Lo escuche en una reunión. Un asistente llegó tarde y se excusó en el tránsito pero otro desestimó su argumento.
-Amigo, en esta ciudad el tránsito no es pretexto, porque los carros no aparecieron ayer, tenemos años con eso así que mejor vente más temprano.
Pensando en la situación, me pasaron por la mente varias personas a las que les he escuchado el mismo y desgastado pretexto en incontables ocasiones. La memoria me trajo a uno que tiene 30 años quejándose que no pudo estudiar porque tuvo que entrar a trabajar. Otra más que intenta convencer al mundo que si su familia no hubiera vendido las tierras ahorita tal vez hasta una fábrica tendrían o hubieran hecho fraccionamientos.
El mismo argumento para no asumir responsabilidades, repetido una y otra vez cansa y aburre a los que lo escuchan pero a la vez mantiene a quien lo usa sumido en una triste situación: Soy un títere de las adversidades.No dudo que un problema nos lleve por donde tal vez no queremos, pero si continuamente regresamos y regresamos a ello nos quedamos estancados. Y sin darnos cuenta pasa el tiempo y seguimos pagando consecuencias. Es triste decirlo, pero a veces el problema ya ni siquiera existe y lo único que perdura es el pretexto.
No quiero escucharme sarcástico, pero tal vez si ocuparamos nuestra creatividad para buscar diferentes pretextos, en esa búsqueda creativa nos tendremos que enfrentar al verdadero culpable de lo que nos pasa.
Pero usar siempre el mismo pretexto, además de torpe es desgastante.
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