lunes, 12 de marzo de 2012

Parásitos


Los parásitos son animales o plantas que sobreviven a expensas de otros. Se podría decir que le roban a otro ser vivo al que se le conoce como huesped. Algunos parásitos viven afuerita y otros dentro del ser al que están afectando, pero no pueden sobrevivir lejos del organismo huesped porque necesitan de él.

Los piojos, por ejemplo, necesitan alimentarse de sangre y no sobreviven más de dos días lejos de la piel con pelo, pues también requieren de una temperatura y humedad proporcionada por el animal o humano que lo hospeda.

En la relación forzada entre parásito y huesped, éste ultimo simpre saca la peor parte. El sufre las consecuencias pero no las ventajas. Es el parásito el que se beneficia y lo hace casi siempre de una manera muy sutil, pues al tiempo que daña al otro, no lo hace en un grado tal de matarlo porque si no también él moriría. Como en todo, en el caso extremo con algunos parásitos acaban por reproducirse y aumentar su ataque en tal manera que terminan por matar a su huesped.

¿Te has preguntado si tienes parásitos? Perdón por la pregunta, pero yo me he descubierto alojando pensamientos que no me convienen. Son pensamientos sutiles, muy calladitos, pero que todos los días van haciendo mella. Me dicen que no puedo, que para qué me esfuerzo por hacer bien las cosas, que por qué yo no hago eso que no se debe si todos lo hacen.

Estos pensamientos parásitos a veces causan urticaria, como los piojos y otras afectan la digestión, como las lombrices. Provocan comezón de tentaciones y debilidad de carácter.

Erradicarlos no es tan sencillo, porque al ser pensamientos, son intangibles y se disfrazan muy bien entre las "buenas razones". Pero como todo parásito, no pueden sobrevivir a menos que les demos cobijo y de comer. Allí es donde está la clave, reconocerlos y no alimentarlos.

Los pensamientos parásitos se reconocen porque provocan parálisis y desánimo. No son concretos y generalmente no soportan un análisis racional, por eso ellos mismos para protegerse te invitan a darle credibilidad a la suerte (tu mala suerte), al destino o a cualquier otra barbaridad.

Si descubrieras una pulga en tu cabeza, no la volverías a poner allí. Si descubres un pensamiento parásito, aléjalo de tu mente. Como todo parásito, no podrá sobrevivir por mucho tiempo si no les das acogida y alimento.

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viernes, 9 de marzo de 2012

Moneditas


Una tarde me quede de ver con un amigo en una zona muy conflictiva en lo que a vehículos se refiere. Afortunadamente para él, encontró estacionamiento en una calle y una vez terminado nuestro asunto se ofreció a llevarme a la estación del metro.

Mientras nos subiamos al auto y seguiamos platicando, se metió la mano a la bolsa del pantalón y mostró una buena cantidad de moneditas de a 10 y 20 centavos, comentándome que se las iba a dar a la persona que "cuidaba" del auto.

Al salir del lugar le dio la propina al "cuidador" y éste al ver que eran monedas de baja denominación se las arrojó dentro del auto diciéndole: Quédatelas, te hacen más falta.

Abochornado mi amigo por la torpe respuesta, me dijo: Es mucho más de lo que le hubiera dado otra persona, si le doy una moneda de dos pesos se queda tranquilo pero le di mucho mas y me lo avienta.
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Recuerdo haber comentado algo sobre la falta de educación de estas personas. Al recoger las monedas, un recuento rápido nos hizo ver que efectivamente la cantidad era mucho mayor que la que se les acostumbraba dar en esos tiempos.

¿Falta de visión? ¿Carencia de educación? ¿Soberbia? ¿Qué es lo que lleva a alguien a tirar algo de valor por no considerarlo así?
Son preguntas cuyas respuestas nos pueden llevar a saber que tanto tenemos de esa mentalidad. Sobran los hombres que han despedido de sus empresas a quienes están trabajando mucho, pero no son populares o simpáticos. Son miles las parejas que se rompen porque uno de los dos salió a buscar una moneda de dos pesos despreciando los cientos de moneditas de a 10 y 20 centavos de su casa.

Todos los días estamos buscando el gran milagro de ganarnos la lotería, el ascenso o la herencia de un tío desconocido y frente a nuestros ojos desfilan sin ser vistos los miles de milagros cotidianos: El hijo sano, el plato lleno, la cama caliente o el consejo oportuno. Si no aprendemos a apreciarlos, acabaremos por tirarlos.

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