martes, 7 de agosto de 2012

Tan grande y tan pequeño

La lluvia de ayer me ha recordado a un programa de desastres naturales. Terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis y tornados. ¿De donde sale tanta agua y tanta fuerza? De la Naturaleza ¿Y la Naturaleza? ¿De dónde ha salido y de donde saca tanta fuerza?

Pienso en el Universo y me centro en el antiguo dilema: ¿Por qué la Tierra gira alrededor del Sol? Ah, pues por la atracción gravitacional ¿Entonces por qué no se funde atraída en él? Ah, pues por la fuerza centrífuga ¿Entonces por qué no sale disparada al espacio? Ah, pues porque están equilibradas. ¿Y quién las equilibró? Responder para el humilde es muy sencillo, para el soberbio, complicado.

Si algo nos cuesta a los humanos es mantener el equilibrio. Somos muy grandes y al mismo tiempo somos muy pequeños. Comparados con la fuerza de un terremoto somos muy débiles, con la distancia entre los planetas, diminutos y con la edad del Universo, más que efímeros.

Pero basta ver la mano de un recién nacido para darse cuenta de toda la grandeza contenida en él. Ni el mejor grupo de científicos e investigadores ha sido capaz de programar un robot para que sea capaz de tomar con tanta precisión un biberón y mucho menos dotar a ese robot de la capacidad de aprender y de adaptarse. Y si de lo material pasamos a lo mental y espiritual, los intentos de copiarlo quedan aun más cortos.

Quién equilibró el Universo también equilibró al hombre. Le dió inteligencia, voluntad, capacidad y libertad. El desequilibrio viene del hombre. Cuando me sienta demasiado grande recordaré que en realidad soy muy pequeño. Cuando me sienta demasiado pequeño, recordaré que en realidad soy muy grande. Así nos hizo Quien equilibró el Universo. Y El no puede estar equivocado.

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