caribú y con ella se protegío todo el camino hasta llegar a su campamento en donde sus compañeros le asistieron.

Cuando se sintió salvado y todavía bajo la mirada del lobo, soltó la cornamenta y ésta, al chocar con el suelo, se desmoronó. Todo el camino se confió a una protección endeble.

Si el lobo se hubiese desesperado y lo hubiera atacado ¿De qué habría servido la cornamenta? De nada.

Me pregunto cuantas veces en la vida vamos caminando confiados en supuestas protecciones que se desmoronan. El trabajo exitoso de hoy puede ser el despido de mañana. La constitución física de roble se puede ir con el ataque de un microscópico virus. Ni el dinero, ni las armas ni el mejor cuerpo de seguridad mantienen al hombre completamente a salvo.

¿Qué es entonces lo que realmente nos puede proteger?

Creo que en el fondo de nuestra alma cada uno de nosotros tiene la respuesta.